Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Misionera adoratriz con 108 años, condecorada por Japón

Sor Victoria, andaluza, es feliz en Japón: allí vivió la Segunda Guerra Mundial y combatió la trata

Sor Victoria de la Cruz, misionera adoratriz, con unas colaboradoras - las adoratrices ayudan a las mujeres víctimas de la prostitución y la trata
Sor Victoria de la Cruz, misionera adoratriz, con unas colaboradoras - las adoratrices ayudan a las mujeres víctimas de la prostitución y la trata
Hace muchos años, cuando ni soñaba con cumplir los 108 que ahora tiene, Victoria se quitaba el hábito de monja adoratriz con el que aterrizó en Japón antes de la Segunda Guerra Mundial y acudía de noche, camuflada como una occidental más que iba a presenciar algún espectáculo de mujeres de vida alegre, y hablaba con ellas.

No sois propiedad de ningún hombre. No pertenecéis a nadie, les decía. A las que la oían les ofrecía una salida: una casa y formación para ganarse la vida honestamente.

Muchas ´geishas´ le prestaron oídos. Hoy la voz centenaria de Victoria de la Cruz llega desde Kitami, a 15 kilómetros de Tokio. "Pido a Dios por todos vosotros. No os preocupéis por mí, después de 108 años ya no necesito más de su favor". De fondo, el teléfono deja oír la Estación de invierno de Vivaldi.

No es capaz de recordar lo que ha comido esta mañana, pero cuenta con nitidez pasmosa aquel viaje que la llevó a Japón en 1936.

"Duró dos meses y lo pasé mal por dejar a la familia atrás. Pero me mantenía alegre saber que tenía como misión ayudar a muchas personas".

«Tengo la cabeza bastante clara y puedo decir que soy feliz», asegura.


Cuando era más joven, con algunos recuerdos de España

80 años lejos de su ciudad
Casi 80 años lleva la religiosa lejos de su Málaga natal (su última visita a España fue en 1981). Y todos ellos los ha vivido luchando contra la trata de mujeres.

Como monja adoratriz ha frecuentado todo tipo de prostíbulos, polígonos y cunetas de carretera donde muchas japonesas son obligadas a prostituirse.

"Siempre he ido donde había una mujer que me necesitara", nos dice Victoria. Su trabajo ha consistido en ayudar a las maltratadas y explotadas sexualmente.

Las sacaba del patio trasero de la tradicional sociedad japonesa para realojarlas en centros donde educadoras sociales les ofrecían protección y un futuro para ellas y sus hijos.

"Ahora intento echar una mano de vez en cuando, pero ya tengo bastante con cuidarme a mí misma". Lo acentúa cerrando la frase con una desafinada carcajada. Hace muchos años que ya no sale de noche.

Crónica encuentra a esta centenaria malagueña en una residencia de las siete comunidades que las adoratrices -congregación creada en Madrid en 1856 para liberar a las mujeres oprimidas por la prostitución- tienen en Japón.

Victoria empieza el día a las cinco de la mañana. Mientras desayuna sus sobados con leche desnatada lee la prensa local en japonés y también los periódicos en inglés que llegan al centro. "Ahora se vive bien y con tranquilidad en Japón, por eso soy feliz", dice recordando aquellos difíciles años de la Segunda Guerra Mundial.

Llevaba tres años en Tokio cuando la aviación japonesa atacó Pearl Harbour (7121941) y durante los seis siguientes vivió refugiada, junto a las hermanas de la comunidad, en las montañas de Karuizawa, lejos de la ciudad. Pasó hambre y frío, pero a cambio obtuvo una mirada más limpia y serena del horror que le había separado de su misión. "El arroz y Dios nos salvaron", dice la religiosa.

Cuando todo pasó, ella y sus compañeras se fueron al sur del país, a Yokohama. Allí el trabajo social de la malagueña y de las demás adoratrices se multiplicó para curar las penurias físicas y morales que había dejado la bomba de Hiroshima.

