Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Los frutos amargos del aborto


Ni la so­cio­lo­gía, ni la si­co­lo­gía, ni las ideo­lo­gías que apo­yan el abor­to, ni los apa­ren­tes de­re­chos para eje­cu­tar­lo, ni las le­yes que lo aprue­ban… po­drán eli­mi­nar el dra­ma in­te­rior que afec­ti­va y aními­ca­men­te se pro­du­ce en quien ha caí­do en esta abe­rra­ción.

por Monseñor Francisco Pérez González

Opinión

Cada vez me doy más cuen­ta de las se­cue­las tan no­ci­vas que deja en la mu­jer el abor­to in­du­ci­do. ¡Me pro­du­ce un gran do­lor! Y lo de­duz­co por los mo­men­tos en los que debo aten­der a per­so­nas que su­fren y pa­de­cen, con au­tén­ti­co dra­ma­tis­mo, el he­cho de ha­ber abor­ta­do cons­cien­te­men­te. Se ha es­tu­dia­do des­de el pun­to de vis­ta si­co­ló­gi­co, pero hay otro más pro­fun­do y es el sen­ti­mien­to de cul­pa­bi­li­dad o de pe­ca­do que deja el co­ra­zón he­ri­do y do­lo­ri­do. El dra­ma es pro­fun­do y na­die po­drá jus­ti­fi­car el daño rea­li­za­do por mu­cho que se diga que la mu­jer tie­ne ese de­re­cho al abor­to. El he­cho en sí daña a la mu­jer y a quie­nes lo eje­cu­tan. Por mu­cho que se afir­me que no hay se­cue­las de cul­pa­bi­li­dad. ¡Es men­ti­ra! El sen­ti­mien­to de ha­ber con­tri­bui­do a se­gar una vida na­die lo po­drá bo­rrar a no ser que haya un arre­pen­ti­mien­to y con hu­mil­dad se pida per­dón por tan mal he­cho. ¡Sólo Dios mi­se­ri­cor­dio­so col­ma­rá de paz al co­ra­zón arre­pen­ti­do! Ni la so­cio­lo­gía, ni la si­co­lo­gía, ni las ideo­lo­gías que apo­yan el abor­to, ni los apa­ren­tes de­re­chos para eje­cu­tar­lo, ni las le­yes que lo aprue­ban… po­drán eli­mi­nar el dra­ma in­te­rior que afec­ti­va y aními­ca­men­te se pro­du­ce en quien ha caí­do en esta abe­rra­ción. Es un do­lor tan ho­rri­ble que ani­qui­la a la per­so­na.

Aún re­cuer­do cuan­do un alto car­go del Go­bierno me es­pe­tó: “Los obis­pos han de so­me­ter­se a las le­yes que ema­nan del Par­la­men­to”. A lo que yo le res­pon­dí: “Si esas le­yes son jus­tas va bien, pero si son in­jus­tas como la ley del abor­to, yo por hon­ra­dez y dig­ni­dad hu­ma­na no pue­do acep­tar­la, pues­to que pri­man los Diez Man­da­mien­tos. Y el abor­to va con­tra el quin­to man­da­mien­to de No ma­ta­rás y más aún va con­tra la na­tu­ra­le­za hu­ma­na que ha de pre­ser­var y res­pe­tar la vida”. La pre­po­ten­cia e ido­la­tría de las ideo­lo­gías es tan de­ni­gran­te y or­gu­llo­sa que se po­nen por en­ci­ma de la ra­cio­na­li­dad y de la di­vi­ni­dad. La ti­ra­nía se hace pa­sar por li­ber­tad de de­re­chos. La per­so­na im­por­ta tan­to en cuan­to se an­te­pon­gan los pro­pios in­tere­ses. Es uno de los gran­des erro­res, es más, uno de los ma­yo­res ma­les que está su­ce­dien­do en la so­cie­dad. El fu­tu­ro será muy duro en el jui­cio al gran fra­ca­so que es­tán pro­du­cien­do ta­les le­yes. El abor­to es in­jus­ti­fi­ca­ble; la de­fen­sa de la vida es lo más jus­ti­fi­ca­ble.
 
