Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Una cosa son los difuntos... y otra los monstruos

Las cuatro dimensiones que despliega Halloween: lo mundano, lo pagano, lo cristiano y lo esotérico

Halloween se extiende porque es divertida, porque se implanta en el colegio, fomenta el consumo y sale en TV
Halloween se extiende porque es divertida, porque se implanta en el colegio, fomenta el consumo y sale en TV

P.J. Ginés / ReL

En España y otros países latinos de tradición católica se va extendiendo la costumbre norteamericana de celebrar Halloween, entendida para la inmensa mayoría sobre todo como una fiesta divertida y nocturna que da permiso para la transgresión y con una cierta temática dedicada al género de terror.

El Halloween mundano
En España se extiende por varias vías: el cine y las teleseries que llegan de Estados Unidos, los colegios -incluso católicos- que la celebran por lo general como una actividad ligada a la asignatura de inglés y, sobre todo, los comercios que decoran con motivos halloweenenses con un objetivo psicológico bien conocido por cualquier vendedor, que es dar sensación de fiesta, porque con la sensación de fiesta se vende más.

Una cosa que es divertida, que está apoyada por los medios de comunicación de masas, por los colegios y por el comercio está llamada a triunfar socialmente, sobre todo si la única alternativa es celebrar la fiesta de Todos los Santos y la de los Fieles Difuntos, algo que básicamente consiste en ir a misa o al cementerio y no es divertido, no cuenta con apoyo mediático, con el de los colegios ni el del comercio.

Sin embargo, falta un elemento por ahora, que es el apoyo de las familias. En las casas españolas no se hacen actividades caseras de Halloween como en Estados Unidos. Es siempre algo externo, algo que llega del colegio. Algunos padres pueden dar regalos o disfraces divertidos de temática de terror a sus hijos y dejar que jueguen con ellos, pero no tiene la implantación de un carnaval.

Entre los adultos jóvenes, exceptuando aquellos que les guste específicamente el cine o la literatura de terror, es una mera excusa para beber, ir de fiesta y ligar. Las tiendas de disfraces hace años que tienen comprobado que los disfraces femeninos que se venden o alquilan más en octubre no son estrictamente de miedo, sino "sexis": "diablesa sexy", "bruja sexy", "vampiresa sexy"...

En la tienda de disfraces Maty, de Madrid, explicaban a Europa Press que a sus clientas el miedo les da igual. Ellas quieren gustar. "Nosotras pedimos estar guapas vayamos a donde vayamos y queremos un esqueleto ceñido, provocativo, y que el maquillaje favorezca aunque sea de calavera", argumenta. Por su parte, las niñas pequeñas quieren lo que salga en la TV (por lo general, las Monster High) y los únicos de verdad interesados en intentar dar miedo son los niños varones.

El Halloween pagano
Parece que hay consenso en que el origen antropológico antiguo de la fiesta de Halloween tiene que ver con algo tan humano como el respeto a los difuntos, o al menos la gestión del alma de los difuntos, un tema complicado desde que el hombre intuye que hay vida espiritual más allá de la descomposición del cuerpo.

Los antiguos celtas, que creían en la inmortalidad del alma, pensaban que la noche del 31 de octubre era especial porque las fronteras entre el mundo de los vivos y el de los muertos se desvanecían por unas horas y las almas de los difuntos volvían a rondar los lugares que habitaron en vida. Era importante para las nuevas generaciones aplacar a los difuntos de las anteriores y ayudarlas (o forzarlas) a volver al país de los muertos. Esa mezcla de respeto y miedo para con las almas de los difuntos (ofrendas de comida, luces y olores) es peculiar del hombre tradicional.

Como las fronteras con el Otro Mundo se debilitaban, también era un buen momento para practicar adivinación, hablar con ciertos dioses, con los muertos, buscar lo oculto... En este caso la motivación ya no era el respeto a los difuntos y servirlos (o protegerse de ellos) sino la búsqueda de poder, la idea de que con la metodología adecuada (magia, brujería, poder al fin y al cabo) es posible forzar o engañar al Otro Mundo a entregar sus secretos o su fuerza.

