Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

La poligamia


Está claro que, diga lo que diga la religión musulmana, es un atentado contra los derechos humanos de la mujer, y no debe ser reconocida por nosotros.

por Pedro Trevijano

Opinión

En el Antiguo Testamento encontramos algunas imperfecciones de la institución matrimonial, como pueden ser la poligamia, el divorcio y el modo de tratar el adulterio, que no volveremos a encontrar, por lo menos así justificadas, en el Nuevo Testamento.
 
Hablaremos de la poligamia, que existía en Israel al igual que en los pueblos vecinos. La legislación mosaica no condena la poligamia (cf. Dt 21,1517). Era sobre todo cosa de ricos y notables. Parece ser que en un principio hacer hijos para perpetuar el nombre de la familia era un mandamiento más importante que el de la monogamia, pues en aquellos tiempos durísimos, la supervivencia de la estirpe era uno de los imperativos supremos de todo grupo humano, aunque el autor deuteronómico ya protesta contra el que se tengan muchas mujeres (cf. Dt 17, 17). La existencia de la poligamia venía favorecida por la situación de inferioridad en que se encontraba la mujer en toda la sociedad antigua y especialmente en el Medio Oriente, existiendo una clara diferencia entre la moral sexual para los varones y la mucho más exigente para las mujeres, aunque es sintomático que el Génesis enseñe que la poligamia surge en la familia de Caín, y que su promotor Lamec sea un bárbaro sanguinario, iniciador de la venganza ilimitada (Gén 4,19-24), siendo también fuente de rivalidad entre las esposas (Sara y Agar: Gén 16,4-6; 21,810; Raquel y Lea: Gén 30,115; las dos mujeres de Elcana 1 Sam 1,6).
 
La poligamia tuvo su apogeo en Israel con los Jueces y Reyes, disminuyendo a partir del exilio, predominando cada vez más el matrimonio monogámico que es presentado como el ideal (Eclo 25,1-3; 26,1318; Jer 3,1-5), pero este ideal de unidad no llega hasta la indisolubilidad, pues también se nos dice: “si no camina (la mujer) como marca tu mano, sepárala de ti” (Eclo 25, 35). La exclusividad de la relación entre Dios e Israel está también en el origen del avance hacia la idea y la práctica de la monogamia, que es fruto de una historia y de una maduración, no de un dato inmediato o estático, sino que poco a poco se va viendo en ella el marco apropiado para la plenitud del amor.
 
En tiempos de Cristo, algunos estudiosos creen que la poligamia había virtualmente desaparecido de Israel, mientras otros consideran esta opinión como demasiado optimista. Esta decadencia de la poligamia y el paso a una relativa, si bien no absoluta, monogamia, se debió no sólo a factores religiosos, sino sobre todo a razones sociales y políticas que hicieron de hecho casi imposible la poligamia.
 
En conjunto sacamos la impresión que en el AT la monogamia era con toda probabilidad predominante, lo que no excluye que las relaciones polígamas estuvieran legitimadas.
 
La poligamia ha desaparecido de los países desarrollados, pero se encuentra aún en algunas zonas del tercer mundo, siendo un grave problema en algunos países de misión, y es reconocida por el Islam . Hay que enfrentarse a ella, porque como decía Juan Pablo II: “Ahora bien, también entre los católicos hay quienes, en nombre del respeto a la cultura de esos pueblos, quisieran justificar de alguna manera, o tolerar, semejante práctica en las comunidades cristianas. Durante mis viajes apostólicos no he dejado de recordar la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio monogámico y sobre la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer” (“Alocución al Tribunal Apostólico de la Rota Romana” 28-I1991).
 
El Concilio de Trento condena tajantemente la poligamia: “Si alguno dijere que es lícito a los cristianos tener a la vez varias mujeres y que esto no está prohibido por ninguna ley divina (Mt 19,9 ss), sea anatema”.
 
Sobre este tema nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La poligamia no se ajusta a la ley moral, pues contradice radicalmente la comunión conyugal. La poligamia ‘niega directamente el designio de Dios, tal como es revelado desde los orígenes, porque es contraria a la igual dignidad personal del hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y por lo mismo único y exclusivo’ (Exhortación de Juan Pablo II “Familiaris consortio” nº 19). El cristiano que había sido polígamo está gravemente obligado en justicia a cumplir los deberes contraídos respecto a sus antiguas mujeres y a sus hijos” (nº 2387).
 
El Código Penal español y el de muchos otros países penaliza la bigamia, y en consecuencia la poligamia. Está claro que, diga lo que diga la religión musulmana, es un atentado contra los derechos humanos de la mujer, y no debe ser reconocida por nosotros.
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