Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Orar por la Paz

por Creo, Señor, aumenta mi fe

En la reunión de Asís con diversas autoridades religiosas del mundo el papa Francisco ha tenido dos intervenciones importantes sobre la paz.
   En la primera, ha reflexionado sobre las palabras de Jesús en la Cruz: “tengo sed”. (Jn 19, 28) Tiene sed de nuestro amor; también de es un grito de sufrimiento porque se siente abandonado. Recuerda el Papa a Teresa de Calcuta que quería que en todas las Capillas de sus hijas estuviera esta frase muy cerca del Crucifijo. “Las palabras de Jesús nos interpelan piden que encuentren lugar en el corazón y sean respondidas con la vida. En su tengo sed, podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz… Tienen sed. Pero a ellos se les da a menudo, como a Jesús, el amargo vinagre del rechazo. ¿Quién los escucha? ¿Quién se ocupa de responderles?  Encuentran demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está arto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que cambia de canal en televisión”.
   En el discurso sobre la paz el papa Francisco la sed de paz que todos llevamos dentro del corazón. “Llevamos dentro de nosotros y ponemos ante Dios las esperanzas y las angustias de muchos pueblos y personas. Tenemos sed de paz, queremos ser testigos de paz, tenemos, sobre todo, necesidad de orar por la paz; porque la paz es un don Dios y a nosotros nos corresponde  invocarla, acogerla y construirla cada día con su ayuda”
   Primero tenemos que sanar la gran enfermedad de la indiferencia. Es un virus que ataca al centro mismo de la religiosidad provocando <> “Pienso en la familias, cuyas vidas han sido alteradas; en los niños, que en su vida solo han conocido la violencia; en los ancianos, obligados a abandonar sus tierras: todos ellos tienen una gran sed de paz. No queremos que estas tragedias caigan en el olvido. Juntos deseamos dar voz a los que sufren, a los que no tienen voz y no son escuchados. Ellos aben bien, a menudo mejor que los poderosos, que que no hay fruto en la guerra y que la violencia de las armas destruye la alegría d ela vida”.
   La paz que se pide en Asís no es resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos. En este lugar no se ha rezado unos contra otros, como ha sucedido en la historia más de una vez, sino unos con otros. No se puede utilizar la religión para fomentar la violencia; quien lo hace contradice su más profunda inspiración. Solo la paz es santa, nunca la guerra.
   “Paz un hilo de esperanza que une la tierra con el cielo; una palabra sencilla y difícil al mismo tiempo. Paz quiere decir Perdón que fruto de la conversión y de la oración, nace de dentro y, en nombre de Dios, hace que se puedan sanar las heridas del pasado. Paz significa Acogida, disponibilidad para el diálogo, superación de la cerrazón, que no son estrategias de seguridad, sino puentes sobre el vacío. Paz quiere decir Colaboración, intercambio vivo y concreto con el otro, que es que es un don y no un problema, un hermano con quien tratar de construir un mundo mejor. Paz significa Educación, una llamada a aprender cada día el difícil arte de la comunión, a adquirir  la cultura del encuentro, purificando la conciencia de toda tentación de violencia y de rigidez, contrarias al nombre de Dios y de la dignidad del hombre”.
Desde el llamamiento del papa Juan pablo II hace 30 años se ha recorrido un largo camino. Ha dado lugar a sólidas amistades interreligiosas con las cuales se han evitado conflictos. La guerra no ha desaparecido del mundo; muchos pueblos han sido gravemente heridos. Con la guerra aun los vencedores  salen perdiendo.
    Hemos dirigido nuestra oración a Dios, para que conceda la paz al mundo. Reconocemos la necesidad de orar constantemente por la paz, porque la oración protege al mundo y lo ilumina. La paz es el nombre de Dios. Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo la violencia o la guerra, no sigue el camino de Dios: la guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma. Con tal convicción, reafirmamos, por tanto, que la violencia y el terrorismo  se oponen al verdadero espíritu religioso”.
   Es importante quitar las causas que llevan a la guerra: pobreza, injusticia, explotación y desprecio de la vida humana. Para concluir, el Papa señala la importancia del diálogo. “Nada se pierde, si se practica eficazmente el diálogo. Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz; desde Asís, con la ayuda de Dios, renovamos con convicción nuestro compromiso de serlo, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”. 
 
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