Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Sacramento de la penitencia y acogida


Cuando los fieles cristianos me preguntan: "¿Cómo podemos ayudar a nuestros sacerdotes?", siempre respondo: "Id a confesaros con ellos".

por Pedro Trevijano

Opinión

Hace unos días tuve una charla con un par de sacerdotes. Me vinieron a decir que la mayor parte de las confesiones eran rutinarias y que no valía la pena sentarse en el confesionario. Creo que es una actitud totalmente equivocada, si de verdad queremos ayudar a los demás, y como la ayuda nunca es unidireccional, dejarnos ayudar por los otros. Estamos al servicio de la gente y hay quienes  buscan simplemente un diálogo, incluso sin intención de recibir el sacramento, con alguien que les acoja y es que, a menudo, especialmente en las grandes ciudades, la gente se encuentra sola y no sabe con quien hablar, con lo que se realiza una importante función pastoral y humana, aunque sea simplemente de este orden. Hemos de estar preparados para acoger los casos normales que nos vengan y es bueno que conozcamos algunos profesionales de confianza a quienes poder encaminar los casos que no sean propiamente nuestros o nos desborden, por ejemplo algún abogado, asistente social, psicólogo, médico o psiquiatra.
           
En todo caso la acogida ha de tener un tono de confianza respetuosa y humana que es condición necesaria para una relación personal, que ojalá sea semejante a la que Jesús tenía con los pecadores a los que ayudaba y perdonaba (con el paralíti­co, Mc 2,112; con la pecadora arrepentida, Lc 7,26-50). Pero conviene quede muy claro que una cosa es que el sacerdote dé un consejo o ayude a ver claro, y otra realizar y celebrar el sacramento, lo que indudablemente tiene otra dimensión. Pero es que además en la gran mayoría de los casos la gente nos busca porque podemos reconciliarles con Dios y devolverles la paz de la conciencia. Es una de las tareas específicas del sacerdote y como dice el cardenal de Colonia, Joaquín Meisner: “Uno de los fallos más trágicos que la Iglesia ha tenido en la segunda mitad del siglo XX es el haber pasado por alto el don del Espíritu Santo en el sacramento de la penitencia. En nosotros, los sacerdotes, esto ha causado una tremenda pérdida de perfil espiritual. Cuando los fieles cristianos me preguntan: ‘¿Cómo podemos ayudar a nuestros sacerdotes?’, siempre respondo: ‘Id a confesaros con ellos’. Allí donde el sacerdote no es confesor, se convierte en un trabajador social de carácter religioso. Le falta, de hecho, la experiencia del resultado pastoral más grande, es decir, colaborar para que un pecador, también gracias a su ayuda, deje el confesionario nuevamente santificado. En el confesionario, el sacerdote puede penetrar en los corazones de muchas personas y de esto le viene impulsos, ánimos e inspiraciones para el propio seguimiento de Cristo”.
           
No nos olvidemos además que, cuando uno se sienta en el confesionario y la gente viene a él, esas personas vienen porque nos necesitan. Además el confesionario permite un diálogo de persona a persona que difícilmente puede encontrarse algo parecido en ninguna otra parte. Desde hace ya muchos años, estoy convencido que, aunque hoy la gente se confiesa menos, la calidad de las confesiones ha aumentado, pero indudablemente hemos de ponernos a tiro del penitente para que éste pueda confesarse, porque una de las primeras causas de la crisis es que los sacerdotes no se sientan en el confesionario porque la gente no viene y los penitentes no vienen porque no nos ponemos a su disposición, círculo vicioso que nos corresponde romper a los sacerdotes. Está claro que hemos de ponernos en el confesionario para estar al servicio de los demás: en unos casos será para obtener el perdón y la reconciliación con Dios de sus pecados, en ocasiones muy graves; en otros será para obtener el perdón de sus pecados veniales, pero siempre para avanzar en la vida espiritual con este sacramento que concede gracias específicas para luchar contra el pecado. Pero como dice la Instrucción Pastoral de nuestros Obispos de 1989 Dejaos reconciliar con Dios "En los templos de las grandes ciudades, sean o no parroquiales, y aún en los medios rurales, se deben dar a conocer por los medios oportunos las horas que, cada día, dedican los sacerdotes a oír confesiones. También es conveniente que, en cada templo de esas ciudades, se den a conocer algunas iglesias de la ciudad donde se puedan encontrar confesores varias horas al día".
           
El sacramento de la penitencia es uno de los siete sacramentos, es decir uno de los lugares privilegiados de encuentro con Dios. Cuando nos confesamos, nos sentimos llenos de una alegría que viene de Dios. Esforcémonos en dar también nosotros esa alegría a los demás. Recordemos que nuestra vida, especialmente en sus aspectos más sacerdotales, debe estar llena de amor y que es imposible evangelizar a quien no se ama.
                                                                                                    
    
 
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