Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

No todos los políticos son iguales


La diferencia esencial entre los dos tipos de políticos es que el político honrado tiene virtudes, principios y valores y el otro no.

por Pedro Trevijano

Opinión

Actualmente hay muchas frases nada inocentes, porque como decían los antiguos romanos: “questiio de nomine, questio de re”, es decir tratar sobre el nombre de las cosas es ya tratar sobre el fondo del asunto. Así a la palabra aborto se la quiere sustituir por  interrupción voluntaria del embarazo, a la unión de dos homosexuales se le llama matrimonio y no importa como consecuencia hacer desaparecer las palabras padre y madre, la familia normal y natural se la quiere llamar familia tradicional, pero dejar paso a otras uniones. Incluso hoy se trata de proteger a los políticos sin principios ni escrúpulos con la tópica afirmación que “todos los políticos son iguales”. ¿Es verdad?

Como sacerdote hace unos días he celebrado la Misa en honor de San Francisco de Borja, quien renunció a una brillante carrera política, (llegó a ser virrey de Cataluña), para hacerse jesuita. Tenemos especialmente la figura de Santo Tomás Moro, que fue primer ministro de Enrique VIII y murió mártir por fidelidad a su conciencia y al que la Iglesia ha constituido patrono de los políticos. Con frecuencia también en el santoral nos encontramos con reyes que han sido canonizados, como nuestro Fernando III el Santo. Y si nos vamos a tiempos más recientes los tres fundadores de Europa, De Gasperi, Schumann y Adenauer fueron auténticos estadistas, que a los muy pocos años de una guerra feroz de sus países, supieron poner los cimientos de Europa. Los dos primeros tienen la causa de beatificación introducida y el tercero era igualmente profundamente católico. En cambio en sentido negativo, tenemos los nombres de Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot.

Los políticos no dejan de ser seres humanos y entre ellos hay como en todas partes y profesiones buenas personas, regulares y malos. A veces también se oye decir todos los abogados son iguales o todos los médicos, pero cuando el asunto afecta a nuestra salud procuramos caer en manos de un médico que nos inspira confianza y rehuir a aquéllos de quienes no nos fiamos. ¿Qué duda cabe que, aunque haya sinvergüenzas, muchos entran en política con una auténtica vocación de servicio a su gente y su nación? Pensemos en tantos concejales en pueblecitos del País vasco y Navarra, que se juegan literalmente la vida por servir una causa en la que creen y sin esperar hacer una brillante carrera política. Recuerdo lo que me decía un político de esas tierras: “soy más bien no creyente, pero si existe Dios y me matan creo que me presentaré ante él en mejores condiciones por haber seguido una causa que creo justa”.

Personalmente las veces que he tenido que aconsejar a una persona sobre si hacer o no una carrera política lo primero que le aconsejaba era que tuviese otro medio de vida, para que pudiese eludir el ser víctima de la disciplina de Partido, que normalmente se puede seguir, pero que hay casos, como la Ley sobre el Aborto, en la que de lo que se trata es convertir un crimen en un derecho y eso puede colar en ambientes humanos, pero no ante Dios, porque es una violación directa de la Ley Natural y del quinto mandamiento.  Si una persona va a la política con vocación de servir a la sociedad y tiene muy claro que ante todo debe obedecer a la propia conciencia, y que no está dispuesta a hacer ninguna inmoralidad caiga quien caiga, aunque quien caiga sea él,  es indudable que sólo podemos felicitarnos de tener políticos así, mientras por el contrario es lamentable el caso de aquéllos que están dispuestos a cometer cualquier injusticia e inmoralidad, siempre que pueda favorecerles políticamente. 

La diferencia esencial entre los dos tipos de políticos es que el político honrado tiene virtudes, principios y valores y el otro no. El político honrado trata de llevar a cabo en su actuación los valores que protegen la dignidad humana y especialmente la verdad, la justicia y el amor, y aunque es fundamentalmente un demócrata, es consciente que una democracia sin valores se transforma fácilmente, como enseña la Historia, en un totalitarismo abierto o disimulado. Pero incluso los que no nos dedicamos a la Política, hemos de ser conscientes que la Política sí afecta a nuestras vidas y a veces de qué modo, y pedirle a Dios que nos conceda políticos eficaces y honrados. La Iglesia es consciente de la importancia de los políticos y gobernantes, cuando en tantas misas y oraciones nos hace pedir por ellos
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