Abo­go por la de­fen­sa de la vida. Un día me hi­cie­ron una en­tre­vis­ta y me pre­gun­ta­ron que cuál es la ra­zón por la que la Igle­sia no ad­mi­tía el abor­to. A lo que res­pon­dí: “La vida hu­ma­na debe ser res­pe­ta­da y pro­te­gi­da de ma­ne­ra ab­so­lu­ta des­de el mo­men­to de la con­cep­ción. Es un de­re­cho in­vio­la­ble de todo ser inocen­te que goza de vida. Mis ma­nos han sos­te­ni­do a ni­ños que las ma­dres tu­vie­ron la in­ten­ción de abor­tar y no lo hi­cie­ron y los he bau­ti­za­do. ¡Eran fe­li­ces! Pero mis ma­nos han per­do­na­do, en nom­bre del Se­ñor, a quie­nes han in­du­ci­do di­rec­ta o in­di­rec­ta­men­te al abor­to y se han arre­pen­ti­do. ¡Su ros­tro era más se­reno! La Igle­sia aco­ge la vida y aco­ge al pe­ca­dor arre­pen­ti­do. Na­die de los que han caí­do o han con­tri­bui­do al abor­to po­drá afir­mar que su con­cien­cia está tran­qui­la. La Igle­sia pone el dedo en la lla­ga, in­di­can­do la gra­ve­dad, pero tien­de la mano para cu­rar­la”. Los ar­gu­men­tos que se es­gri­men para jus­ti­fi­car el abor­to nun­ca tran­qui­li­zan. Pro­du­cen más daño. Sólo la ver­dad hará bro­tar un de­seo de re­pa­ra­ción y per­dón.
 
Con­clu­yo in­vi­tan­do a to­das las ma­dres que pue­dan te­ner la ten­ta­ción de caer en el abor­to a re­ci­bir nues­tras ma­nos y me­dios para ayu­dar­les en lo que ne­ce­si­ten. En la dió­ce­sis hay mu­chos que tra­ba­jan para res­ca­tar la vida que hay en el seno de la ma­dre y se les ofre­ce un se­gui­mien­to has­ta el mo­men­to que lle­gue a la luz la nue­va crea­tu­ra es­pe­ra­da. Esto me hace re­cor­dar lo que dice la ma­dre del fa­mo­so ita­liano An­drea Bo­ce­lli (un gran can­tan­te, te­nor y mú­si­co ita­liano), que re­ve­ló en una en­tre­vis­ta te­le­vi­si­va que cuan­do es­tu­vo em­ba­ra­za­da los mé­di­cos le re­co­men­da­ron abor­tar a su hijo por­que na­ce­ría con una en­fer­me­dad con­gé­ni­ta. Sin embargo, ella se negó: “Re­cuer­do cuan­do los mé­di­cos me di­je­ron: 'Abór­ta­lo, tu hijo será cie­go'. Me acon­se­ja­ron abor­tar, pero no lo hice… qui­se con­tar esta his­to­ria para dar fuer­za a las fa­mi­lias que afron­tan si­tua­cio­nes si­mi­la­res a aque­lla por la que yo y mi fa­mi­lia vi­vi­mos”. La ge­ne­ro­si­dad Dios siem­pre la ben­di­ce y con cre­ces.

Francisco Pérez González es arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela.
Comentarios
5€ Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
10€ Gracias a tu donativo habrá personas que podrán conocer a Dios
50€ Con tu ayuda podremos llevar esperanza a las periferias digitales
Otra cantidad Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Si prefieres, contacta con nosotros en el 680 30 39 15 de lunes a viernes de 9:00h a 15:30h
Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter

¡No te pierdas las mejores historias de hoy!

Suscríbete GRATIS a nuestra newsletter diaria

REL te recomienda