Miércoles, 01 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Para educar a un niño hace falta enfrentarse a la tribu entera


Los jóvenes del botellón, en su actitud desafiante y chulesca, parecían estar llevando a la práctica un ejercicio de EpC: «Si soy autónomo,¿por qué me tienen que obligar a hacer lo que no me gusta? (editorial McGraw Hill)».

por Marisa Pérez Toribio

Opinión

Parece ser que hay un proverbio africano que José Antonio Marina ha escogido como lema: Para educar a un niño hace falta la tribu entera. Suena muy bien, pero no nos engañemos;  tal como está la tribu en la que vivimos se hace necesario reformular el proverbio: Para educar a un niño hace falta enfrentarse a la tribu entera; a las series y programas de televisión, a los distintos lobbies que están imponiendo su ideología, al Ministerio de Educación que premia y recomienda una guía sobre sexualidad dirigida a niños a partir de 10 años, en la que se califica una relación sexual esporádica entre niños, en un campamento de verano, como una iniciación sexual plenamente satisfactoria...y suma y sigue. Sin ir más lejos, hace falta enfrentarse hasta al propio Marina que se atrevió a decir en una conferencia pronunciada en el Instituto Maestro Juan de Ávila, de Ciudad Real, en marzo del 2008: «La escuela tiene que formar ética y moralmente a los alumnos. ¡No me voy a fiar de la educación moral que les den sus padres!». Otro pirómano educativo echando más gasolina al incendio que está abrasando a nuestros jóvenes.

Hace unos días se producían unos gravísimos sucesos en Pozuelo. Como no podía ser de otro modo, estamos recogiendo lo que se ha estado sembrando tanto tiempo, poco a poco, insensatez a insensatez. Mucho se ha escrito sobre lo sucedido. Sin duda el tema es complejo, pero algunos parece que han encontrado el origen de los disturbios: Pozuelo es una localidad con un gran número de objetores de conciencia, en la que se han celebrado, además, los dos Encuentros Nacionales de Objetores a EpC. “Ese es el ambiente en el que viven esos jóvenes, gracias al desinterés de sus padres por los valores cívicos”, se ha dicho en algunos diarios. Gabilondo (el hermano del Ministro) ha sacado una conclusión parecida: «Son precisamente ellos los que se oponen a Educación para la Ciudadanía». Parece que dan por seguro que entre los vándalos de Pozuelo había objetores. Permítanme que lo dude. Si hay que buscar objetores de conciencia en Pozuelo no es probable encontrarlos intentando asaltar comisarías, la verdad.
 
Muchos jóvenes (y sus padres también, no nos engañemos) llevan tiempo impregnándose de los postulados ideológicos que han cristalizado en EpC, así como de la nefasta pedagogía que utiliza. Se desprecia la autoridad paterna y se obliga a los niños a cuestionarse los valores que se les ha transmitido desde la familia. Los jóvenes del botellón, en su actitud desafiante y chulesca,  parecían estar llevando a la práctica un ejercicio de EpC: «Si soy autónomo,¿por qué me tienen que obligar a hacer lo que no me gusta? (editorial McGraw Hill)». Tal vez resonaban en sus oídos las palabras de la profesora Concha Mateos en la clase de EpC que organizaron las Juventudes Socialistas en plena calle en el año 2007: «Tu decisión será acertada o no, pero lo importante es que tú la sientas como acertada». Con tal referente moral no parece que se pueda llegar muy lejos.  Peligrosos mensajes que están recibiendo los jóvenes, sin ninguna mención al  respeto a los padres, a los profesores, a los adultos en general. ¿Por qué habrían de respetar a la policía?
 
Los padres tenemos la gravísima responsabilidad de educar a nuestros hijos, por difícil que sea;  no podemos eludirla, aunque eso suponga, como pasa en estos tiempos, enfrentarnos a toda la tribu. No es fácil, pero es imprescindible. En palabras de Juan Pablo II «este deber de la educación familiar es de tanta transcendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse». Lo estamos viendo cada día.
 
Qué mensaje tan distinto lanzan otros. El periódico El País ha publicado, estos dos últimos años, el diario de un supuesto adolescente que lleva por título Me cago en mis viejos. El objetivo es sólouno: “que me cagara con método y cobrando, durante todo el mes de agosto (…). Qué gusto, qué flipe, qué gozada sobre todo que no sepan que soy yo el que se caga en ellos, el que se va a cagar en ellos (si Dios quiere, que diría mi abuela) durante todo el mes de agosto, día a día. (…) Y aquí estoy… cagándome en mis viejos en 1.900 caracteres que son como 1.900 boñigas apestosas, mientras ellos creen que hinco los codos”. Los editores del citado periódico elogian al autor de esta manera, “este terror de padres y educadores, este trasgo sabio y solitario dispuesto a patear las conciencias bienpensantes de, pobres de nosotros, tantos y tantos padres y madres de familia (…) ese sujeto lúcido y amargado, ese cruce de caminos entre Salinger y Bukowski».
 
Quién sabe, a lo mejor los jóvenes de Pozuelo han leído el diario de este sujeto lúcido y sabio y también quieren ganarse la vida pateando conciencias bienpensantes. Tal vez el otro día sólo estaban haciendo méritos para ganarse una colaboración diaria con el título Me cago en la pasma. Y después, si hay altercados, otra excusa más para culpar a los objetores y reclamar más EpC.
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