«Sentimos los ecos de los misiles que caen en la ciudad», lamenta el padre Ibrahim desde Alepo
Cuando la cosa parecía algo más tranquila en Siria una nueva ola de violencia se ciñe sobre la población. Así lo denuncia el padre Ibrahim Alsabagh, párroco de la iglesia latina de Alepo, en el norte del país y durante años epicentro del conflicto iniciado en 2011.
El sacerdote habla de los misiles que caen cada día y que han vuelto a traer el miedo y la desesperanza a la población. Mientras tanto las fuerzas del gobierno continúan la ofensiva hacia Idlib, en el noroeste, último bastión que sigue en manos de grupos yihadistas y rebeldes. El ejército regular conquistó una franja de pueblos al sur de la ciudad y apuntan a la ciudadela de Khan Sheikhun, esencial para lanzar la ofensiva final. Las milicias anti-Assad responden con una contraofensiva, en espera de los refuerzos de Ankara más allá de la frontera.
En una entrevista con Asia News, el religioso católico explica al mundo la situación que se vive en estos momentos desde Alepo:
- Padre, en el último período se registra una escalada de ataques y violencia contra Alepo. ¿Cómo es la situación?
- La situación en Alepo sigue siendo muy difícil: sentimos cotidianamente los ecos de los misiles que caen en algunas zonas de la ciudad. Y los ataques se intensifican, voluntariamente, en correspondencia con la fiestas islámicas.
- ¿Hay violencia y víctimas también contra los cristianos?
- Las víctimas y la violencia a las cuales todavía asistimos no tienen una razón confesional, por esto vienen atacados indistintamente todos lo civiles. Más allá del número efectivo de las personas involucradas, esta cuestión hace recaer a la población en la angustia y en el miedo: vuelven a la memoria los terribles días de la crisis y hacen temer que no será jamás un retorno a la normalidad. Para la comunidad cristiana esto quiere decir que una nueva ola de familias-que han resistido en todos estos año- tomarán la decisión de partir y dejar definitivamente el país.
- Por un tiempo se pensó que la guerra pudiese llegar al final. En el último período ¿las cosas cambiaron?
- Sí, estamos asistiendo a un empeoramiento de la situación, pero el problema no está relacionado solamente con los enfrentamientos que todavía suceden en muchas partes. Para quien resistió y se quedó, el perpetuarse del conflicto y la continua inestabilidad inciden fuertemente sobre los ánimos ya heridos y no permiten reiniciar realmente a vivir y pensar en el futuro.
Siria está al límite desde el punto de vista económico, la electricidad todavía se corta muchas horas cada día y esto determina la imposibilidad de hacer repartir las actividades productivas; la inflación aumenta, la moneda se devalúa y el poder de compra de las familias es siempre más bajo. La complejidad de la situación crea siempre nuevas necesidades, de tipo material y además en todos los otros niveles, mientras que las ayudas económicas continúan disminuyendo porque, contrariamente a lo que se piensa, los verdaderos problemas comienzan cuando la prolongación de la crisis rinde a algunas situaciones como “crónicas”.
- ¿Qué determinó este cambio?
- De aquello que vemos de la situación en Idlib y en todo el país, es claro que a nivel internacional no se llegó a un acuerdo respecto al futuro y entonces todas las partes deciden dejar hablar a las fuerzas de las armas, en vez de aquella del diálogo. Y en esto es la población civil quien paga siempre el precio más alto.
- Estamos en el período veraniego. En el pasado, también durante este período, la Iglesia de Alepo siempre promovió actividades para los jóvenes. ¿Cuáles son la iniciativas en programa para este año?
- Las actividades de la parroquia no se detienen en el período de verano: aún si intentamos reducir un poco el ritmo, el trabajo pastoral y el humanitario ocupan todo nuestro tiempo y nuestras energías. Hemos apenas concluido el oratorio estival, con la presencia de más de 300 niños y cerca de 50 entre educadores, catequistas, docentes, colaboradores en diversos niveles. Y ahora inició el período de los campamentos. A nuestra puerta, cotidianamente, llaman a la puerta tantas personas con necesidades de lo más diversas.
Una señal muy positiva y decididamente contracorriente es el de ver, aún en el miedo y en la incertidumbre, tantas jóvenes parejas que deciden casarse y construir juntos una nueva familia. Y vemos aumentar también los nuevos nacimientos. Con grandísima alegría, además de acompañar a las jóvenes parejas en el camino y en la preparación al sacramento y en los años sucesivos, acompañamos a las familias, futuro de toda la comunidad, nos hace sentir como a Noé que construye una nueva arca en el desierto para tener viva la esperanza. Y como en el caso de Noé, no faltan aquellos que se burlan de nosotros, preguntándose irónicamente si habrá un futuro para Alepo.
- Padre Ibrahim, ¿hay esperanza para el optimismo?
- Como ya dije, la situación es muy grave y seria, pero no por esto perdemos la esperanza, que para nosotros no es repuesta en las decisiones humanas, sino en el haber puesto nuestra vida al Señor.
- A casi un mes de distancia, ¿se habla todavía de la carta del Papa a Assad?
- La carta del Papa es la preocupación de un padre o de una madre de familia, una preocupación humanitaria. (El pontífice) interviene espontáneamente, amargado por la escalada de violencia que continúa atacando a un país hacia el cual expresó de continuo un particular afecto y aprensión. Por otra parte, es un mensajero de Cristo, rey de paz, que no hace otra cosa que implorar piedad y reconciliación. No podemos hacer más que agradecer al Papa porque no se ha olvidado de Siria, mientras todo el mundo parece que ya no recuerda más el drama que cada día vivimos.