Luis Guillermo Correa lleva 38 años en primera fila contra el Maligno
El veterano exorcista de Cartagena de Indias cuenta los casos demoníacos que más le han afectado
Luis Guillermo Correa, de 74 años, es párroco en María de la Paz, en el barrio Los Corales, de Cartagena de Indias (Colombia). Empezó a trabajar en temas exorcísticos cuando tenía 36 años, cuando conoció la Renovación Carismática Católica, que entonces le parecía "una manada de locos" pero con la que luego ha trabajado el resto de su vida sacerdotal.
Cada día atiende entre 12 y 14 personas que llegan a su parroquia buscando ayuda contra la influencia del Maligno. Cuando el Papa Francisco pidió que cada diócesis tenga sus exorcistas oficiales, la arquidiócesis de Cartagena le pidió que ayude a formar a la nueva hornada de exorcistas jóvenes.
Explicó algunas de sus experiencias más impresionantes en el diario colombiano El Universal. Recogemos parte de la entrevista. [...]
- ¿Qué es el cielo y qué es el infierno?
- El cielo es la felicidad de vivir con Dios. Tanto el cielo como el infierno empiezan para cada persona en la tierra y se prolongan más allá de la muerte. Si yo amo a Dios, y obedezco sus mandamientos, voy conquistando mi cielo desde la tierra. Es una cuestión personal, es mi situación ante Dios, ante el mundo. En gracia de Dios se alcanza una tranquilidad indescriptible. Soy realmente feliz. Si me dejo llevar por el demonio y hago el mal y me entrego a los vicios, no soy feliz; aunque tenga dinero, la zozobra siempre va a estar presente. Cuando morimos esa felicidad o infelicidad se prolongará eternamente. Jesús lo dijo, la puerta al cielo es estrecha. [...] El infierno no es un lugar, es una situación personal. ¿Por qué no hablamos de lugar? Porque los espíritus no necesitan un lugar, no son seres corpóreos. Ha habido algunos casos en los que Dios ha permitido la visión del infierno. [...]
- ¿Cómo incursionó usted en esto de las liberaciones?
- En el año 80, tenía 36 años, llevaba 6 años en el sacerdocio, estaba en Villanueva y me di cuenta de que trabajaba mucho por el Señor, pero al mismo tiempo era consciente de que tenía mis debilidades personales. Trabajaba muy bien, pero cometía errores y pecaba. Le pedí a Dios que me mostrara dónde podía cambiar. Yo esperaba que me dijera: vete a un monasterio o a una montaña, pero cuando oraba me decía 've a la Renovación Carismática'. A mí no me gustaba porque la percibía como una manada de locos, pero al final dije 'si no hay más remedio'...
» En esa búsqueda, en ese año fui a un retiro espiritual en La Ceja, Antioquia, mi tierra, con el sacerdote Emiliano Tardiff, que tenía gran carisma para hacer oraciones de sanación. Él me oró, hice una fila larguísima como de dos horas para llegar hasta dónde él. Fue mi primer contacto con este tipo de oraciones. Me confesó, me absolvió y cuando me levanté me sentí totalmente diferente. Experimenté una paz en mi alma que era como el cielo y una felicidad inmensa, sin ningún asomo de culpa. Esa sensación de completa paz me duró un mes; la lucha es diaria, pero esa vez experimenté el cielo y desde entonces lo he experimentado mejor.
» Regresé a Villanueva y comencé a trabajar en la Renovación, ahí oramos por los enfermos. Dirigí la Renovación en Cartagena por 36 años. Yo esto no lo busqué sino que la gente venía y muchos venían con malas influencias; eran personas que habían estado en brujería, mujeres que habían abortado, personas que habían estado en espiritismo.
El padre Luis Guillermo con jóvenes en un encuentro de la Renovación Carismática Católica en Cartagena de Indias
- ¿Cuál es el caso más pesado que usted ha manejado?
-Señalar eso es muy difícil. Hubo un caso que fue pequeño, pero grande para mí. Una vez una mamá de la Renovación me pidió que orara por su hijo, que es un abogado. Era joven, ya estaba casado, pero estaba muy descompuesto, entregado al licor, a la parranda y a las mujeres, se estaba como enloqueciendo. Yo lo confesaba, oraba y se iba bien. A los 15 días volvía peor. Al final orando y hablando con él, Dios me mostró que la base de sus males estaba en un anillo que un indio de La Guajira le había rezado para asegurarlo. Le pedí que se lo quitara, lo oré y se sanó, no regresó más.
» Pero yo, de manera inconsciente, conservé el anillo en mi escritorio; pasó un mes y yo estaba atormentado; se me pasó a mí lo que él tenía. Sentía calor, ganas de vomitar, sentía que me puyaban todo el cuerpo y mucha rabia. Yo pensé, bueno, qué está pasando, estoy seguro de que no estoy en pecado porque el pecado lo lleva a uno a todas esas cosas. Estaba muy preocupado y le pedí a Dios que me dijera cuál era la causa. Había orado como un cuarto de hora cuando se me vino a la mente el anillo. Inmediatamente corrí al escritorio, lo mandé partir, le eché agua exorcizada, le hice una liberación al anillo y me hice una a mí, y hasta ahí. Creo que esas son pequeñas manifestaciones de que el maligno sí existe.
