Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Los padres y la comprensión hacia los adolescentes


Es decisivo encontrar tiempo para ellos y que los hijos se sepan escuchados y tenidos en cuenta. El adolescente no quiere que se le hable; lo que le interesa y valora es que se le escuche

por Pedro Trevijano

Opinión

Es indiscutible que los padres y madres, de las que un conocido mío decía: “madre, no hay más que una, pero todas son igual de preocuponas”, tienen temores y preocupación por sus hijos, que con frecuencia son excesivas. Y es que especialmente las madres son así, porque como me decían unas chicas: “nuestra madre siempre se ha quejado de lo preocupona que era su madre. Pues ahora te decimos: comparada con ella, la abuela es una despreocupada”. Ello se debe a que sus padres les quieren, conocen la fragilidad humana y sobre todo la de los jóvenes que se creen fuertes y no necesitados de ayuda y ello les lleva a equivocaciones, a dramas amorosos y de todo tipo que les hacen sufrir o en otras ocasiones a tratar de engañar a sus padres, por lo que éstos no les ven suficientemente responsables y tratan de protegerles.

Los adolescentes quieren afirmar su autonomía, emancipándose psicológicamente y haciendo a veces elecciones opuestas a las de sus padres, con comportamientos que quieren ser originales y a menudo se quedan en excéntricos, como su corte de pelo o la ropa que llevan. Se quejan de que no se les comprende, ni se confía en ellos, ni se les toma en serio y se les restringe excesivamente la libertad. Pueden tener razón, aunque tampoco es infalible que los padres siempre, siempre, estén equivocados, pero si comprenden (y no es difícil hacérselo ver) que sus padres se equivocan con ellos o les exigen precisamente porque les quieren e intentan enseñarles a enfrentarse con las dificultades de la vida, la cosa no es tan grave y se supera fácilmente, como sucede en la mayor parte de las familias, en las que la adolescencia sólo causa conflictos menores y esporádicos. Los padres, por su parte, han de saber admitir sus errores y equivocaciones, con lo que les dan una muestra de sinceridad y les enseñan a comportarse, porque pedir disculpas no es fácil, y hay que tener categoría para hacerlo. Además, deben considerar como algo normal y propio de la edad la oposición de sus hijos y ayudar a éstos a encontrar los motivos de su rechazo hacia la autoridad paterna, para que sepan ser más objetivos. Es conveniente también hacerles ver que el día que sean padres o madres con hijos de la edad que tienen hoy desearán con todo su corazón tener la confianza de sus hijos, pero no sería justo que la reciban si ellos ahora no intentan muy seriamente abrirse a sus padres y confiar en ellos. Cuando los padres se preocupan por sus hijos y educan con amor será raro que el hijo se encone si le ponen fundadas cortapisas a sus demandas de libertad, siendo este enconamiento más fácil en los hijos que no son educados correctamente, especialmente si los padres no dan entre sí y con él un testimonio claro de amor.

Los padres deben ser conscientes de que su tarea más importante es la educación de sus hijos y que, aunque a veces no lo parezca, el influjo mayor positivo o negativo que éstos reciben proviene de ellos, incluso bastante mayor que el de los propios centros educativos, y que su labor es esencial, siendo fundamental que los hijos reciban de sus padres los valores morales y religiosos, pues la religiosidad de los hijos depende en buena parte de la educación que reciben de sus padres, aunque hoy hay por las nuevas tecnologías grandes transformaciones en la sociedad, lo que hace que existan actualmente más influjos externos a la familia que en otros tiempos y en consecuencia más problemas generacionales y dificultades en la transmisión de la fe.
Los padres, por supuesto, deben intentar comprender a sus hijos y su problemática, sabiendo estar a su disposición. Es decisivo encontrar tiempo para ellos y que los hijos se sepan escuchados y tenidos en cuenta. El adolescente no quiere que se le hable; lo que le interesa y valora es que se le escuche. Opinando en casa ensaya, aprende lo que se espera de él y averigua lo que es capaz de dar. Opinar le ayuda a sentirse adulto y para los padres escucharles es el mejor modo de conocer cómo piensan y poder así ayudarles a encauzarse Escuchar significa prestar atención, hacerse eco de razonamientos, sentimientos y emociones. Es lógico que haya enfrentamientos y discusiones, pero es fácil conseguir que los efectos de esto no sean devastadores.

Otra buena manera de conocer y comprender a los hijos es fijarse cómo se comportan fuera de casa. Para ello deben poder seguir relativamente de cerca a sus hijos, tanto más que unos padres demasiado ausentes, aunque sea por motivos razonables como el trabajo de ambos, tienden a producir en sus hijos problemas de carencias afectivas e inseguridad. Son los hijos con llave de su casa, en la que los padres no les controlan ni lo que estudian o dejan de estudiar, ni lo que ven en televisión y ni siquiera si comen o cenan adecuadamente.
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