Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

La fecundación «in vitro», matriz del transhumanismo


por Jean-Marie Le Méné

Opinión

La reciente portada de una revista, que mostraba a un periodista, a su compañero y sus hijas nacidas mediante maternidad subrogada, ilustra una doble desconexión.

En primer lugar, entre la ley y las costumbres: cuando algo es factible, sea ético o no, con o sin ley, se hace. Las costumbres preceden a la ley.

Desconexión también entre las costumbres y la técnica. Antes de que la opinión pública se haya dado cuenta, los descubrimientos científicos dan lugar a aplicaciones tecnológicas susceptibles de modificar las costumbres. Así, la actualidad social que refleja esa portada (la maternidad subrogada) ya ha sido superada por la actualidad científica.

En efecto, el pasado 11 de octubre científicos chinos publicaron en Cell Press un artículo explicando que habían conseguido fabricar crías de ratón a partir de dos padres del mismo sexo. Las crías procedentes de dos madres sobrevivieron y tuvieron descendencia. Las crías procedentes de dos padres no sobrevivieron más de 48 horas. Los autores de esta publicación habrían conseguido neutralizar las regiones del genoma de “impronta” paterna o materna que hacen necesaria la fecundación heterosexual. Pero el experimento tiene puntos oscuros y está lejos de poder aplicarse a otras especies, en particular a la especie humana. Es evidente que esta pista de investigación va a ser seguida con la intención de fabricar embriones humanos a partir de padres del mismo sexo, y que esto afectará a la práctica de la procreación médicamente asistida (PMA) y de la maternidad subrogada. El útero artificial hará el resto y la maternidad subrogada ya no será necesaria.

Esto debería inducirnos a destacar un aspecto poco abordado de la reflexión bioética: la desregulación de la investigación sobre el embrión, lo que alimenta las transgresiones que criticamos. El único tema de bioética que interesa es el bloque que conforman la PMA para todas las mujeres [incluidas lesbianas sin problemas de fertilidad, n.d.R.] y la maternidad subrogada. Hábilmente, el político aceptará la PMA para todas las mujeres y rechazará la maternidad subrogada. Y el debate habrá concluido.

Pero aquí solo estamos hablando de la parte visible del iceberg. Lo que nadie comenta y empieza a figurar en todas las leyes sobre bioética es más grave. Es la liberalización progresiva de las diversas modalidades de reproducción para responder, no a las necesidades de los padres o de la medicina, sino a las aspiraciones de un mercado que crea a la vez la oferta y la demanda. En lo sucesivo, se perfila la creación de embriones con tres padres, de quiméricos embriones hombre/animal y de embriones transgénicos que modifican su descendencia, mientras esperamos la creación de embriones por reproducción no sexual, que se incluirá en la oferta en cuanto la técnica esté disponible. La eficiencia lleva a basar estos avances en la conservación de gametos en un banco y en la ampliación del control genético antes de la procreación, durante la fecundación in vitro y hasta el final del embarazo.

Es hora de comprender que la matriz del transhumanismo es esta reconstrucción de lo humano que lleva a cabo la fecundación in vitro desde hace cuarenta años. En el batiburrillo transhumanista, la PMA para todas las mujeres y la maternidad subrogada son plasmaciones, variantes, opciones que dependen de la moda. Rechazar una u otra de estas transgresiones no es muy útil si no se cuestiona la fuente que les permite avanzar, a saber, el principio mismo de la PMA. ¿Cómo criticar eficazmente unas prácticas manteniéndose en el interior mismo del cuadro que las desarrolla? Esto significa que contentarse con descalificar la PMA para parejas homosexuales por considerarla no-médica, en beneficio de la PMA para parejas heterosexuales por considerarla de indicación médica, supone alimentar el sistema que continuará imponiendo productos derivados al ritmo de los avances tecnológicos. La PMA, que es históricamente una trasposición a la especie humana de técnicas de perfeccionamiento y mejora de razas animales, es antiespecista por naturaleza. Si reducimos la concepción de un niño a un emparejamiento de células, nada la distingue de la de un animal.

Así pues, la PMA nunca es una indicación médica, pues permite que el embrión humano sea hecho, deshecho, rehecho o completado para responder a la demanda del mercado. La verdadera innovación transhumanista no es ni la PMA para todas las mujeres ni la maternidad subrogada, que son productos obsoletos, sino la arrogancia que consiste en ensamblar lo humano en una cadena de montaje, clasificarlo, congelarlo, descongelarlo, agrandarlo, transferirlo, cederlo a terceros, destinarlo a la investigación, disecarlo en el laboratorio y destruirlo cuando caduque. El empeño en ver un “progreso” en la PMA es el primer paso del transhumanismo.

Publicado en Génétique.

Jean-Marie Le Méné es presidente de la Fundación Jérôme Lejeune.

Traducción de Carmelo López-Arias.

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