Martes, 15 de octubre de 2024

Religión en Libertad

El cardenal Don Marcelo, un padre de la Iglesia contemporánea

Marcelo González Martín.
El cardenal Marcelo González Martín, Don Marcelo, nació en 1918 y falleció el 25 de agosto de 2004. Fue obispo de Astorga y arzobispo de Barcelona y Toledo. Su gran obra en la diócesis primada (1971-1995) fue su seminario, referencia mundial en la formación de sacerdotes por su integridad doctrinal y espiritual.

por Monseñor César García Magán

Opinión

Por amable invitación de don Santiago Calvo [secretario de Don Marcelo durante 43 años], y con mucho gusto, escribo estas líneas para recordar, en el aniversario de su tránsito al Padre, la gran figura episcopal del querido cardenal don Marcelo González Martín, pastor eminente de nuestra archidiócesis de Toledo y modelo encarnado de vida y ministerio de un sucesor de los Apóstoles. En efecto, don Marcelo (como cariñosa y respetuosamente le llamábamos) se añade a ese largo elenco de prelados toledanos cuyo ministerio y magisterio han trascendido nuestra Iglesia particular y han sido luz y faro para la Iglesia en el momento histórico en que vivieron.

Don Marcelo supo conjugar armoniosamente su entrega generosa, prioritaria y sin reservas a la archidiócesis primada con su compromiso episcopal con otras Iglesias particulares y con la Iglesia universal, haciendo realidad las palabras del decreto del Concilio Vaticano II Christus Dominus: “Los obispos, como legítimos sucesores de los Apóstoles y miembros del colegio episcopal, reconózcanse siempre unidos entre sí y muestren que son solícitos por todas las Iglesias, porque, por institución de Dios y exigencias del ministerio apostólico, cada uno debe ser fiador de la Iglesia juntamente con los demás obispos. Sientan, sobre todo, interés por las regiones del mundo en que todavía no se ha anunciado la palabra de Dios y por aquellas en que, por el escaso número de sacerdotes, están en peligro los fieles de apartarse de los mandamientos de la vida cristiana e incluso de perder la fe” (n. 6).

Quienes tuvimos la gracia de ser formados en el seminario de la época de don Marcelo escuchábamos de sus labios y palpábamos en el compromiso de sus acciones su amor por la Iglesia, su comunión indefectible con el Papa, su solicitud en apoyar a otras diócesis y realidades de vida consagrada necesitadas de ayuda para la formación de sus vocaciones. Cuando alguien le comentó que éramos un número excesivo los sacerdotes jóvenes que estábamos estudiando en Roma, él replicó que, si no prestaban en un futuro su servicio en Toledo, lo harían en otras diócesis; pero que él sentía la responsabilidad de ofrecer presbíteros bien formados a la Iglesia. He aquí otra prueba más de su desprendimiento en favor de la comunión eclesial.

El cardenal González Martín vivió con intensidad su participación en el Concilio Vaticano II y siempre sintió como un don y como una responsabilidad el haber sido Padre Conciliar, como hizo constar en su lápida funeraria. Una vivencia conciliar sin ninguna reserva y con toda fidelidad que nos enseñó, nos estimuló y nos pidió vivir siempre. Herencia unida a la adhesión y a la comunión inquebrantable con el Sucesor de Pedro. Recuerdo sus celebraciones litúrgicas en la catedral primada, ejemplo de renovación conciliar, en las que comenzaba diciendo: “Celebramos esta Santa Misa en comunión con nuestro querido Santo Padre”.

Palabras proclamadas, palabras celebradas, palabras vividas de amor y comunión eclesial, de cercanía hacia los más necesitados (Pauperes Evangelizantur, como rezaba en su lema episcopal), de corazón abierto a los gozos y las necesidades de la Iglesia, al ardor por anunciar la Buena Nueva del Evangelio. Creo sinceramente que el cardenal don Marcelo puede ser calificado como un Padre de la Iglesia contemporánea, un auténtico apóstol, enamorado de Jesucristo y anunciando siempre la integridad del Evangelio.

Permítanme un recuerdo muy personal de una enseñanza práctica que me brindó don Marcelo, en un momento significativo de mi vida. Cuando fui invitado para prestar un servicio directo en la Santa Sede durante el pontificado de San Juan Pablo II, en conversación personal con él sobre esta posibilidad, un servidor le argumentaba que, además de mi joven edad, me veía integrado e ilusionado con el proyecto que el cardenal me había propuesto para servir en nuestra archidiócesis. Don Marcelo, con su tono paternal y convicción profunda, me argumentó: “El amor a la Iglesia hay que demostrarlo en hechos concretos, no es una frase vacía. Y si el Santo Padre te invita a prestar esta colaboración directa con la Santa Sede no puedes decir que no, porque ésta es la comunión y el servicio concreto que se te pide”. Gracias, don Marcelo, por sus palabras y su ejemplo que han sido y son referencia y criterio para los ulteriores servicios que la Iglesia me ha pedido.

Confiemos y pidamos para que un día, no muy lejano, esa Iglesia que tanto amó y sirvió don Marcelo le proponga oficialmente como ejemplo de pastores y padre de fieles.

Francisco César García Magán es obispo auxiliar de Toledo y secretario general de la Conferencia Episcopal Española.

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