El Halloween cristiano
Según parece, en los primeros siglos del cristianismo latino, la fiesta de Todos los Santos se celebraba en la luminosa primavera, en mayo, después de la Resurrección de Cristo, y buscaba conmemorar a todos los mártires sin una fecha propia. En el año 835 la Iglesia Occidental empezó a trasladar al 1 de noviembre la fiesta de Todos los Santos. La de Fieles Difuntos colocada en el 2 de noviembre fue potenciada por San Odilón, abad de Cluny, hacia el año 998. Se trataba, en cualquier caso, de cristianizar el trato de los fieles con los difuntos, recordando que sólo Cristo es Señor de vivos y muertos, vencedor de la Muerte y Camino, Verdad y Vida.

Frente a las inacabables negociaciones del pagano con las siempre irascibles y peligrosas almas de los muertos, el cristianismo enseña que Cristo y Dios Padre se aseguran del destino de cada difunto y protegen a los vivos.

Como insiste el canto bizantino: "Cristo resucitó de entre los muertos, y con su muerte venció a la Muerte; a los que estaban en el sepulcro ha dado vida". Eso es mucho más poderoso que la simple gestión pagana o espiritista para evitar que las almas difuntas molesten.

La famosa calabaza con una vela dentro (Jack O´Lantern) se ha conservado en Irlanda ligada a una leyenda moralizante y cristiana. El tal Jack creía ser muy listo en vida: no hacía caso a Dios, prometía cosas que nunca cumplía e incluso engañó al diablo tres veces. Pensaba que jurar en vano no tendría consecuencias. Pero cuando llega a la otra vida, ni San Pedro le deja entrar en el Cielo ni el diablo en el infierno. El diablo le castiga a errar por el mundo con una calabaza hueca y una llama en su interior como única iluminación. La enseñanza es clara: "Jack" no es un símbolo de alegría ni luz, sino un castigo por haber tratado de engañar a la Justicia Eterna con promesas incumplidas.



La tradición irlandesa -que los emigrantes llevaron a EEUU- de que los niños pidan caramelos por las casas con la amenaza "truco o trato" en su origen tenía también un elemento de penitencia cristiana. Con la sensación de año que acaba (el otoño marcaba el fin del año celta) los niños cristianos iban por las casas del vecindario pidiendo perdón por sus pequeñas travesuras; los vecinos, como signo de reconciliación, regalaban un dulce a los chicos y volvía la paz entre familias a las comunidades rurales. Borrón y cuenta nueva. Algo muy cristiano que se fue perdiendo en versiones posteriores.

En cualquier caso, el Halloween cristiano y el pagano coinciden en el trato con "ese otro" que es el difunto, que es alguien que aunque murió sigue siendo de los nuestros, nuestro pariente, nuestro familiar. Hay trato con el difunto que nos puede ayudar (en Todos los Santos) y el difunto que necesita nuestra ayuda y oración para purificarse y llegar al Cielo (en Fieles Difuntos), porque la muerte no rompe el trato entre nosotros. El cristianismo lo que añade es que ese trato es de amor, de comunión, y nunca de miedo.

El Halloween mundano y consumista, por el contrario, olvida por completo al difunto real -puesto que eso obligaría a pensar seriamente en el sentido de la vida- y lo sustituye por el difunto ficticio, o sea, el monstruo, el no muerto, el vampiro o el zombie... y procurando no profundizar demasiado en una narrativa (la novela "Drácula", por ejemplo, es demasiado católica para el gusto moderno), pasando rápidamente a la bebida y la diversión.

El Halloween demoníaco
Grupos satánicos, esotéricos y brujeriles en general han heredado de los celtas la idea de que se trata de una noche "poderosa", en la que los rituales obtienen "poder". Es evidente que en otras culturas (africanas o asiáticas) las noches "poderosas" para hacer brujería son otras.La lógica señala, por lo tanto, que no hay ninguna noche más poderosa que otra.

