Jueves, 28 de marzo de 2024

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Seguimos dentro de una crisis evangelizadora. S. Agustin

Seguimos dentro de una crisis evangelizadora. S. Agustin

por La divina proporción

 Hasta al mejor evangelizador le salen “rana” los evangelizados. Pensemos en San Pablo, que San Agustín llama el Doctor de las Gentes. Con todo su conocimiento, psicología y capacidad de inculturación. Recordemos el maravilloso e inteligente discurso del Areópago, que sólo le reportó un converso. Los griegos no conectaron con el Evangelio por la simple razón de que no lo necesitaban. Se sentían más que seguros con sus filosofías y saberes diversos. Para ellos la Revelación de Dios era algo innecesario, porque Dios ni les servía ni les era útil. 



La forma del sacramento se da por el bautismo, la de la justicia por el Evangelio el uno sin el otro no lleva al Reino de los Cielos. Sin embargo, aun los menos doctos pueden bautizar perfectamente, pero evangelizar cabalmente es obra mucho más difícil y rara. Por ello el Doctor de las Gentes [San Pablo: 1Tim 2,7] muchísimo más excelente que todos, fue enviado a evangelizar, no a bautizar, ya que esto pueden realizarlo muchos, y aquello pocos, entre los cuales sobresalía él. (San Agustín, Réplica a Petiliano 56, 68) 

San Agustín nos habla de la diferencia entre recibir un sacramento y aceptar el Evangelio. Los Sacramentos se reciben de forma pasiva, mientras esperamos que la Gracia de Dios llegue a transformarnos. Son imprescindibles en camino de vida cristiano, pero no son el inicio del camino. El inicio verdadero es la conversión que se produce tras ser evangelizado. 

El evangelizador no busca convertir a nadie, porque sólo el Espíritu puede tocar el corazón de cada uno de nosotros. El Evangelizador propicia, allana los caminos, clama en el desierto y sobre todo tiene la esperanza de que la semilla que dispersa, germine en el momento adecuado. 

Recordemos el pasaje de Isaías que Cristo leyó en la Sinagoga: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió y envió a evangelizar a los pobres y predicar la redención a los cautivos”. Es interesante entender por qué a los pobres y los cautivos. ¿No se puede evangelizar a una persona que no sea pobre ni cautiva? Para desentrañar este “misterio” pensemos en una de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el Reino de los Cielos”. 

La clave es muy evidente, sólo quien se siente pobre, necesita, vacío de sentido y es sufre por ello, es capaz de escuchar el Evangelio. Sólo los que se sienten cautivos y sufren, pueden atender al mensaje de salvación de Cristo. Quien no necesita de Dios ¿Para qué puede querer acercarse a Él? Los ricos, los que se creen a salvados, los que echan en cara a los demás sus propios pecados, tienen complicado avanzar por el camino de la humildad. Humildad que es el fermento necesario de la conversión. 

Leyendo el artículo “NUEVA EVANGELIZACIÓN Rick Warren ha vendido 36 millones de ejemplares. El Vaticano estudia el éxito evangelizador de un pastor considerado el líder espiritual de EE UU” y hojeando el libro, uno se da cuenta de que está enfocado a personas que se sienten vacías, sin sentido, encerradas por una rutina cotidiana y una sociedad, que no les ofrece más que sustitutivos de la felicidad. 

El libro plantea un proceso de 40 días, en los que cada día es necesario leer y reflexionar sobre sí mismo, su familia, su trabajo, su entorno vital y la Palabra de Dios. Dentro de una sociedad como la norteamericana, se comprende el relativo éxito cosechado, pero ¿es traspasable este éxito evangelizador a Europa y a otros grupos humanos? 

En Europa el laicismo radical ha trabajado durante décadas para inmunizar a las personas contra el cristianismo. Ha creado sustitutos muy eficaces para no sentir la necesidad de volver a la Iglesia. Ha creado terribles prejuicios contra la religión y los evangelizadores. Pero, lo que no ha conseguido apagar es el sufrimiento interior por el vacío existencial y la cautividad de la vida que vivimos. Las personas adultas, ya maduras, son las más predispuestas a replantearse los prejuicios y acercarse de nuevo a la Iglesia. De hecho, el planteamiento del libro de Rick Warren no incide en la evangelización superficial que se suele emplear con los jóvenes. 

Es interesante que el Vaticano esté interesado en la experiencia de Rick Warren, pero esperemos que sepan tomar los puntos clave de sus logros sin transformarlos en actividades de pastoral vocacional disfrazados de evangelización.
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