Viernes, 29 de marzo de 2024

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Retrato sociológico de la extrema derecha en España

por Luis Antequera

 
Blas Piñar
            Mal que le pese a la izquierda, extrema derecha, lo que se dice extrema derecha, en España ni existe ni ha existido desde que se instauró la democracia a la muerte de Franco, si por existir entendemos algo que supere mínimamente el 1-2% del espectro sociológico español. Buena prueba de lo cual su nula presencia en el Parlamento español, donde el mejor logro continúa siendo aquel solitario escaño alcanzado por Blas Piñar en las Cortes de 1979. Y ello aún a pesar de los sí obtenidos en otros países europeos por candidatos de extrema derecha, así en Francia, donde uno de ellos llegó a disputar un ballotage presidencial; así en Austria, donde incluso llegó a gobernar; así en Holanda, etc.
 
            Por si esto fuera poco, lo poco que en España cabe identificar como extrema derecha no es sino un conglomerado de grupúsculos sin otra relación que la mutua animadversión, que casi permite afirmar que en nuestro país casi hay más grupos de extrema derecha que militantes. Unos grupúsculos entre los que podemos identificar, por lo menos, tres tipologías diferentes.
 
 
            En primer lugar, el de los añorantes del franquismo. Admiradores de Franco que especulan con las posibilidades de que el Régimen hubiera sobrevivido a la figura de su creador. Son pocos, tan pocos en realidad... centenares, algún millar… Y por si ello fuera poco, “en peligro de extinción”: personas de avanzada edad, algunos de los cuales hicieron la guerra, otros no, que cada año ven reducidas sus filas por una mera ley demográfica que les lleva a desaparecer inexorablemente sin ni siquiera alcanzar el umbral de la sustitución. Un grupo que no se debe confundir con los que sin ningún tipo de añoranza o reivindicación más allá del interés histórico reclaman (reclamamos), ¡hasta para Franco y su Régimen!, un juicio histórico sosegado, capaz de aceptar reglas tan básicas como que no se puede criticar a una persona por una cosa y por su contraria, y de identificar y reconocer sus logros allí donde se han producido. Así por ejemplo el que más duele a la izquierda, la constatación incuestionable de que España entró en el Régimen (y salió de la República) con un proletariado de masas sumamente pobre y salió de él con una sociedad de clases medias; o la evidencia de que la Seguridad Social la fundó Girón de Velasco treinta años antes de que la fundara (por segunda vez, debe ser) Felipe González. 
 
            Está, en segundo lugar, la extrema derecha histórica, con toda la patrulla de nazis, filonazis, fascistas, tal vez falangistas, no sé si carlistas (la práctica totalidad de ellos renegarán de la asociación) los cuales, mal que pese a la izquierda, nada tienen que ver con los franquistas de los que hablamos arriba, faltándoles, por otro lado, tiempo para proclamarlo una y otra vez, y militando alguno de ellos, de hecho, entre los más crueles detractores de Franco.

Tomado de 20 minutos
            Está, en tercer lugar, la extrema derecha de las tribus urbanas, la que conforman skinheads, ultras futbolísticos, parece que incluso alguna familia punk y otros grupos callejeros que buscan en ella sus señas de identidad, y que en alguna ocasión, hasta solos se han quedado en la celebración de los 20-N, en un espectáculo que si el glorioso general de todos los ejércitos levantara la cabeza, con toda probabilidad la recostaba de nuevo para no volverla a levantar.
 
Plataforma per Catalunya
            Y aún hablaría de una cuarta expresión, los partidos xenófobos generalmente identificados con la extrema derecha (aunque el tema daría para toda una tesis doctoral). Una xenofobia surgida al calor de la inmigración recibida en nuestro país en los últimos años –aunque ahora con la crisis se esté disolviendo como azucarillo- y que, por el contrario de otros países muy cercanos donde ha alcazado logros a tomar en consideración, en España sólo ha conseguido algún pequeño hitito de relevancia como, por ejemplo, Plataforma per Catalunya, en la región del mismo nombre.
 
            La cuestión llegados a este punto es: si la extrema derecha en España es inexistente y para colmo de males para ella, amén de inexistente dividida hasta el infinito, ¿por qué entonces estamos todo el día con la extrema derecha parriba y pabajo, que parece que se hallara presente en todas partes? Por una sencilla razón: porque todo el potente y eficacísimo aparato propagandístico del pesoísmo y de los demás partidos de izquierdas -si los partidos de izquierda tuvieran tan buenos profesionales como propagandistas valdría la pena votarles- se ha volcado desde el inicio de nuestra Transición en identificar a toda la derecha española, y muy concretamente a lo que dimos en llamar en su día la derecha ideológica, con la extrema derecha, aunque no tengan absolutamente nada que ver, al sólo objeto de aislarla y de, aislándola, derrotarla. Cosa que fue muy notoria durante el mandato del Iluminado de la Moncloa y su famoso cordón sanitario que, curiosamente, a quien terminó acordonando no fue a otro que a él mismo.
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
 
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