La palabra "poder" no es necesariamente mala. Jesucristo dice a sus discípulos: "recibiréis poder [dynamos, en griego] que viene de lo alto". Se refiere el poder del Espíritu Santo, que llega con el bautismo, y se manifiesta con sus frutos y carismas. Solo se recibe por la generosidad libre de Dios para quien lo pida uniéndose a Él y su Iglesia. No hay forma de pactar, obligar o forzar a Dios para que dé su poder, mientras que la brujería y la magia consisten siempre en intentar engañar o manipular a las "fuerzas" sobrenaturales para obtener algo.

La Iglesia Católica enseña que todo poder que no venga de la naturaleza (estudiado por las leyes de la física, las ciencias naturales, etc...) o que no venga de Dios y sus sacramentos y dones, si es sobrenatural, llega del mundo demoníaco. Incluso si lo demoníaco no llega a manifestarse en un ritual esotérico (a veces planteado como meramente "energético", pero de una energía que la ciencia no mide, porque es sobrenatural) el hecho de estar buscando ese poder sin pasar por Dios es para la Iglesia ya un pecado de superstición... Implica no reconocer a Cristo como Señor y Salvador, es buscar "engañar" o "pactar" con ese otro mundo... algo que, como enseña la leyenda de Jack O´Lantern, suele salir mal.

Un peligro del "Halloween mundano" es que puede llevar al "Halloween esotérico" o demoníaco. El primero anima a "disfrutar al límite en esta noche especial", con un elemento de "arriésgate, asume peligros". El segundo refuerza esa idea: "en esta noche especial, da un paso más, arriésgate a lo sobrenatural y adquirirás poder".

En ambos casos, no interesan ni los santos ni los difuntos, a menos que creamos que podemos manipularlos con magia para obtener poder. La Iglesia responderá a los brujos que si obtienen algún poder será de origen demoníaco, sólo por un tiempo, engañoso y a precio muy caro como se revelará más adelante. Tratar con lo demoníaco es como tratar con la mafia que asegura protegerte: te engancha y te cobra tarifas brutales.

Alternativas a Halloween
Un punto débil de Halloween es que, al contrario que la fiesta de los Reyes Magos, por ejemplo, no tiene una historia, un cuento, una leyenda, no hay una narrativa fundacional para contar. En España esta función la cumplió mucho tiempo el "Don Juan Tenorio" de Zorrilla, con su historia de un seductor al que se aparece un difunto explicándole lo que espera en la Otra Vida. Lo cierto es que incluso las historias de monstruos y zombies terminan haciendo pensar en el bien y el mal, y eso es subversivo en nuestro mundo de relativismo. Cada vez que se repone una película tan ortodoxa como "El exorcista" hay algo que chirría en la sociedad posmoderna hedonista y comodona.


Fiesta de Holywins en la Parroquia de la Inmaculada de Alcorcón; disfraces de santos... y conocer sus historias 

Muchas actividades de Holywins que se celebran desde hace algunos años consisten en disfrazar a los niños de santos y animarles a conocer la historia de su santo. Una figura histórica real, con una historia que contar, es más poderosa que una mera fiesta de disfraces. Ha habido santos guerreros, princesas, decapitados, mutilados... cualquier cosa que guste a un niño o niña puede encontrar su disfraz de santo adecuado.

Hay tradiciones cristianas que se mantienen con fuerza. Mucha gente que no va a misa durante el año sí que va en Todos los Santos. En Fieles Difuntos se visitan los cementerios, se ponen flores y a menudo se celebra misa en el cementerio mismo. Los sacerdotes deberían ir allí donde están las personas con inquietudes espirituales, y el 2 de noviembre están en los cementerios.

Los postres tradicionales (buñuelos de viento, huesos de santo y otros tipos de dulces tradicionales) pueden dar ocasión para hablar en casa de la fiesta. Los hijos pueden acompañar a padres y abuelos en la visita a cementerios.

Al final, lo más subversivo contra el Halloween consumista será hablar de los muertos, de los difuntos, de nuestros seres queridos que ya murieron y de las condiciones en que nos reencontraremos con ellos... eso es algo profundamente instalado en el corazón de cualquier ser humano que ya haya perdido un ser querido. Detenerse un momento y reflexionar sobre eso puede transformar a una persona.

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