Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

«La novedad en Amoris Laetitia es la mayor integración de todos los fieles en la vida de la Iglesia»

Rocío Lancho / Zenit

Miguel Ángel Ortiz, profesor de Derecho Matrimonial Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma
Miguel Ángel Ortiz, profesor de Derecho Matrimonial Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma
El papa Francisco ha presentado su exhortación apostólica post-sinodalAmoris Laetitia, después de dos años de reflexión y trabajo gracias a los dos sínodos de los obispos celebrados en Roma. Un documento extenso y profundo que requiere una lectura atenta y pausada. Son muchos los puntos abordados en el texto ya que la familia y la pastoral familiar acoge muchos y muy diferentes ámbitos.

ZENIT a entrevistado al sacerdote Miguel Ángel Ortiz, profesor de Derecho Matrimonial Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. El padre Ortiz es además abogado del Tribunal de la Rota Romana desde 1996 y juez externo del Tribunal de Apelación en el Vicariato de Roma.

¿Cuáles son los puntos más importantes de este documento?
Prof. Ortiz: El punto de partida es la presentación del Evangelio de la familia (“A la luz de la Palabra”). A continuación reflexiona sobre la situación actual de las familias “en orden a mantener los pies en la tierra”, recuerda algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia y se detiene en lo que el Papa considera los capítulos centrales del documento: el amor en el matrimonio (cap. 4) y el amor que se vuelve fecundo (cap. 5). Propone una reflexión sobre la pastoral familiar (antes y después de la celebración del matrimonio) y la educación de los hijos y aborda tambiénla cuestión que ha suscitado mayor interés en los medios de comunicación: el discernimiento pastoral ante las llamadas situaciones irregulares. Dedica el último breve capítulo a ofrecer unas consideraciones de espiritualidad familiar.

Me parece que el Papa quiere evitar que se centre la atención exclusivamente en la cuestión de la admisión de los divorciados a la Eucaristía, y mucho menos que se haga con un planteamiento puramente casuístico. Por eso se extiende detenidamente en los aspectos teológicos, antropológicos, pastorales que ponen delante de los ojos un ideal que resulta atractivo: un amor que realiza la vocación más radical del hombre al don de sí, que resulta posible porque se basa sobre la fidelidad de Dios, que sostiene a las familias también en los momentos de dificultad.
 
Ahí radica, a mi parecer, una de las claves de interpretación del documento. Por un lado, presentar la belleza del matrimonio y de la familia aun a riesgo de que sus exigencias no sean comprendidas ni aceptadas. Por otro, que ese modelo no es solo un ideal que admirar, sino que representa una meta realmente alcanzable, aunque en ocasiones pueda resultar ardua.
 
¿Considera que es un documento ‘revolucionario’?
Prof. Ortiz: Ciertamente no es revolucionario porque proponga una doctrina nueva. De hecho el Papa pone de manifiesto en repetidas ocasiones la continuidad de su magisterio con el precedente, en especial con Familiaris consortio. Respecto de las cuestiones doctrinales fundamentales o aquellas que están en el centro de los debates de la opinión pública, el Papa manifiesta expresamente la vigencia de la doctrina de la Iglesia y manifiesta su voluntad de no modificar la normativa vigente.

Resulta novedoso en cambio el acento que el Papa pone tanto en el discernimiento de las situaciones que han de ser iluminadas con la luz del Evangelio. Por referirme a la cuestión que probablemente provocar comentarios en la opinión pública, la de la pastoral con los divorciados vueltos a casar, el Papa remite – como hiciera la Relatio de 2015 – al criterio deFamiliaris consortio 84. Allí subrayaba san Juan Pablo II la necesidad de discernir entre las distintas situaciones irregulares.
 
¿Dónde está la novedad?
Prof. Ortiz: La novedad no está tanto en la valoración moral de los comportamientos –diferente en función de la responsabilidad que los fieles han tenido en la ruptura del matrimonio anterior y en la construcción de la nueva unión– ni en la calificación disciplinar de las situaciones, sino en la perspectiva de una mayor integración de los fieles, de todos los fieles, en la vida de la Iglesia.

El Papa subraya rotundamente que “se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita». Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio”.

La limitación que pueden encontrar algunos fieles –concretamente los divorciados vueltos a casar– para acceder a los sacramentos no proviene de una presunción de que están en pecado –cuestión esta que deben discernir en cada caso con la ayuda del confesor– sino de la incompatibilidad objetiva que se da entre la significación del sacramento de la eucaristía y su situación matrimonial.

Pero ello no quiere decir que estén fuera de la Iglesia. Como ya había subrayado Familiaris consortio, no sólo no están excomulgados sino que están llamados a participar en la vida de la Iglesia. Deberán discernir en cada caso– y aquí estriba buena parte de la novedad del presente documento – cómo concretar esa participación.

El documento también hace autocrítica sobre cómo ha presentado la Iglesia hasta ahora el matrimonio y ofrece un nuevo lenguaje, nuevas pautas. Entonces, ¿qué debería cambiar ahora?
Prof. Ortiz: En mi opinión, el fruto más deseable de la exhortación sería que la nueva perspectiva, la pastoral de integración de la que habla Amoris laetitiae, mueva a todos los fieles a proponerse la meta alta de la plenitud de la vida cristiana, a la que quizá se dirijan poco a poco, gradualmente. Por desgracia, refiriéndome específicamente a los divorciados en segunda unión, en la actualidad la gran mayoría de los fieles muestran indiferencia hacia la posibilidad de frecuentar los sacramentos. ¡Ojalá fueran muchos los divorciados que sienten la necesidad de comulgar, a los que les falta la plena participación en la comunión eucaristica! Alimentar ese deseo sincero entiendo que sería el mejor fruto de la exhortación. Más que un “certificado de normalidad”, el pastor debe ayudarles a discernir cuál es el camino que deben recorrer para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

Es decir, el pastor le ayudará a valorar su responsabilidad en el fracaso del matrimonio precedente (responsabilidad de la que puede carecer, si fue abandonado por su cónyuge), en el modo de cumplir con las obligaciones surgidas de la anterior unión, especialmente si tuvieron hijos, en la decisión de casarse civilmente, en la construcción de la nueva relación, en la educación de los hijos…
 
¿Por qué cree que este documento ha despertado tanto interés en la sociedad?
Prof. Ortiz: Creo en efecto que el interés suscitado ha sido grande, aunque no siempre las expectativas han sido las mismas. Para gran mayoría de los fieles supondrá un estímulo para redescubrir la belleza, la alegría del amor familiar que hace presente y se sostiene gracias al amor de Dios. Les ayudará a vivir la vocación familiar y a superar las dificultades con mayor esperanza, fiados en la ayuda misericordiosa Dios.

Pero quién esperaba una solución novedosa a la cuestión de la admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar temo que quedará decepcionado. El Papa ha querido expresamente evitar dar una nueva norma a la que acudir para resolver los casos que se presenten: eso sería demasiado cómodo, viene a decir.

La remisión expresa a la solución de Familiaris consortio, con el marcado acento en la tarea de discernimiento y de formación de la conciencia, abre perspectivas pastorales enormemente ambiciosas. Presupuesta la buena voluntad de quien busca no el consenso de los hombres sino el de Dios, ese camino de continua conversión hacia la casa del Padre llena los corazones de alegría aunque el camino no sea necesariamente fácil.
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