Munilla aclara conceptos: «Llamar a la conversión no es ser proselitista, es vivir el Evangelio»
"No queremos convertir a los jóvenes a Cristo o a la Iglesia católica ni nada por el estilo", afirmó el obispo auxiliar de Lisboa, Carlos Américo Aguiar, tres días antes de que el Papa anunciase su nombramiento como cardenal. El prelado, responsable de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en la capital portuguesa en la primera semana de agosto, matizó después, a la vista del escándalo suscitado, que se refería al "proselitismo".
Saliendo al paso de la confusión creada ("un disgusto en la vida de la Iglesia", afirmó), el obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, aclaró algunos conceptos en su programa Sexto Continente, en Radio María.
¿Qué es proselitismo?
Recordó en primer lugar que no se puede confundir el proselitismo con la evangelización y el apostolado, pues, de hecho, "la llamada a la conversión se identifica con el inicio del ministerio público de Jesucristo".
Para ello, monseñor Munilla empezó describiendo algunas características del proselitismo, cuya condena, dijo, no es solamente habitual en Francisco, sino que se encuentra también en Benedicto XVI, quien proclamó que "la Iglesia crece por testimonio, no por proselitismo".
En la Biblia, recordó el obispo, se llama "prosélito" a un pagano convertido al judaísmo, y eso no es malo, pero sí lo es todo sufijo "-ismo" que "absolutiza un aspecto de la realidad".
¿Qué define al proselitismo, según monseñor Munilla?
El proselitismo:
-subraya la pretensión de que alguien pase a tener tu fe hasta convertirla en algo "obsesivo" y sin "respetar la libertad";
-es "una acción predicadora que no da importancia al testimonio, a cómo tú mismo vives el deseo de conversión";
-"no respeta los tiempos, arrolla a las personas, no tiene en cuenta la necesidad de escucharlas", porque "hay que predicar con paciencia, sabiendo acompañar";
-olvida que "no soy yo quien convierte ni la eficacia de mis palabras, quien convierte es el Espíritu Santo";
-"supedita el ofrecimiento de la caridad a la adhesión".
En resumen, y dado que la evangelización implica diálogo sincero para comprender las razones y sentimientos de los otros, "proselitismo es una evangelización mal hecha".
La llamada a la conversión, una exigencia
Ahora bien, hecha esta aclaración de ideas, monseñor Munilla aseguró que "lo preocupante es que se esté subrayado tanto el 'no' al proselitismo sin subrayar la acción evangelizadora para ganar almas para el Señor, entendiendo como proselitismo la llamada a la conversión".
Puedes ver aquí la intervención completa de monseñor Munilla sobre este tema en 'Sexto Continente'.
En el Evangelio, sin embargo, vemos que "Jesucristo sobre el proselitismo habló poco, sobre todo subraya el 'id y evangelizad, id y sed apóstoles'", por lo que "donde tenemos que poner el acento es en esa llamada a todos a la conversion y a la fe". Y Cristo "encomienda a los apóstoles continuar esa acción evangelizadora".
¿Por qué? Porque "solo Cristo nos puede salvar, sin Jesucristo no hay salvación, así que hay una urgencia muy grande de proclamarlo", como detalló, en un documento del que leyó varios párrafos, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe en un documento de 2007 de cardenal William Levada sobre "algunos aspectos de la evangelización".
"No confundamos el no al proselitismo con que no hay que llamar a la conversión a la gente; es como dejar el Evangelio en silencio e invalidado", resumió Munilla.
El pluralismo
Quien también repasó otro concepto que mueve a confusión, el pluralismo: "La pluralidad no puede convertirse en excusa para la indiferencia ante la verdad", porque "las religiones no son iguales, solo Jesucristo es el revelador del Padre".
Por tanto, "el pluralismo es bueno si sirve para llevar a la plena unidad en Dios; es bueno en la medida en que sea el punto de partida, no el punto de llegada. Jesucristo pidió al Padre para 'que todos seamos uno', no dijo 'Padre, que todos sean distintos y diversos'. Jesucristo no fue un moderador de pluralismos, sino un maestro de la Verdad".
Para qué son las JMJ
"Lo más propio del Evangelio es la llamada a la conversión tras haber recibido el anuncio del amor de Dios", concluyó.
Y, sí, "el fruto de una JMJ se evalúa por dos parámetros: la cantidad de conversiones y la cantidad de vocaciones (matrimonio, sacerdocio, vida consagrada). Una JMJ es una llamada a conocer a Jesucristo, es una llamada a la conversión. Llamar a la conversión no es ser proselitista, es vivir el Evangelio".