Viernes, 29 de marzo de 2024

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¿Quién era esa Salomé por la que perdieron la cabeza tanto Herodes como San Juan Bautista?

por En cuerpo y alma

 
 
Salomé. Pierre Bonard.

           Cuando se habla de uno de los episodios más conocidos e iconografiados del Evangelio, la decapitación de Juan Bautista, hasta lectores poco avezados de las Escrituras son capaces de atribuir su protagonismo a Salomé, representada como una bellísima mujer cuya danza habría embelesado a Herodes, el cual, obligado por su palabra precipitadamente embargada, pero a disgusto, se habría “visto forzado” a decapitar al Bautista para pagar así el precio impuesto por la irresistible bailarina.
 
            Y bien, si yo les dijera que ninguno de los evangelios nos dice que la mujer que consigue de Herodes la cabeza del Bautista en una bandeja se llamara Salomé… ¿con que cara se quedan?
 

            Veamos si es así. El relato se lo debemos a Mateo:
 
            “Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.» Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por profeta. Mas, llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.» Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús”. (Mt. 14, 310)
 
            Y también a Marcos, que por una vez y sin que sirva de precedente, hace la narración más vívida y descriptiva:
 
            “Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
            Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.» Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.» Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura”. (Mc. 6, 21-29)
 
            Lucas, aunque indudablemente no ignora el aciago final del Bautista, no se refiere en ningún momento a la orgía que relatan Mateo y Marcos, limitándose a dos escuetas referencias por lo que hace al tema. Primero ésta:
 
            “Pero Herodes, el tetrarca, reprendido por él por el asunto de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las malas acciones que había hecho, añadió a todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel” (Lc. 3, 19-20).
 
            Y más tarde ésta:
 
            “Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba y estaba perplejo, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido, y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle”. (Lc. 9, 7-9).
 
            Si uno busca alguna Salomé en los Evangelios, no la encuentra más que en el Evangelio de Marcos, que dice de ella esto:
 
            “Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé” (Mc. 15, 40).
 
            Y esto:
 
            “Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle” (Mc. 16, 1)
 
            Sinceramente, amigo lector, ¿le parece a Vd. que esta Salomé de la que habla Marcos pueda ser la que le pide a Herodes la cabeza del Bautista en una bandeja, que hay que tener tragaderas?
 
            La pregunta entonces es la siguiente: ¿cómo sabemos entonces que la mujer por la que tanto Herodes como Juan el Bautista perdieron la cabeza, aunque no lo hicieran de la misma manera, se llamaba precisamente Salomé?
 
            Pues bien, una vez más la clave nos la da el que me gusta llamar “el Quinto Evangelio”, la obra de Flavio Josefo que tantas claves nos da para entender desde un punto de vista histórico los Evangelios, autor que dice en sus Antigüedades judías:
 
            “Herodías, [...] quien tuvo una hija, Salomé; después de su nacimiento, Herodías [...] se divorció de su esposo mientras aún estaba vivo, y se casó con Herodes, hermano de su esposo por línea paterna, él era tetrarca de Galilea; pero Salomé se casó con Herodes Filipo el hijo de Herodes y tetrarca de Traconítide, quien murió sin descendencia, se casó con Aristóbulo hijo de Herodes I y hermano de Agripa; de este matrimonio, tuvieron tres hijos, Herodes Agripa, y Aristóbulo” (op. cit. 18, 5, 4).
 
 
 
            ©L.A.
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