La Virgen y grandes santos y pensadores fueron maestros
10 consejos para preparar la Navidad con la virtud que permite escuchar y encontrar a Dios
Cada vez son más las autoridades y miembros de la Iglesia los que en un mundo protagonizado por el exceso del ruido y la inmediatez llaman a vivir de cara al silencio, aprovechando sus oportunidades y ventajas en la vida espiritual. Especialmente durante el tiempo de Adviento. Siguiendo su estela, el padre oblato de la Virgen María Edward Broom propone en Catholic Exchange 10 beneficios y consejos para poner el silencio en práctica hasta la venida de Dios en Navidad.
1º El lugar para encontrar a Dios…
En medio del ruido y la confusión no se puede encontrar a Dios, sino solo en el centro de un corazón impregnado de silencio. Recuerda la experiencia de Elías: Dios fue encontrado en el silencio de la suave brisa.
2º …y para escuchar Su voz
El joven Samuel en el templo experimentó la presencia de Dios, pero en silencio. Su respuesta fue: Habla, Señor, que tu siervo escucha. "La voz de Dios se puede escuchar en lo más profundo de nuestra alma en un profundo silencio", explica el padre Broom.
3º Necesario para recibir al Espíritu Santo
Después de nueve días y nueve noches de oración, que se hizo en silencio con la Santísima Virgen María, el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles en ese primer Pentecostés y nació la Iglesia. Por ello, el sacerdote afirma que, si realmente queremos experimentar la presencia permanente del Espíritu Santo, necesitamos el silencio.
4º No hay paz interior sin silencio
El ruido excesivo crea tensión, ansiedad y estrés. "Cuando entremos en el ambiente del silencio es cuando Dios nos ayudará a experimentar uno de los frutos del Espíritu Santo, que es la paz", invita el sacerdote. "El corazón humano aspira a la paz interior más que todas las riquezas que el mundo materialista moderno puede ofrecer. El regalo de Pascua de Jesús fue ese: ¡Que la paz sea contigo!", añade.
Abusar del ruido o no practicar en silencio puede crear tensión y estrés e impedirnos tener el alma abierta a las inspiraciones del Espíritu Santo.
5º Una ayuda para conocerse a sí mismo
Broom también advierte de que solo cuando estemos a solas con nosotros mismos y con Dios podemos llegar a conocernos y saber quiénes somos realmente, tanto lo virtuoso como los pecados, las luces que brillan en nuestras vidas y las horribles sombras que acechan en los recovecos internos de nuestra alma.
6º Puerta de entrada hacia la santidad
En silencio también podemos examinar nuestra vida moral y cómo actuamos a la luz de Dios. Así, podemos conocer nuestros pecados y llevarlos a la misericordia de Dios a través del Sacramento de la Confesión.
De no ser por su larga temporada convaleciente y en silencio, es posible que la conversión de San Ignacio nunca se hubiese producido.
Un buen ejemplo de esto es la vida de San Ignacio de Loyola. "Al ser herido en la batalla, se vio obligado a guardar silencio en su ciudad natal de Loyola. Tras este período de convalecencia, Ignacio viajó como peregrino al Santuario de Montserrat", explica el oblato.
Estando en este monasterio, envuelto en el silencio, el futuro santo supo penetrar profundamente en su conciencia, examinarla con detenimiento, confesarse y recibir la absolución y el perdón de sus muchos pecados. "Si Ignacio no se hubiera dejado absorber y envolver en el silencio, es muy probable que esta confesión y conversión nunca se hubiera producido", añade.
7º El silencio, un arma de caridad para escuchar a los demás
Además de conocernos a nosotros mismos, lograr un mejor arrepentimiento y escuchar la voz de Dios, Broom enseña que "el silencio nos permite abrirnos a escuchar a los demás con caridad, un arte de suma importancia que pocos adquieren plenamente".
Entre sus implicaciones, destaca que "escuchar exige paciencia, atención, humildad, desinterés y, sobre todo, caridad, auténtico amor y preocupación por el otro. Una persona que no aprecia el silencio puede tener dificultades para escuchar con atención y caridad a los demás", observa.
El sacerdote invita a considerar que el mejor oyente de todos "fue Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. De hecho"; añade que "Jesús pasó los primeros treinta años de su vida principalmente en silencio" y que "en la casa de Nazaret hubo mucho silencio: trabajando con San José, pasaban la mayor parte del tiempo en silencio".
8º Una fuente de inspiración divina
Una actitud interior de silencio también es necesaria para estar abiertos a Dios y las inspiraciones del Espíritu Santo. Nuestro Dios es un Dios celoso y no ocupará el segundo puesto frente a nada ni nadie. Si el ruido es predominante en nuestras vidas, nunca se escuchará la voz suave e insistente del Espíritu Santo, a la que llamamos inspiración. Vivamos una vida de recogimiento y silencio para escuchar con frecuencia sus inspiraciones dulces y consoladoras.
9º Los grandes pensadores siempre han sido amigos del silencio
Continuando con sus observaciones, el oblato menciona que si nos acostumbramos a pasar frecuentes momentos en silencio, podremos alcanzar una vida más profunda, movida por un uso adecuado de nuestra razón y que nos permita tomas buenas decisiones que nos bendigan a nosotros y a los que nos rodean. "Einstein, Dante, Shakespeare, San Agustín o Santo Tomás de Aquino, todos ellos pasaron largos períodos de tiempo en silencio en los que pudieron cultivar la profunda inteligencia que Dios les había dado", afirma el padre Broom.
El silencio fue una virtud especialmente practicada por la Sagrada Familia, recogido en las oraciones y en la tradición popular, como la devoción de los silencios de San José o Nuestra Señora del Silencio, en la imagen.
10º Una forma fácil de aprender a imitar a María
El sacerdote concluye ofreciendo el ejemplo de la Virgen María, que "tuvo una profunda vida mística y contemplativa y esto solo fue posible porque disfrutó de largos períodos de silencio".
"Dios envió al Arcángel Gabriel a María cuando ella estaba absorta en silencio, absorta en oración. Imitemos a María y disfrutemos del silencio para que Dios nos hable al fondo de nuestro corazón", concluye.
El cardenal Sarah, sobre la importancia del silencio en la vida del cristiano.