Domingo, 28 de abril de 2024

Religión en Libertad

Nuestra guerra particular

Explosión nocturna en Gaza.
En Tierra Santa se acrecientan los odios, un campo abonado para la actuación del demonio.

por Gonzalo Fernández Escribano

Opinión

En estos últimos días se ha desatado un nuevo conflicto bélico entre Israel y Palestina que está provocando mayor división, si cabe, entre la población del mundo entero. Resulta difícil no posicionarse con uno u otro bando, pues más allá de las afinidades que uno pueda tener por cualquiera de ellos, lo que parece dominar es la ira, el odio por el contrario, y es precisamente esto lo que más decanta nuestra posición. Tristemente es el odio, y no el amor, el que mayor adhesión provoca

No pretendo con estas líneas mover hacia el posicionamiento en una facción u otra, tampoco hacer un análisis de las causas que han desencadenado esta situación, ni tampoco dar una falsa idea al lector de equidistancia entre los dos pueblos en guerra. Se trata simplemente de animar al lector a hacer una reflexión de manera que, siendo la realidad la que es, y habiéndonos formado una opinión, seamos capaces de abstraernos de nuestro emotivismo y racionalismo, y cambiar de perspectiva. 

Dice San Pablo en la carta a los Efesios que todo en la vida es combate espiritual, todo es una lucha suscitada por el demonio, cuyo único interés es desbaratar la obra de Dios, la creación, y deshacer su natural paz y armonía. En situaciones como la actual vemos que este combate transciende del ámbito espiritual al mundo material y se hace muy visible la acción del demonio. 

Es decir, efectivamente existen dos bandos en esta guerra, pero no son el palestino y el israelí, sino el bando de Dios y el del demonio. Y no pensemos que cada uno de estos últimos se identifica con alguno de los primeros, sino que en ambos hay parte de Dios y parte del demonio. Sí hay diferencia en las proporciones, pero nada humano es totalmente puro

Volviendo a la intención de estas líneas, si tenemos en consideración lo expuesto tendremos que elegir uno de los dos bandos, no podemos permanecer indiferentes, pues como dice el Apocalipsis, “porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca”. La cuestión es dónde nos posicionamos. ¿En la ira, la revancha, la venganza, el rencor, el resentimiento, el odio? O ¿en el amor, en el perdón, en el bien común, la convivencia, la fraternidad, la justicia, la compasión? 

Sé que es muy difícil pasar por alto la barbarie cuando domina la impiedad (o la falsa piedad, pues es difícil imaginarse un auténtico dios que desee la muerte), cuando se están cometiendo las mayores atrocidades contra personas indefensas, cuando domina la ira y la sangre se derrama no sólo con indiferencia sino con insana alegría y triunfalismo. Pero es precisamente ahora cuando debemos esforzarnos por tener una mirada compasiva, condescendiente con los que sufren, sean quienes sean, y mostrarles a Cristo con nuestro ejemplo.

Optar por el bando de Cristo implica buscar el bien y la justicia (la divina, no la humana), renunciar a la ira, no juzgar, no permanecer impasible ante el dolor ajeno, rechazar la revancha, dejarnos guiar por el amor, condenar toda agresión injusta, respetar las condiciones y proporcionalidad de la legítima defensa (Catecismo de la Iglesia católica, 2309), etc. No es idealismo. Es coherencia con el mensaje de Jesús.

Hablamos muchas veces de defender nuestro estilo de vida, nuestra tradición, nuestra cultura, en definitiva, la cristiandad, pero para ello sólo hay un camino, defender a Cristo poniendo por obra su mensaje

Esta es nuestra batalla, no la del Oriente Medio, sino nuestra propia batalla personal, en la que cada uno de nosotros tenemos que posicionarnos y pelear. No será fácil, pero confiad, Dios ya ha vencido.

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