Iniciativas «eco-friendly»: olvidan la dignidad del momento
Llegan los funerales verdes, la ecología mortuaria o un«revival» de viejas ideas gnósticas
Para Introvigne, se intenta también eliminar el recuerdo de la persona, es decir, su nombre, ya que la memoria de los muertos perpetuaría este mal que ha sido su vida fuera del ciclo de la naturaleza.
Eco-sepulturas. Cementerios ecológicos. Funerales verdes. Llega la nueva moda: el ecologismo hasta las últimas —literalmente— consecuencias. También comienzan a verse los ataúdes de cartón, considerados como no contaminantes y «de bajo impacto ambiental».
Una moda que, llevada al extremo, resta la debida importancia al hecho que en ese momento se recuerda y que puede incluso faltar a la debida dignidad del difunto. Por ejemplo, con propuestas como la de la asociación sueca «Promise», que aboga por el enterramiento desnudo en el suelo, para que el cuerpo humano se convierta en un fertilizante útil. ¿Hasta dónde puede llegar la moda de los funerales verdes y la influencia del New Age?
«Volver» al ciclo de la naturaleza
De acuerdo con esta asociación, siempre se han seguido tres caminos para el entierro de los seres queridos: permitir que vuelva a ser tierra, que se pudra o que se queme. Según la bióloga Susan Wiigh-Masak, sólo las dos últimas posibilidades se cumplen siempre. Wiigh-Masak ha ideado una técnica concebida para eliminar el agua y congelar posteriormente el cuerpo, de modo que el organismo biológico se convierta así en un fertilizante natural. Una de las últimas propuestas que vienen a demostrar la pérdida de dignidad que la sociedad otorga, cada vez más, al hecho de enterrar a los seres queridos.
Según Massimo Introvigne, intelectual y sociólogo italiano, director del Centro de Estudios Sobre las Nuevas Religiones o CESNUR, todo esto pertenece a un concepto de la ecología profunda que, en realidad, «difunde la idea de que, una vez muerto, uno vuelve a ser parte de la naturaleza. La identidad del hombre, que había sobresalido por un tiempo como si fuera una ondulación del gran mar panteístico que es la naturaleza, debe volver a sumergirse en este mar, perdiendo su identidad propia».
Para Introvigne, se intenta también eliminar el recuerdo de la persona, es decir, su nombre, ya que la memoria de los muertos perpetuaría este mal que ha sido su vida fuera del ciclo de la naturaleza.
Ecologismo mortuorio
Introvigne concedió hace algún tiempo una entrevista sobre este tema al diario Il Sussidiario, en la que aseguraba que detrás de la moda del ecologismo mortuorio se esconde lo que se llama una ecología profunda: «Una larga tradición de ataque contra un bastión del cristianismo, es decir, a la diferencia deontológica, que nos dice que el hombre es la única criatura que Dios ha amado por sí mismo; lo demás, los árboles, los campos y los animales, han sido queridos por Dios en función del hombre», explica.
Es decir, ¿es el hombre el ser superior que domina la naturaleza? No exactamente, puntualiza el sociólogo italiano. «Por supuesto, existe una ecología aceptable, como se dice a menudo Benedicto XVI, y también una ecología cristiana, porque el hombre está llamado a administrar a todas las demás criaturas que Dios ha querido para el hombre mismo. No es un déspota o maestro absoluto, sino que tiene la responsabilidad de la creación».
La diferencia entre la ecología cristiana y el ecologismo profundo
Existe una una teología cristiana del medio ambiente: la ecología es algo bueno en sí mismo, pero el ecologismo es «una desviación». En particular, la ecología profunda —ideada por el filósofo noruego Arne Naess—, que niega que exista una diferencia o una dignidad más alta o un valor superior del hombre respecto al resto de la creación. Y es aquí donde encajan las ideas de las eco-sepulturas. En la negación de que hay una diferencia ontológica entre el hombre creado a imagen de Dios, y las demás criaturas.
El intelectual da el ejemplo más cercano que tiene: «Yo vivo en Turín, y allí nuestro gobierno de centro-izquierda ha dado la posibilidad de ser simplemente olvidado en una gran fosa común donde se pierde la identidad, e incluso el nombre. En realidad, la Administración, más que alentar esta iniciativa, la ha recibido de un asociacionismo radicalmente ateo, que se ha opuesto incluso a que fueran proyectados los nombres de los difuntos. No han aceptado eso ni siquiera», lamenta Introvigne.
Y todo esto, ¿por qué?
Por que es necesario volver a ser parte de la naturaleza, explica: «Se trata básicamente de la vieja idea gnóstica que sostiene que el afirmarse en el propio yo es un mal al que la muerte pone afortunadamente, remedio. Recordar al muerto perpetuaría este mal. Como sucede a menudo, el panteísmo —del que este ecologismo profundo no es más que su última encarnación—, se combina con el gnosticismo. Es decir, la idea de que el surgimiento en el universo de una fuerte identidad como la del hombre no es un bien, sino un mal», advierte.
En el fondo, como concluye Introvigne, es todo un revival de viejas ideas gnósticas.