Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Tergiversan a Camisasca, de Reggio Emilia, y al obispo Negri

Linchado mediáticamente el obispo que apoya el itinerario de Courage de ayuda a los homosexuales

Massimo Camisasca, obispo de Reggio Emilia.
Massimo Camisasca, obispo de Reggio Emilia.

Acabará de este modo: vendrán a cogernos mientras rezamos con velas encendidas en la oscuridad a pesar incluso de que las puertas de la iglesia estén atrancadas. ¿Una visión demasiado pesimista? Puede ser, pero está justificada.

Si la vida de fe está en crisis, no lo está menos la vida cristiana según cuanto demuestran los católicos. La consecuencia es que son muchos los que hoy se avergüenzan de Jesucristo, porque es más fácil, y seguramente menos problemático, cuando tienes que lidiar con la policía del pensamiento que se encarga de castigar, a través del periodismo militante, a quien es demasiado cristiano.

Ya no se trata de un problema de libertad religiosa, sino de temperatura de la fe. Ésta debe ser tibia, porque si es demasiado acalorada daña a los manipuladores y si es demasiado fría el buenismo sufre. Se necesita una fe a lo monseñor Claudio Cipolla, nuevo obispo de Padua, que para dialogar con los musulmanes estaría dispuesto a tirar por la borda las tradiciones católicas.

[En plena polémica por los belenes en las escuelas, el pasado 30 de noviembre monseñor Cipolla afirmó que, "por la paz", estaría dispuesto a "dar un paso atrás en muchas de nuestras tradiciones", nota de ReL]

Desde luego, no hace falta la fe de esos obispos y sacerdotes que defienden la doctrina, las costumbres, la tradición y el magisterio.

Violación de la ética periodística con monseñor Negri
He aquí dos casos emblemáticos que tienen como protagonistas a dos obispos. Ambos han acaecido en Emilia Romaña, región donde es más fácil contar con fuerzas políticas y sociales laicistas y anticatólicas que, en caso de necesidad, ayudan al proyecto de reducir la fe a mero accesorio neutral.

El arzobispo de Luigi Negri ha sido pillado in fraganti mientras hablaba por teléfono en el Frecciarossa [tren de alta velocidad, equivalente al Ave, n.n.] con un interlocutor del que se desconoce el nombre. ¿Qué ha hecho? Parece ser que ha expresado su valoración personal sobre la obra de este Papa. Parece ser, porque no existe una grabación, y el interesado lo ha desmentido. Pero ha bastado la presencia de un periodista en el tren, o de un delator que ha informado a un periodista, para plantar a Negri en la primera página del Fatto Quotidiano, que ha sabido construir sabiamente una noticia para desacreditarlo a los ojos de los fieles y de la mayoría.


Monseñor Luigi Negri, víctima de la acusación sin pruebas de desear la muerte de Francisco.

«He aquí el obispo que quiere la muerte de Bergoglio». Frase asesina que, en verdad, Negri no ha pronunciado nunca y que ni siquiera ha sido citada en el artículo.

De todos modos, cualquier opinión personal que hubiera expresado en un contexto privado la habrían escrito negro sobre blanco como si hubiera escrito una carta pastoral a los fieles.

El obispo ha reaccionado hablando a su pueblo como pastor: «Queridos fieles, tranquilos: si tengo que decir algo al Papa, se lo diré a través de las formas y los modos que me son concedidos por ser yo un sucesor de los apóstoles, con fidelidad al Pontífice y respeto de la sana Doctrina». El problema, y pocos lo han observado, es otro: ¿es esto periodismo? Sonsacar sin que lo sepa el interesado frases que él ha pronunciado en privado y publicarlas sin verificarlas, sin aclaraciones, sin advertencias, no es periodismo sino un atraco a mano armada del pensamiento.

Las normas deontológicas de nuestra profesión son muy claras en lo que concierne la falta de observancia de la regla áurea que impone a cada periodista identificarse ante cualquier interlocutor. Pero estas reglas han sido totalmente ignoradas en nombre de un falso derecho de crónica.

Más allá de las consideraciones sobre qué es periodismo y qué no lo es, hay un hecho que queda claro: un obispo ha sido humillado en su privacidad mientras hablaba. ¿Ha dicho cosas inconvenientes? ¿Molestas? ¿Impopulares? ¿Quién puede saberlo?

