Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

El enemigo de la paz

Emmanuel Macron y Joe Biden, en el Despacho Oval.
Emmanuel Macron y Joe Biden, dos gobernantes cortados por el mismo patrón farisaico: se rasgan las vestiduras por unas víctimas inocentes mientras promueven la masacre de los inocentes no nacidos.

por Angélica Barragán

Opinión

En los últimos años, nuestra sociedad se ha visto politizada por varios acontecimientos de los que, debido a la cantidad ingente de información que recibimos, no pocas veces plagada de incoherencias y contradicciones, es poco lo que sabemos y mucho lo que ignoramos.

Entre estos eventos se encuentran dos terribles guerras que han polarizado aún más a gran parte de la sociedad que, al tiempo que se apresura a expresar su solidaridad ante males y tragedias que no está en su mano remediar, observa, con un silencio cómplice, los graves conflictos que se desarrollan y crecen en su mismo suelo. De esta manera, nos escandalizamos ante las imágenes de niños que sufren hambre, sed y toda suerte de privaciones e injusticias mientras callamos y hasta apoyamos la censura de los medios a las cruentas pero muy reales y molestas imágenes de fetos abortados; exigimos, con razón, el respeto de todas las vidas inocentes, mientras apoyamos los llamados “derechos reproductivos”; expresamos, con banderas y consignas, nuestra solidaridad a la causa popular mientras mantenemos silencio ante la guerra más larga, cruel y letal de todas: la guerra que se libra en nuestra misma sociedad contra el ser humano que, en su etapa más vulnerable, justo cuando comienza a formarse en el seno materno, es asesinado con los agravantes de alevosía, ventaja y suma crueldad, a través del aborto.

Por su parte nuestros políticos, cual modernos fariseos, rasgan sus vestiduras ante las cuantiosas vidas inocentes segadas por el terrorismo al tiempo que siguen impulsando leyes que condenan a muerte a innumerables inocentes en sus propios países, ante el silencio de la mayoría y el apoyo de muchos. Así, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pocos días después de condenar el odio ciego y asesino del grupo terrorista palestino, se comprometió a consolidar, durante el siguiente año, el aborto como “derecho” constitucional a fin de hacerlo irreversible.

A su vez, el presidente Joe Biden ha señalado que la pérdida de vidas inocentes por el ataque terrorista es desgarradora. Desafortunadamente, no opina lo mismo de las innumerables vidas inocentes, segadas en el mismo vientre de la madre, pues ha refrendado el compromiso de su administración con la protección de los llamados derechos reproductivos (aborto) y, al igual que su homólogo francés, ha expresado su determinación a hacer del aborto un derecho federal que anularía las leyes estatales tendientes a proteger la vida.

Desafortunadamente, no son los únicos mandatarios que promueven la cultura de la muerte, puesto que la gran mayoría de políticos, aun llamados conservadores, hace tiempo defienden el llamado derecho al aborto a tal punto que prácticamente ningún partido y contados políticos defienden la vida desde la concepción sin excepción alguna. Además, la mayoría de los votantes son contrarios a la restricción total del aborto, como se acaba de demostrar en Ohio, donde tras la anulación de Roe v. Wade, en junio de 2022, se había prohibido, por un breve período, los abortos después de seis semanas de embarazo. En dicho estado, los votantes, hace unos días, eligieron la muerte sobre la vida al votar abrumadoramente a favor de incluir el aborto, prácticamente ilimitado, como derecho dentro de su constitución. Esto no es de extrañar ya que, de acuerdo con Ipsos (empresa de investigación de mercados) 3 de cada 5 ciudadanos, a nivel global, afirman que el aborto debería ser legal en todos o en la mayoría de los casos. Ante esto es importante señalar que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, actualmente se llevan a cabo aproximadamente, 73,3 millones de abortos cada año.

Así nuestra sociedad, mientras habla de paz, favorece la guerra en su misma patria, pues como bien lo señaló la Madre Teresa de Calcuta: “El aborto mata la paz del mundo… Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte? ¿Qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento”. Ciertamente, ¿cómo podemos pretender que haya paz entre las naciones si no hay paz ni siquiera en nuestras propias familias, en las cuales el divorcio, la anticoncepción, el adulterio, la promiscuidad, la pornografía, el feminismo y la ideología de género han sembrado una violenta enemistad entre el padre y el hijo, el marido y la mujer, la madre y el bebé que se gesta en su vientre?

Trabajemos por la paz uniéndonos en oración y penitencia por las víctimas inocentes de todos los conflictos armados alrededor del mundo. Y con valentía, hagamos frente a la guerra que se está librando, a través de diversos y perversos métodos, en la gran mayoría de nuestros países. Una guerra que se libra sin armas y con la ley en la mano y que, sin prisa, pero sin pausa, está destruyendo no solo muchísimas vidas sino también innumerables almas.

Y recordemos que si en nuestro mundo cada vez hay más violencia e injusticias es porque se ha desterrado a Dios de las naciones, de las leyes, de la sociedad y hasta de las familias. Roguemos a Nuestra Señora de las Victorias que interceda por todos nosotros para que, con humildad, busquemos la paz en su única fuente verdadera, Nuestro Señor Jesucristo, Príncipe de la Paz.

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