Victoria puso especial atención en investigar cómo funcionaba la red de venta de niñas huérfanas a casas de geishas, donde les enseñaban artes japonesas de música y baile. Pero también a algunas les enseñaban a alquilar su cuerpo a los ´danna´, hombres adinerados, generalmente casados, que pagaban los entrenamientos de estas mujeres a cambio de sus favores sexuales.

Fueron los tiempos de las salidas nocturnas, sin hábito, camuflada como una occidental dispuesta a mezclarse entre mujeres de la noche.

"Después de la guerra, las religiosas montaron residencias para alojar a las mujeres en situación de vulnerabilidad. La prostitución en Japón siempre ha sido un tema delicado y es complicado trabajar para acabar con ello", relata Elisa Altadill, secretaria provincial de las adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad en Madrid.

Esta monja conoce muy bien a Victoria. "La última vez que la vi fue hace cuatro años en Tokio. Está muy lúcida y con muy pocas limitaciones para tener 108 años. Sigue conservando el aire de Málaga en sus venas y toca las castañuelas estupendamente", afirma Elisa.

Su amiga Victoria ha mamado la música desde pequeña gracias a su padre, Francisco, que fue concertino de la Orquesta de Málaga y profesor de conservatorio. La centenaria religiosa sigue tocando el instrumento andaluz cada vez que puede, para deleite de sus hermanas y de los visitantes que recibe la comunidad de adoratrices en Kitami, que acuden a escuchar las castañuelas de la misionera más longeva.

"No sólo es la misionera más vieja de España, seguramente lo sea también de la humanidad", dice orgulloso Francisco de la Cruz. Le encontramos en un piso en el centro de Málaga, a 11.000 kilómetros de distancia de su tía Victoria. No la ve desde 1973, pero se escribe cartas con ella cada pocos meses. "Mira su letra, empieza a escribir desde el vértice, es muy curioso".

Francisco, 73 años, nos muestra la última carta que la familia ha recibido desde Japón este verano. El simpático malagueño nos invita a conocer el origen de su tía. "Estamos orgullosos y nos emocionamos al hablar de ella".

Victoria es la segunda de nueve hermanos. Estudió para maestra y empezó dando clases particulares a niños en el barrio de La Caleta. Cuando decidió hacerse religiosa, ingresó en el noviciado de Guadalajara durante la Guerra Civil.

"Es la única de la familia que ha sentido una vocación religiosa, aunque todos somos muy creyentes. Después de Guadalajara volvió a Málaga, donde entró en la casa de las adoratrices y de allí la mandaron a Japón", cuenta su sobrino Francisco.

Condecorada por Japón
Victoria fue condecorada por el Gobierno nipón por proteger y retirar a cientos de mujeres de las calles y de los prostíbulos.

"Ha sido madre superiora de muchos centros y estuvo seis años viviendo también en California, donde fundó el colegio de las adoratrices de la ciudad de Dos Palos", explica Francisco. "Nosotros le decíamos que volviera a España, pero ella no quería y sólo pensaba en regresar a su querido Japón para seguir ayudando a las mujeres".

Su sobrino tiene fotos enmarcadas de su tía de joven, posando con toda la familia en una de sus visitas en 1968. En el ordenador también tiene una buena colección de imágenes de todas las épocas. "La que más me gusta es esta reciente, donde se la ve paseando con sus compañeras de la congregación. Todas van apoyadas en el bastón y con un corredor menos Victoria, que es la más anciana con diferencia y no necesita ninguna ayuda para andar. Es impresionante".

Francisco sólo ha visto dos veces a su tía, en el 68 y 73, pero dice que no ha perdido en ningún momento la sonrisa y el afán por ayudar a los demás. "Todavía conserva algunas expresiones malagueñas y se acuerda mucho de su mar Mediterráneo".