» He tenido otros casos grandes de personas que han estado en hechicería, en satanismo, que están muy oprimidas. Es muy terrible para algunos porque ya solo pisar la iglesia y se vuelven unas fieras; cuando están endemoniados tienden a agredir. Un lunes festivo, en la casa de oración frente a la Madre Bernarda, llevaron a un joven que apenas me vio revestido con la estola morada se fue contra mí, intentó hasta ahorcarme. Cuando entré al recinto estaba acurrucado en un rincón, se le veía la presencia del diablo en su mirada. Al final, entre todos, lo dominamos y le hicimos una primera oración muy fuerte, en la que se ata al espíritu malo y se le ordena salir del cuerpo de la persona. Estos son casos que ameritan hasta cinco oraciones para estar seguros de que el demonio sale completamente.
- ¿Cómo se prepara para hacer una liberación?
-Para uno trabajar en la sanación y liberación hay que tratar de llevar una vida muy íntegra y vivir en gracia de Dios. Tiene uno que confesarse, yo lo hago cada mes. Si se me presenta una liberación muy fuerte y he tenido algún disgusto, no la hago sin antes confesarme porque siento que todo lo contamina a uno. Cada día oro dos horas ante el Santísimo. Hago el Rosario a la Virgen. Ella es la más poderosa protectora. El diablo le tiene pavor a la Virgen porque ella es inmaculada y pura. Él no pudo mancharla, ella está sin mancha de pecado, el demonio no tiene sobre ella ningún poder.
- ¿Quiénes son los que más acuden a usted?
- Las mujeres, los hombres. Todos. Vienen muchos jóvenes, adultos; religiosas a pedir orientación para resolver problemas de su comunidad; sacerdotes también vienen.
- ¿La Iglesia cobra por ese servicio?
- Es gratuito.
- ¿Cuántos casos atiende en un mes?
- El número es relativo, pero cada día atiendo un promedio de 12 personas, máximo 14. De lunes a jueves atiendo gente que no es de la parroquia. Hay veces que vienen de los pueblos o de Barranquilla, de Santa Marta o de Montería. Han venido extranjeros también. Los viernes sí los dedico a gente de la parroquia. No todo el que viene donde mí tiene que estar bajo la influencia maligna, no. Puede estar en pecado o enfermo del cuerpo, yo atiendo toda clase de problemas. Cuando descubro que hay influencias malignas, los oro, pero los mando a venir otro día. En el mes dedico un día a la liberación, generalmente los miércoles, porque necesito un equipo para hacerlas. La liberación no la puede hacer un sacerdote solo. En mi equipo hay personas muy virtuosas, espirituales y tienen carismas, por ejemplo, el de palabra de conocimiento. Somos 4, tres señoras y yo.
- ¿Se ha equivocado en algún procedimiento?
- Creo que no, porque trato de ser muy prudente, voy despacio y con mucha oración. No todo lo que parece influencia maligna lo es; hay casos de personas que están enfermas mentalmente. Hay problemas de depresión, de esquizofrenia, de neurosis, que podrían parecer opresión, por eso uno tiene que ir muy despacito. Para liberar hay que descubrir por qué el demonio tiene el poder sobre la persona. Cuando se descubre la causa podemos decir que la batalla está ganada.
- ¿Y cuándo la persona es atea?
- Ahí es más difícil, no se puede hacer mayor cosa porque las liberaciones y el exorcismo se hacen a nombre de la fe. Para una persona que se declara atea y está endemoniada lo más que se puede hacer es orar por ella.
- ¿El maleficio que le echan a una persona, lo puede coger otra?
- En parte sí. Conocí un joven en Manga, hace unos 25 años. Me pidieron que orara por él, estaba muy grave, tenía unos 15 años, estaba en una habitación en la que no había cama ni nada, estaba tirado en el piso, desnudito y como un esqueleto. Cuando llegué, la mamá me detuvo en la sala para contarme la historia. Ese niño, cuando estaba más niño, amaba mucho a su papá, estaba muy apegado a él. El papá había sido muy bueno, pero llegó un día una mala mujer que lo enamoró y se lo llevó. Esta mujer, para dominar al papá y romper el vínculo con su hijo le hizo brujería a la familia y a partir de ahí el niño empezó a perder el control. Tenía episodios raros, incluso de violencia, sobre todo los viernes, reventaba las cosas, se hacía daño. ¿Por qué los viernes? El viernes es el día en que Jesús murió. A los grandes santos, el demonio los ha atormentado los viernes. El diablo odia a Cristo y odia la redención y trata de vengarse porque Cristo lo venció a él en la cruz.
» Entonces el niño se fue descomponiendo y cuando yo fui ya estaba completamente inconsciente. Le hice una oración a él y otra a la mamá para que perdonara a su exesposo. Como a los 5 días el niño murió. Son casos que me hacen pensar que la influencia maligna se puede pasar a otra persona.
(La entrevista completa, realizada por Erica Otero Brito, se puede leer aquí)
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