Al final, la conclusión a la que se llega es que un sucesor de los apóstoles debe estar atento también a lo que dice en privado. Si no hubiésemos leído 1984 de Orwell pensaríamos que es una broma. En realidad, esa profecía ya se ha hecho realidad: atención, que la delación está siempre al acecho y la policía del pensamiento está dispuesta a hacértelo pagar.

Contra el obispo que ayuda a los homosexuales

Segundo episodio, no menos grave. El semanal L´Espresso ha infiltrado a un cronista en una reunión en Turín de la asociación Courage [Coraje, Valentía], nacida en los Estados Unidos y que ha llegado a Italia para ofrecer apoyo espiritual a los homosexuales que desean una vida más ordenada y casta.

La operación ha sido llevada a cabo despreciando completamente las reglas: el cronista finge ser homosexual, pide participar, escucha, cuenta una historia inventada, sonsaca las reacciones de los interlocutores y después las publica en el periódico para demostrar la tesis que esta asociación, acogida en tres diócesis italianas, Roma, Turín y Reggio Emilia, y que pronto estará en Milán, es homófoba, como homófoba es también la Iglesia que la acoge.

Esto no ha dejado insensible al obispo de Reggio Emilia, Massimo Camisasca, que ha intervenido con la autoridad del pastor para decir que hacerse pasar por periodista para robar un scoop es algo equivocado, pero también para aclarar que esos recorridos, que la diócesis acoge designando a un sacerdote como asistente, son de tipo espiritual y que el fin de los mismos es la castidad sexual también para los homosexuales.

¡Esto clama al cielo! Partidos -no sólo de izquierdas-, asociaciones laicistas, sindicatos, los inevitables partisanos e incluso el alcalde de Reggio Emilia han intervenido para manifestar su rechazo. El leit motiv es siempre el mismo: ¡qué homófoba es la Iglesia! Y cuánto se equivoca Camisasca al acoger en una estructura protegida, privada, a estas personas que, en cambio, deberían vivir su sexualidad de manera más abierta y menos mojigata y oscurantista.

Todos, repito, todos, han fingido no haber leído la primera línea del comunicado de Camisasca: «Algunas personas con tendencia homosexual se han dirigido a mí pidiéndome ayuda».

Por lo tanto, la acción del obispo parte de una petición de ayuda. Esto no se ha querido ver; por otra parte, es impensable admitir que quien tiene una vida desordenada con tendencia homosexual pueda llegar, en un determinado momento, a pedir ayuda sencillamente porque sufre. No, la sociedad nos dice que la homosexualidad es un valor que hay que promover, por consiguiente, si sufres, "sonríe que se te pasa". O te aguantas.

Obviamente, sólo algunos temerarios han expresado públicamente su solidaridad al obispo de Reggio Emilia. Nosotros lo hacemos aquí, en esta denuncia que nos concierne como periodistas comprometidos en relatar la vida de la Iglesia utilizando como instrumentos nuestra conciencia y las reglas del respeto humano. Este episodio, en el que se ha humillado a un obispo en su ejercicio pastoral de guía espiritual atenta a la fe de sus fieles, de todos sus fieles, también los que son homosexuales, demuestra que está expresamente prohibido entrar en cuestiones que atañen a la sexualidad so pena de descrédito general. Una vez, los catocomunistas impusieron la línea según la cual las cuestiones de fe eran un dato meramente privado, por lo que cuanto sucedía en público tenía como único metro de comparación la Constitución republicana.

Hay carreras políticas y eclesiásticas que han alzado el vuelo con estas reglas de contratación. Pero hoy esta deriva es demasiado naíf, se necesita dar un ulterior paso e invadir la privacidad, pues el peligro es demasiado grande. Así, si por un lado celebramos el Jubileo de la Misericordia sin que un solo periódico pronuncie la palabra pecado, por el otro asistimos a la invasión de la privacidad con fines reeducativos.

Prohibido decir cosas inconvenientes en la privacidad de las habitaciones porque iremos a cogeros también allí. Y no usaremos, como la Stasi, micros debajo de las lámparas, sino que usaremos como fuerza de choque a la prensa que, a través de versiones mediáticas consolidadas pero nunca verificadas, sabrá corregir a esos pastores poco inclinados a respetar la corriente dominante. Es un clima que hay que denunciar, porque si también los obispos se sienten espiados en su propia casa quiere decir que no sólo ha entrado el humo de Satanás, sino también sus oídos.

(Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana. Traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares)

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