Sábado, 20 de abril de 2024

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SUCEDÁNEOS DE RELIGIÓN

por Raúl Mayoral

En el Curso “Etica y futuro de la democracia”, organizado por la Fundación García Morente y la Universidad CEU San Pablo, el Arzobispo de Granada, D. Javier Martínez, afirmaba que “se puede construir un mundo en contra de Dios pero éste se vuelve en un mundo contra el hombre”. Recordaba el arzobispo en su exposición las ideas de Dostoievski, escritor creyente, que nos alertaba de que "si el hombre puede organizar la tierra sin Dios, sin él no puede organizarla más que contra el hombre”. El escritor ruso denunció un humanismo en el cual el hombre es el centro del mundo, que en muchas ocasiones ha dado origen al ateísmo; en suma, un humanismo ateo. El mismo que nos señala Henri de Lubac en su libro titulado, precisamente, El drama del humanismo ateo. En esta obra se describen las doctrinas de tres pensadores que han construido la cultura de la posmodernidad: Comte, Feuerbach, y Nietzsche, o lo que es lo mismo, el humanismo positivista, el humanismo marxista y el humanismo nihilista. El común denominador a estas filosofías es la supresión de Dios. La eliminación de Dios trae como consecuencia, por un lado, la deshumanización del hombre y su exaltación a ser Dios; y por otro, la aparición de religiones sucedáneas o sustitutorias del cristianismo. Pero, esto no es nuevo, ni el endiosamiento del hombre ni las religiones alternativas. Ambos fenómenos se han dado otras veces a lo largo de la historia. Las ocasiones más recientes fueron los totalitarismos del siglo XX: el nazismo y el comunismo. El análisis más certero del régimen hitleriano como religión sustitutoria, lo hizo el Papa Pío XI en su encíclica “En mi angustiosa inquietud” Mit brennender Sorge. Publicada en alemán el 14 de marzo de 1937, el Papa denunciaba la incompatibilidad entre el catolicismo y los presupuestos racistas y paganos del nazismo. El Santo Padre dejaba bien claro que el nacional socialismo era un movimiento pseudorreligioso, una idolatría completamente inaceptable entre hombre civilizados. El comunismo también representó un intento de anular la fe creando una liturgia atea. El socialismo soviético erigió un mundo donde la fuerza y el poder lo eran todo y el hombre no era nada. Un total desprecio por la justicia y por la humanidad, por no mencionar el amor al prójimo. El apoyo al comunismo en la URSS no solo se derivaba del miedo, sino de una fe e incluso de un amor ciego. Pese a las deportaciones, las crueldades y los perjuicios, muchos, e incluso los agraviados, aún seguían creyendo en la verdad de la revolución soviética. Los emperadores de Roma se creyeron dioses y sucumbieron. Lo mismo sucedió a los emperadores totalitarios. Y es que ambos totalitarismos, el nazi y el soviético, tuvieron en común la eliminación de las creencias religiosas convencidos de que proporcionaban al pueblo una ilusoria felicidad, y como condición primera para deparar a aquél la felicidad real. Las dos tiranías hicieron de la crítica de la religión la primera de todas las críticas. Fueron legatarias de aquellas viejas teorías de Grocio, que propugnaban un Derecho Natural como si Dios no existiera. ¿Vuelven a alzarse hoy desde dentro de los modernos sistemas democráticos sucedáneos de religión?
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