Viernes, 19 de abril de 2024

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Las babas de Juan

por Soy católico, ¿pasa algo?

Las babas le llegaban hasta la rodilla. Subían y bajaban con la precisión de un yoyó. Salía con ellas puestas de casa. Se le escapaban por la sonrisa, su segunda seña de identidad. La tercera era su modo de andar: lo hacía a grandes saltos, con los hombros echados hacia delante, como un corredor de mil quinientos lisos a punto de tocar la cinta. Creo que se llamaba Juan y era uno de los niños más felices que he conocido. Más que Pedro, desde luego, casi siempre huraño. Y que José Antonio, tan frágil. Juan tenía una discapacidad mixta, física e intelectual, pero nunca he visto a nadie prescindir de la silla de ruedas con tanto éxito ni me han mirado unos ojos tan capaces de comprender el cosmos.   
Imagino que en los ojos de Charlie Gard, el bebé británico enfermo cuya muerte ha decretado un hospital londinense y ha avalado un juez, también se reflejaba la sabiduría porque la sabiduría es el don que da Dios a los niños para que hagan preguntas que los mayores no saben contestar. Una de ellas, y buena, sería ¿por qué me dejan morir? La respuesta parece fácil: Pues, básicamente, por tu bien. Te vamos a dejar morir por tu bien, para que no sufras. Pero la repuesta, claro, tiene trampa porque, como saben el médico y el juez, el sufrimiento es consustancial al hombre. Sufre el parado de larga duración, el padre divorciado y la madre agredida. O el padre agredido y la madre divorciada. Sufre el culturista que hace cien sentadillas en un minuto y sufren los invitados de Calleja. 
Salvo el culturista y los invitados de Calleja, que sufren porque quieren, el resto es la cobaya idónea para que el pensamiento occidental contemporáneo ensaye en ella su tesis sobre la felicidad, que gira en torno a la supresión del sufrimiento, que es como suprimir el invierno de las edades del hombre. La tesis aclara que el sufrimiento, como la vejez, es una carga, una tara, de modo que cualquier mozo con el corazón roto tiene derecho, no a un te quiero, el marcapasos de novio, sino a que le dejen morir de amor si ese es su deseo. Y quien dice novio abandonado dice padre de familia con más familia que ingresos. O abuela con menos familia que asilo. Al convertir el sufrimiento en una anomalía psíquica, el pensamiento occidental contemporáneo invita a las cobayas a que se despeñen para minimizar el dolor. Es decir, otorga carácter de morfina a la eutanasia. Lo que constituye una jugada maestra si se tiene en cuenta que la morfina no genera controversia moral. 
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