Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Cosas de la misa que te van a maravillar


por Gonzalo de Alvear

Opinión

Somos muchos los católicos que vamos a Misa. Muchos se quejan de que no la entienden plenamente. Muchos dicen aburrirse. Muchos nos distraemos. Muchos  buscamos a tal o cual cura porque nos gusta como habla y así ponemos equivocadamente la homilía como centro de la Misa. Y para muchos, expresiones como “La Misa es el Cielo en la Tierra”, popularizada por el libro de Scott Hahn, nos resultan ajenas e incomprensibles.

Éstas son algunas verdades que pueden ayudar a cambiar esas percepciones

La Pasión de Jesucristo fue el sacrificio del inocente que se ofrece voluntariamente para salvar a quienes no lo fueron, a quienes  no lo somos y a quienes no lo serán. La Vida, la Bondad, la Pureza y la Inocencia fueron entregadas al verdugo para salvar a la Humanidad. La imagen del cordero llevado al altar del sacrificio, tan repetida en el Antiguo y Nuevo Testamento (en el Apocalipsis de manera especial) lo expresa perfectamente  “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53, 7).

“La Misa es el sacrificio de Cristo que se ofreció a si mismo una vez y para siempre en la Cruz.” No es otro sacrificio, no es una repetición. Es el mismo sacrificio de Jesús que se hace presente. Es una renovación incruenta del Calvario, es decir, una renovación sin repetirse el sufrimiento que padeció Jesucristo en su Pasión. Pero Jesús se vuelve a sacrificar con el fin de volver a redimir a la Humanidad. Así, en cada Misa, Cristo es Redentor y la Humanidad es redimida.

Cuando asistimos a Misa, acompañamos a Jesús en su Pasión. Sabemos que fue abandonado por casi todos y Él nos invita a estar a los pies de la Cruz, junto a su Madre y Juan. Más aun, nos invita a ofrecernos con Él a Dios Padre justo antes de rezar el Padrenuestro. “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos.” ¿Qué padre negaría algo a un hijo que le ofrece y entrega  su vida? ¿Qué Padre no se conmovería al ver a sus hijos acompañar en su Pasión a su Hijo predilecto? A los pies de la Cruz, acompañando a Jesús, Dios nos mira fijamente, atentamente, con un Amor Infinito. No es fácil imaginar un momento mejor para abrirle nuestro corazón.

No somos meros asistentes en la Misa, sino que somos hijos que escuchamos (la Palabra de Dios), acompañamos (a Jesús en su Pasión), nos ofrecemos (junto a Jesús) y pedimos (a nuestro Padre).

Y quizá ahora podamos comprender mejor a los santos cuando describían la Eucaristía.

San Agustín: "La eucaristía es un banquete en el que comemos con Cristo, comemos a Cristo, y somos comidos por Cristo".

San Francisco de Asís: “El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote".

San Alfonso de Ligorio: "El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa".

San Juan María Vianney (Santo Cura de Ars): “Si conociéramos el valor de la Santa Misa nos moriríamos de alegría”.

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