Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

Las tentaciones y el Maligno


por Monseñor Demetrio Fernández

Opinión

Comienza la Cuaresma, cuarenta días de preparación para la Pascua, que este año celebramos el 21 de abril, cuarenta días para la solemne celebración de la muerte y resurrección de Jesucristo, cuarenta días de camino catecumenal para renovar nuestras promesas de bautismo en la Vigilia pascual. Luego vendrán cincuenta días de celebración de la nueva vida del Resucitado, de la nueva vida del Bautismo. Vivamos la Cuaresma con intensidad, y así disfrutaremos de la Pascua con intensidad proporcionada.

Y el primer domingo entramos con Jesús en el desierto para vencer al Maligno, a Satanás, que continuamente nos tienta para alejarnos de Dios. Cuando el diablo fue vencido por el príncipe de los ángeles, Miguel, “se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos (de la Mujer), los que mantienen el testimonio de Jesús” (Ap 12,17). Es decir, desde que fue derrotado por Jesús, el diablo no tiene otra tarea que la de apartarnos de Jesús, ofreciéndonos con sus mentiras un mundo feliz y engañoso.

Jesús aparece en este primer domingo de Cuaresma luchando cuerpo a cuerpo contra Satanás y lo derrota apoyado en la Palabra de Dios. Con esta enseñanza, la Iglesia nos invita a luchar contra Satanás ayudados por Jesús e inspirados por su ejemplo.

“No sólo de pan vive el hombre” (Lc 4,4). Es la tentación del materialismo. Como si solo existiera lo que vemos y tocamos. Ciertamente, tenemos necesidades materiales, pero la persona humana es mucho más que sólo materia. Es también espíritu, y ha de atender esas necesidades del espíritu de manera prioritaria. Cuando el hombre sólo atiende sus necesidades materiales, se embrutece. La Cuaresma nos invita a cuidar el espíritu, a alimentarlo con la Palabra de Dios, con los sacramentos y con las buenas obras.

“Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto”. Es la tentación de la soberbia y la autosuficiencia. El demonio nos hace ver que él nos lo va a dar a todo, si hacemos caso a sus mandatos. Y a veces lo consigue, tontos de nosotros. Porque es mentira lo que ofrece y porque no puede darnos lo que ofrece. El corazón humano está hecho para Dios y solo Dios puede llenarlo. El demonio se pone a ocupar el lugar de Dios y nos engaña. El demonio se disfraza de muchas maneras, se disfraza de poder, de placer, de tener. Se disfraza de poderío y de dominio. Y llega a seducirnos. Si uno no adora a Dios, adorará a Satanás de una manera u otra. El tiempo de Cuaresma es una invitación constante a abandonar los ídolos y volvernos a Dios, el único que puede salvarnos.

“No tentarás al Señor tu Dios”. Es la tentación de hacernos un Dios de bolsillo, a nuestra medida, a nuestro antojo. Es querer que Dios esté a nuestro servicio, que Dios se ajuste a nosotros, en vez de ajustarnos nosotros a él. Es una tentación muy sutil del demonio, que se nos cuela en el corazón. Hacemos nuestros planes, buenos o no tan buenos, y queremos que Dios se ponga a nuestro servicio. La vida cristiana consiste en ponernos bajo la voluntad de Dios, no al contrario. Cuando llega la contrariedad hemos de buscar la voluntad de Dios ahí. No se haga mi voluntad, sino la tuya.

Otros muchos campos están sometidos a la tentación del demonio. Si Dios permite la tentación, es porque quiere darnos la victoria. San Agustín nos recuerda: no hay victoria sin combate y no hay combate sin tentación. Por tanto, la tentación está orientada a la victoria sobre el demonio, que puede ser vencido si nos apoyamos en Jesucristo.

Comenzamos la Cuaresma con buen ánimo, dispuestos a la lucha diaria para vencer al Maligno. Jesús va por delante, María santísima ha pisado la cabeza de la serpiente (Satanás), los santos han vencido en este combate. Saldremos reforzados de esta Cuaresma, si desde el principio nos tomamos en serio la lucha contra Satanás.

Publicado en el portal de la diócesis de Córdoba (España).

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