Jueves, 31 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Cosmas, joven sacerdote nigeriano, creció en una zona de mayoría musulmana

De niño se jugaba la vida a diario para ir a la Cruzada del Rosario: el fruto es ahora su sacerdocio

Cosmas, sacerdote de Nigeria
Cosmas tiene 31 años y actualmente está en Roma ampliando su formación como sacerdote

ReL

Cosmas Agwu Uka es un joven sacerdote nigeriano de la diócesis de Umuahia, en el sur del país, aunque él se crio en una familia profundamente católica en Kaduna, al norte del país y entre musulmanes. De hecho, desde niño su fe era probada constantemente, pues su seguridad también lo era. Aún así tanto él como su familia perseveraron hasta el final.

Desde niño se jugaba la vida para participar en la Cruzada del Rosario. Cada día, en esta zona de mayoría musulmana, acudía para rezar el Rosario con la Virgen y leer la Biblia. “Esto fortaleció mi fe”, afirma Cosmas.

Aquel pequeño es ahora un sacerdote de 31 años que está estudiando Filosofía en la Universidad de la Santa Cruz de Roma para así luego poder ser profesor en el seminario de su diócesis. En una testimonio recogido por CARF, fundación que le ha concedido esta beca para estudiar en Europa, Cosmas explica todo su proceso vocacional y los peligros que ha pasado para defender su fe:

“El rosario fortaleció mi fe en un país rodeado de musulmanes”

“Mi viaje en este mundo comenzó el 29 de junio de 1990. Mi padre, Stephen Ukwa Uka, que falleció hace un tiempo, y mi madre, la Sra. Felicia Uka, vivían en la parte norte de Nigeria en ese momento. Mi padre trabajaba como funcionario mientras mi madre era comerciante. Ambos eran católicos y criaron a todos sus hijos en la tradición católica. Fui bautizado en la catedral católica de San José de Kaduna el 21 de julio de 1990. Soy el último de seis hijos, cuatro niños y dos niñas.

Al mirar hacia atrás, es muy interesante para mí ver que, a lo largo de mi educación, solo he asistido a escuelas misioneras. De hecho, comencé mi educación infantil en la guardería de St. Joseph y en la escuela primaria Kaduna. Desde allí, nos mudamos y fui a la guardería y escuela primaria de St. Anne, en Kakuri, siempre en el estado de Kaduna.

Fue en St. Anne’s donde recibí por primera vez el llamado para ser sacerdote. Este deseo por el sacerdocio me motivó a comenzar las clases de Catequesis para recibir la Sagrada Comunión incluso desde una edad temprana. Fue entonces cuando pude unirme a los monaguillos y servir en el altar.

Cruzada del Rosario

Ya desde la infancia, todos los niños nos habíamos apuntado en el grupo llamado Cruzada del Rosario, donde fuimos y aprendimos a rezar el rosario todos los días y leer la Biblia. Y todo esto tuvo lugar dentro de un área predominantemente musulmana donde vivir nuestra fe católica quiere decir jugarse la vida cada día, pero esto realmente fortaleció mi fe.

Habiendo completado mi educación primaria, mis padres, recordando que había expresado un profundo deseo de ser sacerdote, me inscribieron en el Seminario menor de la Inmaculada Concepción Ahiaeke Umiahia, en el estado de Abia. Allí comencé a comprender gradualmente y más de cerca el llamado al sacerdocio.

Este deseo fue alimentado aún más por los formadores ejemplares y dedicados que estaban en el seminario en ese momento. En el seminario llegué a amar la Eucaristía a través de la celebración diaria de la Santa Misa.

La imposición de la sotana

Del seminario menor pasé al año de discernimiento espiritual, después de completar el trabajo apostólico de un año. En el año espiritual fui investido con la sotana, que fue para mí una etapa fundamental en mi camino hacia el sacerdocio.

La sotana en ese momento significaba que había puesto mis manos en el arado y ya no podía mirar atrás. La sotana blanca también significó para mí lo que iba a ser por dentro y que iba a ser una luz en el mundo. Era una gran responsabilidad, pero me dio alegría.

Para ser un buen pastor

En 2009 comencé los estudios filosóficos y luego los de teología, que terminé en 2017. La buena formación es imprescindible para ser un sacerdote, es un pilar de su vocación, ya que le enseña a apreciar la sabiduría de la Iglesia para poder ser un buen pastor en la vida de los fieles.

Es más: un aspecto edificante e inspirador de mi formación en el seminario fue el hecho de que al final de cada año académico se nos enviaba a realizar un trabajo apostólico. Cada seminarista fue destinado a una localidad donde vivía entre la gente, les enseñaba, rezaba con ellos y alimentaba su fe.

Cumplidos los requisitos filosóficos y teológicos y habiendo sido instalado como lector y acólito, fui ordenado diácono en diciembre de 2017 y de allí fui ordenado sacerdote el 21 de julio de 2018. Desde el día de mi ordenación se me quedó más claro que Dios realmente dirige los asuntos de los hombres. Esto es así porque providencialmente fui ordenado en la misma fecha de mi bautismo, el 21 de julio. Fue una feliz y significativa coincidencia.

Después de mi ordenación sacerdotal, fui enviado a trabajar en el seminario como formador. Fue realmente una experiencia maravillosa regresar para ayudar a acompañar a jóvenes seminaristas vibrantes a discernir su llamado al sacerdocio. Mi vida como sacerdote ha estado llena de grandes experiencias, comenzando con la celebración de los sacramentos y especialmente con la celebración diaria de la misa.

Estudiar en Roma

La necesidad de venir a Roma a estudiar se fundamentó en la solicitud del Seminario Mayor Provincial de que se enviaran más sacerdotes al seminario para atender las exigencias de la formación espiritual, intelectual, pastoral y humana de los seminaristas.

Mi obispo, Mons. Lucius I. Ugorji, quien es el presidente provincial de la comisión del seminario, decidió que fuera a Roma a estudiar Filosofía, en una Universidad Pontificia, a fin de obtener la calificación requerida que me permitiera enseñar en el seminario mayor.

Después de esto, mi obispo solicitó una beca a la Fundación “Ayuda a la Iglesia Necesitada”. Sin embargo, debido a la gran cantidad de solicitudes de becas, nuestra solicitud no fue aceptada. Muy grande fue mi alegría cuando recibí luego la noticia de que había una posibilidad para mí de formarme en Roma gracias a la ayuda del Centro Académico Romano Fundación. Así que solicitamos una beca para que yo pudiera estudiar en Pontificia Universidad de la Santa Cruz y, gracias al apoyo de CARF, pude obtenerla.

Mi tiempo en Roma es realmente maravilloso y edificante. El estudio filosófico ha sido revelador y alucinante. Por lo tanto, siempre estaré en deuda con CARF por brindarme esta oportunidad de estudiar en la Universidad de la Santa Cruz. Quedo agradecido por esta beca que me fue otorgada y les aseguro mis oraciones. Además, haré todo lo posible para aprovechar al máximo esta oportunidad que se me brinda.

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