Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Las cuatro esposas.

por Juan del Carmelo

Esta historia, es una de las que me llegan, proporcionadas por conocidos, amigos o lectores de mis libros y yo, quiero agradecerles aquí, el favor que me hacen proporcionándome este material, para trabajar en mi deseo de que todos amemos más al Señor, que en definitiva es lo que nos debe de motivar: “La mayor gloria de Dios”. He aquí la historia. Había una vez un rey que tenía cuatro esposas…. Él amaba mucho a sus tres últimas esposas, a las que cuidaba y mimaba con todo esmero, pero no tanto a la primera a la que soportaba sin prestarle apenas atención. La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza, como el reino del monarca, y ella a pesar de los menosprecios que sufría amaba profundamente al rey. Un día, el rey enfermo y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo y que iba a morir... Pensó acerca de su vida de lujo y caviló: "Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo". Así que le pregunto a su cuarta esposa: "Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?". Esta le respondió: "¡Ni pensarlo!" y se alejo sin decirle nada más. Su respuesta penetró en el corazón del rey como un cuchillo afilado. Y más o menos esta fue la respuesta que recibió de la tercera y de la segunda esposa. Pero entonces escuchó una voz: "Me iré contigo y te seguiré donde quieras que vayas". El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Sé veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo: "¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!". En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas. Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando morimos. Nuestra tercera esposa representa a nuestras posesiones, condición social y riqueza. Cuando nos morimos, irán a parar a otros. Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa cuánto nos hayan sido de apoyo a nosotros aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el entierro en el sepulcro. Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará a donde quiera que vayamos. Así que, cultívala, fortalécela y cuídala ¡ahora! Es el más grande regalo que puedes ofrecerle al mundo. ¡Déjala brillar! Nos pasamos la vida, desde que nacemos preocupándonos solo de nuestro cuerpo, lo alimentamos lo cuidamos lo curamos si es necesario, incluso si no nos gusta en su forma tratamos de modificar esta con cirugía estética, para tener mejor atractivo físico, pero sustancialmente no podemos modificarlo a nuestro gusto. Sin embargo nuestra alma si podemos embellecerla sin límite alguno y sin cirugías estética ni gasto alguno. Esto me trae a la memoria una estrofa de los versos de esa maravilla de nuestra literatura que son las “Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre”, y que dicen:
Si fuese en nuestro poder tornar la cara fermosa corporal, como podemos hazer el ánima gloriosa angelical, ¡qué diligencia tan viva tuviéramos toda hora, y tan presta, en componer la cativa, dexándonos la señora descompuesta!
El alma tiene también sus sentidos sensoriales al igual que el cuerpo, sentido estos, que generalmente tenemos atrofiados por su no uso. Solo las personas que se han preocupado de tener una vida espiritual profunda han sido capaces de desarrollar estos sentidos, de los cuales el más importante es el que se refiere a los ojos del alma. Con los ojos del alma es como se ve a Dios, cuando con el desarrollo de nuestra vida espiritual vamos limpiando las legañas de los ojos del alma, vamos viendo y comprendiendo cada vez más al Señor. Solo el alma es eterna, el cuerpo lo será cuando llegue la resurrección de la carne, será un cuerpo glorioso que irradiará la claridad y la belleza de un alma ya unida a Dios. Gozará adornado de las cuatro características: claridad, impasibilidad, sutileza y agilidad. Exactamente no será el mismo cuerpo del que ahora disfrutamos o sufrimos. Pero en relación al alma esta no cambiará, la situación de gloria que amando a Dios hayamos podido alcanzar en esta vida, está situación irreversiblemente será siempre la misma para toda la eternidad. Lógicamente, esto solo será aplicable al cuerpo y al alma de la persona que haya elegido el amor a Dios y no de aquella otra que lo haya rechazado. No creo necesario decir, que el alma del reprobado no tendrá nunca visión de la Luz divina, por lo que en esto se diferenciará con el alma del santificado. Aunque parezca mentira, muchos más de los que pensamos desgraciadamente serán reprobados, por no querer aceptar el amor al Señor. Muchos son en desgracia los que piensan que se salvarán llevando una vida de ofensa al Señor y basando su afirmación, en una mala interpretación de lo que es y significa la misericordia de Dios y olvidándose de que Dios al tiempo que es misericordioso también es justo. También existe la absurda idea, de que nadie se puede condenar, porque la condena de un alma es un fracaso de la Redención de nuestro Señor. Si esto fuese así, ¿cómo se justifica entonces todo lo que el Señor nos manifiesta en los Evangelios? Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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