Viernes, 01 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

A Guillaume le impresionó ver a 3000 jóvenes en adoración, «sin un solo ruido»

Por su novia cambió el rock duro de signos satánicos por un grupo de oración: «Me fue transformando»

Guillaume.
El deseo de complacer a su novia fue acercando poco a poco a Guillaume a la fe en Dios.

C.L.

Los padres de Guillaume le amaban a él, "pero no se amaban entre sí" y se divorciaron.

Siendo joven, se aficionó al rock duro no solo tocándolo como género musical (“sigo siendo un fan”), sino como forma de vida. Se introdujo en un mundo “en el que faltan referencias: arrastra a muchos excesos”. Él carecía de toda convicción religiosa, pues, como ironiza en su testimonio a Découvrir Dieu, en ese entorno “las únicas relaciones que hay con la religión consisten en la edad de Jesucristo, 33 años”. ¿Por qué? Porque a esa edad tales excesos empiezan a pagarse y hay quien lo deja, pero también “hay quien puede suicidarse…”

Una joven distinta a las demás

Pero en su caso, antes de llegar a ese límite, “felizmente” conoció a una chica “que no era como las demás”. Empezaron a salir, y muy pronto ella le presentó a su familia, donde encontró un recibimiento  que le sorprendió, pues temía que hubiera un choque: “Me acogieron con los brazos abiertos. Me quedé hiper-sorprendido, porque yo tenía el estilo hard rock: pelo largo y rapado por debajo, pantalones y cazadoras que no olían muy bien, camisetas satánicas que daban miedo…”

Guillaume descubrió otra cosa: esa familia era “algo más que una familia” por el hecho de convivir, se veía que “se amaban”. Eran una familia cristiana.

Pronto comprobó que tan buena acogida implicaba una contrapartida para él: “La chica me puso condiciones. Si queríamos ir más lejos, tendríamos que casarnos”. 

“¡Ah, no, esto no me gusta! ¡No me lo esperaba!”, pensó él para sí. Evocó que en su familia había habido “demasiados divorcios” y todo había sido “demasiado complicado”: “Pero lo cierto es que la quería, así que decidí hacer un esfuerzo”, confiesa.

Construir sobre roca

Y, como en los viejos catecismos, la primera, en la frente: su novia acudía a grupos de oración y le invitó a ir. Guillaume hizo el esfuerzo prometido. Le resultó “extraña” la forma en la que rezaban, alzando las manos, algo característico de los grupos carismáticos, donde además la música es esencial en la oración: “El caso es que cantaban, y como a mí me gusta tocar la guitarra, les acompañaba. Me resultaba simpático”. 

Luego, Guillaume fue ampliando su conocimiento de la Iglesia porque en ocasiones acompañaba a la joven cuando iba a la iglesia. “Fuimos continuando así nuestra preparación. Fue un tiempo muy intenso. Se aprende a descubrir al otro. El noviazgo supone una prueba, pero es muy importante. Algo me fue transformando".

También acudieron juntos a varios retiros, uno de ellos en una abadía, donde todo les fue “muy bien”. Los directores del encuentro fueron, eso sí, “muy directos” al hacerles reflexionar con realismo sobre lo que implica el matrimonio.

-¿Vas a soportar a este tipo? ¿Toda la vida? -les decían.

-Sí, sí -respondía Guillaume.

No se asustaba al irse introduciendo en un mundo hasta entonces desconocido para él. “Todo aquello me convencía”, continúa, “porque yo veía que queríamos construir algo sobre roca. Pero ¿sobre qué roca? Me dije que tenía que haber algo debajo”.

No tardaría en encontrarlo.

Jesús, "un Alguien"

“No recuerdo exactamente qué día fue. Había ido a la iglesia solo por acompañar a mi novia", recuerda: "Allí empecé a notar que había algo que me afectaba más de lo habitual. Pensé: ‘Realmente hay algo’. Abrí mi Biblia y empecé a leerla. Y al hacerlo se derrumbaron de repente muchos prejuicios. Descubrí a Dios, pero no solo a Dios, también a un Padre que nos ama y que me decía: ‘¡No temas!’ Eso me marcó enormemente. Aquel día se sembró una semilla que empezó a crecer”.

Algún tiempo después, Guillaume y su novia fueron al gran encuentro de jóvenes que cada verano organiza la comunidad del Emmanuel en Paray-le-Monial (Francia): “Tres mil jóvenes que se reúnen y rezan de rodillas… ¡Es impresionante! Tres mil personas, y ni un solo ruido… Entonces, recé. No sabía rezar mucho, pero muchas cosas pasaron por mi cabeza. Y en ese momento, no sé si fue un milagro -quizá sería demasiado, no me atrevo a decirlo-, pero… ¡conocí el rostro de Cristo! Sentí un calor, un amor… me puse a llorar de alegría al descubrirLe…"

Fue el nacimiento de un nuevo Guillaume: "Desde entonces, Jesús realmente se convirtió en Alguien para mí: alguien que está en mi corazón, en mi espíritu, en mi vida, a quien puedo hablar todos los días, a quien puedo confiar mis momentos más duros".

Esa era la "roca" sobre la que edificar su nueva vida, tan distinta a la que él había conocido en su hogar: "Me ayudó a construir mi familia, a creer en la familia. Hoy tengo una familia numerosa plena de amor. Y quiero compartir esa felicidad, que es una felicidad de Dios. Es la alegría de saber que no estamos solos en la tierra. De saber que es verdad que Dios es amor".

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