De los hermanos de Victoria sólo queda uno con vida, Fernando, de 95 años, que está en una residencia de Málaga. "La longevidad debe ser una cosa de familia, aunque el hermano está bastante peor que Victoria, que conserva una cabeza prodigiosa para su edad", señala Francisco.

Un alcalde pasmado
Preguntando en los conventos de la Costa del Sol, Victoria de la Cruz es toda una institución. "Es un ejemplo de vida y de lucha contra las injusticias", dice la hermana Maribel. Hasta el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, conoció hace unos años a nuestra protagonista en un viaje institucional que hizo a Tokio. El edil se quedó pasmado ante la buena salud de la mujer y destacó que recordara su ciudad natal con tanta cercanía y cariño.

La misión de las adoratrices a la que pertenece Victoria lleva en la potencia asiática desde 1928. Actualmente son 61 hermanas ubicadas en ocho casas y hace pocos meses han extendido su labor hasta la provincia de Siem Reap, en Camboya.

"Las adoratrices vamos a proteger a las mujeres hasta donde haga falta. En estos lugares las situaciones de abandono y precariedad son constantes. Tenemos varios proyectos para acoger a las mujeres con hijos, acompañarlas, formarlas y darles la oportunidad de llevar una vida normal", explica Elisa Altadill.

La congregación ha recibido este año el Premio Rey de España de Derechos Humanos por su lucha en favor de las mujeres víctimas de trata y violencia de género.

Estas peculiares monjas trabajan a pie de calle buscando a las miles de mujeres que son explotadas por las mafias. Siempre van en una furgoneta que hace de confesionario para que las chicas les cuenten sus problemas. "Les damos atención sanitaria y les ofrecemos pisos para alojarse si deciden dejar la prostitución", cuenta Elisa.

Las 1.000 religiosas que forman la congregación llevan a cabo 420 proyectos en países de todo el mundo.

En Burgos, por ejemplo, las adoratrices atendieron el año pasado a 405 prostitutas; el 12% eran españolas.

Marta González es la coordinadora del Proyecto Esperanza. "Desde 1999 desarrollamos un programa de apoyo integral para mujeres víctimas de la trata de seres humanos con fines de explotación principalmente en la prostitución y también en el servicio doméstico, matrimonios serviles, trabajos forzados u otros en condiciones de esclavitud", explica.

El equipo cuenta con psicólogas, educadoras, trabajadoras sociales y abogadas. El proyecto ha atendido este año 107 comunicaciones en relación con posibles casos de trata de mujeres explotadas sexualmente.

La vida de Victoria en fechas
24 DE JUNIO DE 1907. Ese día nació en Málaga, en la fonda Andaluza, propiedad de su abuela paterna. Iba para maestra. Tras unos ejercicios espirituales decidió que quería ser monja. Hija de Francisco, concertino de la Orquesta de Málaga, y de Manuela, es la segunda de nueve hermanos y la única de la familia con vocación religiosa.

ENERO DE 1936. Viaja a Japón por primera vez ya como misionera. La travesía en barco duró dos meses. Hoy reside en Kitami, ciudad situada a 15 kilómetros de Tokio. Ha ejercido su labor en distintos colegios, recibiendo incluso una condecoración del Gobierno. En enero de 2016 hará 80 años que desembarcó en Japón como misionera.

1941. Cuando el país entró en la Segunda Guerra Mundial, tuvo que marchar desde Tokio y refugiarse en las montañas de Karuizawa, al norte de la capital. "Vivimos momentos muy complicados pero estoy viva y coleando con mis ciento y pico de años".

1981. Fue el año de su última visita a España.

La historia de las adoratrices es del siglo pasado, al igual que la de nuestra protagonista Victoria de la Cruz. A sus 108 años, esta malagueña de nacimiento y japonesa de corazón sólo nos pide una última cosa antes de colgar el teléfono e irse a cenar: "Acercaos a la playa de La Malagueta y observad mi Mediterráneo por mí".
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