Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Porque no soy progre ni tampoco soy carca

por José Alberto Barrera

Saludos a Iván, un lector que se define como “un progre que me lee”. Su comentario en mi penúltimo post me ha resultado muy alentador, y me sirve de inspiración para escribir estas palabras. Me dice Iván en su comentario:

"Su blog me resulta interesante y lo leo con interés y agrado. Pero reconozco que me desconcierta un tanto. Sé que no es usted un ´´progre´´, pero reconozca que sus observaciones sobre ´´la apariencia´´ que da la Iglesia lo hubiera escrito usted, le hubieran tachado de ´´progre´´.

 En realidad, muchos de los teólogos y cristianos condenadísimos en estas páginas lo único que hacen es señalar lo mismo que usted desde hace tiempo. Les mueve el mismo amor a la Iglesia y al Evangelio y la misma preocupación por la transmisión del Evangelio.

Por eso, permítame decirle que se me hace extraño verle en ReL, pues pega usted más en un blog de ReligiónDigital, la otra página que abro todos los días. No lo digo con afán de acritud, en absoluto, sino para informarle de una impresión que creo que no seré el único. Usted evitará la etiqueta de ´´progre´´, pero tenga por seguro que lo que usted dice para muchos es santo y seña de progresismo anti-iglesia y anti-Dios.

 Espero que no reciba usted presiones de ReL y que no le inviten a irse, pero desde luego, si le permiten quedarse, que sepa que es porque tiene ´´bula´´ para decir lo que otros ´´progres´´ dicen y que aquí mismo les tiran piedras por ello.”

Me encanta la confusión que parece ser que creo, y que hace que los lectores me hayan propuesto que escriba en Protestante Digital además de en Religión Digital; agradezco también la preocupación por mi futuro en este medio, aunque de momento nuestro editor está muy contento conmigo.

         Me da la sensación de que lectores del perfil “progre”, con el que se autodefine Iván, son escasos en Religión en Libertad, y a lo mejor deberíamos fichar a nuestro Paco Pepe a la inversa (La Cigüeña de la Torre), que fuera un progre furibundo que despertara las iras de los carcas que nos leen y los amores de los progres que nos visitan.

            Por más que me gustara, creo que no soy esa persona en Religión en Libertad, pero sí espero ofrecer un punto de vista discordante entre tanta uniformidad, que haga reflexionar a propios y extraños.

            Comenzaba mi andadura en este medio citando a mi amigo Don Óscar, que se definía como el más conservador de los progres y el más progre de los conservadores. En un cierto sentido me podría identificar con él, pero resulta que eso de los progres y los carcas, con el paso de los años, a mí se me ha quedado pequeño.

            
Tras aprender “caligrafía” en Congregaciones Marianas donde me convertí, vivir una espiritualidad ignaciana en los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, y recalar en Santa María de Caná - todo en el tiempo que media desde mi conversión en el colegio hasta mi paso por la universidad- creo que la impronta recibida la llevaré para siempre, y me siento orgulloso y agradecido de la misma.

            La universidad me dio el conocer una cantidad enorme de grupos, comunidades y personas de la Iglesia en Madrid, gracias a la capellanía universitaria del Padre Julio Sainz de quien tanto aprendí y que luego me llevó a Radio María.

             Lo que ocurre es que luego comencé a viajar; trabajé en los Estados Unidos, estudié en Francia, y me fui de misiones a Italia. En todo este trance acabé conociendo diferentes facetas de la Iglesia y entre ellas la Renovación Carismática, que ha dejado también una impronta muy particular en mi manera de relacionarme con Dios; pero la cosa fue más allá.

            La Renovación me abrió al mundo del Espíritu Santo, y también a otras iglesias hermanas, como las protestantes. Para rizar el rizo, el Señor me llevó a los Cursos Alpha, salidos de una parroquia anglicana en la que he vivido y con la que trabajo. En Alpha estoy en contacto no sólo con protestantes y anglicanos, sino con obispos y sacerdotes católicos de todo el mundo, que lo utilizan o lo quieren aprender porque ven la manera en que Dios lo está bendiciendo.

            Con este currículum, y 34 años que cumplo la semana que viene, no es de extrañar que les suene progre y carca a la vez a muchos.

            Lo que tengo claro es que yo no quiero que a mí se me case con nadie, que católico soy, y a Dios ruego que católico muera; por lo que mi fidelidad se la debo a la Iglesia y a sus pastores, no a los grupos ni corrientes que me han llevado a ella.
          
         
Creo que soy de una generación privilegiada pero difícil de categorizar, porque he podido conocer y entender de dónde vienen mis abuelos, pero a la vez soy lo suficientemente joven para que no me quede lejos esta generación postmoderna en la que viven nuestros contemporáneos.

            Y no tengo ninguna necesidad de atrincherarme en el pasado, ni de hacer mías guerras de otras personas, ni de lamentarme de los tiempos que corren ni gastar un discurso de personas de 80 años. Y eso que me gusta la Historia, la Política, y lo que más la Iglesia; lo cual no me impide poner la vista al frente y ver que a vino nuevo, odres nuevos, para esta “belleza siempre antigua y siempre nueva” que decía San Agustín.

         Dicen que el nacionalismo se cura viajando, y yo no sé que hay que hacer para curar este guerracivilismo intraeclesial que nos invade, que nos lleva a poner etiquetas de buenos y malos a todo el mundo, y a vivir en una Iglesia fracturada, en la que la hermandad que nos profesamos en el Padrenuestro no reina en nuestros corazones.

No se trata de aportar soluciones relativistas y buenistas, tan a la moda en nuestra época, y dar por buenas posturas doctrinales o prácticas eclesiales que no lo son, promoviendo un irenismo fácil, pero carente de verdad.

Pero sí que podríamos empezar a reflexionar sobre el porqué de las cosas, en vez de apresurarnos a condenar a los que piensan y actúan distinto. En esto la Iglesia es sabia, y como buena madre, deja estar muchas veces, y a la vez que corrige, espera sin medida, calla sin medida y sobre todo, quiere sin medida a sus hijos y espera de ellos su libertad para ver las cosas.

Me gusta la reflexión de Iván, porque expresa algo que muchos ni consideran, que a los “progres” les duele la Iglesia porque la aman, y yo añadiría que como todo hijo de vecino, tienen sus heridas con su madre la Iglesia- a veces por culpa de ellos, a veces por culpa de su madre- pero no nos toca a nosotros juzgar los corazones y condenarles por ello.

Cuando personas que dan su vida por el Evangelio, expresan que hay cosas que no funcionan- acierten o no en las recetas que propongan aplicar- lo menos que podemos hacer es pararnos a pensar por qué se quejan y qué están intentando cambiar.

Lo demás es inmovilismo del más puro, y por ahí me niego a pasar, aunque me tachen de progre.

Así que al final volvemos a la pregunta: ¿carca o progre?; ¿protestante o católico?;¿conciliar o anteconciliar?;¿moderno o postmoderno?;¿carismático o jerarquíco?;¿Apolo o Pablo?...

Ustedes dirán; yo me conformo con intentar ser de Cristo, amar a mis hermanos los hombres, y encontrarle en su Iglesia a la que amo y espero obedecer siempre; les pido una oración para que tenga la gracia de vivir siempre así, porque no me resulta nada fácil vivir con fidelidad este ideal tan alto, un auténtico tesoro en una vasija de barro como la mía...

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