Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

La familia cristiana, transmisora de la fe


Los padres han de comprender que siempre pueden hacer dos cosas por sus hijos: su oración y su ejemplo, tanto más cuanto que los jóvenes necesitan referentes para su vida, siendo el mejor ejemplo que pueden dar los padres el de su cariño mutuo, pero también el de sus prácticas cristianas.

por Pedro Trevijano

Opinión

En la reciente JMJ el Papa ha insistido en el papel insustituible de la familia en la transmisión de la fe. Para él “es muy importante reforzar la familia, que sigue siendo la célula esencial para la sociedad y para la Iglesia; los jóvenes, que son el rostro futuro de la Iglesia; las mujeres, que tienen un papel fundamental en la transmisión de la fe y constituyen esa fuerza cotidiana que lleva adelante la sociedad y la renueva”.

Pero sobre todo me ha llamado la atención la constante referencia a los ancianos: “Cuiden los extremos del pueblo, que son los ancianos y los jóvenes; (ustedes los jóvenes) no se dejen excluir, y no excluyan a los ancianos”… “Yo se lo pido de corazón a los ancianos: no claudiquen de ser la reserva cultural de nuestro pueblo que transmite la justicia, que transmite la Historia, que transmite los valores, que transmite la memoria del pueblo. Y ustedes, por favor, no se metan contra los viejos, déjenlos hablar, escúchenlos” (Encuentro con los jóvenes argentinos, 25 de Julio). “Hoy, en esta fiesta de San Joaquín y Santa Ana, se celebra, tanto en Brasil como en otros países, la fiesta de los abuelos. Qué importantes son en la vida de la familia ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad. Y qué importante es el encuentro y el diálogo intergeneracional, sobre todo dentro de la familia” (Rezo del Ángelus del 26 de Julio).

Por cierto, cuando en la entrevista del avión, le preguntan por sus relaciones con Benedicto XVI, responde así: “Ahora vive en el Vaticano y algunos me dicen: “¿Pero cómo se puede hacer esto, dos papas en el Vaticano, no te molesta, él no te hace la revolución en contra?”. Yo encontré una frase para esto: es como tener al abuelo en casa, pero el abuelo sabio; en una familia, el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado. Si yo tuviera una dificultad o algo que no he entendido, puedo llamarlo”. 
 
La familia cristiana debe vivir y hacerse presente en el mundo, influyendo en la Iglesia y en la sociedad. La Iglesia pone su esperanza en las familias cristianas, pero, para cumplir su misión, la familia debe ser evangelizada, para que a su vez pueda evangelizar eficazmente, comprendiéndose a sí misma como una comunidad que tiene también una vocación misionera. El primer elemento de evangelización es la misma vida cristiana de las familias. La fe se difunde por medio y gracias a las familias. Familia y sociedad están mutuamente implicadas. La familia es el fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración social. La cultura ambiente y los valores que vive la sociedad repercuten en las familias y viceversa. De ahí la importancia de crear una cultura social y una opinión pública favorable a los principios y valores de la familia, así como que nuestras familias también se impliquen en construir una sociedad en la que los valores del evangelio estén presentes. Ante todo, hay que conseguir que los cristianos lo sean de verdad y capaces de actuar como tales, inspirando su acción directamente en el espíritu evangélico y en la doctrina de la Iglesia.
 
Cuando hoy se habla de nueva evangelización, ciertamente no nos referimos a un evangelio nuevo, sino a un nuevo dinamismo, con nuevos métodos y nuevas expresiones. Especialmente hay que tener preocupación pastoral con las familias jóvenes, que corren el riesgo de alejarse de la Iglesia si no encuentran el apoyo de la comunidad cristiana en sus nuevos problemas de adaptación a la vida en pareja o de recepción a los hijos que les nacen, pudiendo ser la pastoral bautismal uno de los grandes momentos de acercamiento a ellos porque les hace cuestionarse sobre el sentido de la vida y el significado de la fe en sus hijos y en ellos mismos. La familia es objeto y sujeto de evangelización.
 
La familia tiene un papel esencial e insustituible en la educación en la fe, porque es el lugar ideal para transmitir la fe por medio de la palabra y del testimonio. Ya en el Antiguo Testamento se enseña que los padres tienen el deber de comunicar a sus hijos el amor a Dios (cf. Dt 6,5-7). Son ellos quienes siembran las primeras nociones religiosas y enseñan a rezar desde pequeños a sus hijos, siendo la oración familiar el germen e inicio del diálogo de cada uno de nosotros con Dios.

Por lo que se refiere a los contenidos de la evangelización, será oportuno recordar que “evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo” (Exhortación de Juan Pablo II “Evangelii Nuntiandi” nº 26). Educar en la fe en Dios es profesar que este mundo tiene sentido. Significa también proclamar la dignidad, la grandeza y el valor de la persona humana.

La responsabilidad de los padres es tal que la experiencia indica que salvo raras excepciones son chicos cristianos sólo los que proceden de hogares cristianos, porque el influjo educacional de la familia es con frecuencia decisivo. La gran mayoría de nosotros debemos la fe a la educación cristiana que hemos recibido en casa. Además, la vida familiar presupone, conlleva y origina un contenido moral. Más que las palabras, a menudo ineficaces, aunque hay que hablar, porque algo queda y también para que no se les pueda acusar de no haberles advertido, los padres han de comprender que siempre pueden hacer dos cosas por sus hijos: su oración y su ejemplo, tanto más cuanto que los jóvenes necesitan referentes para su vida, siendo el mejor ejemplo que pueden dar los padres el de su cariño mutuo, pero también el de sus prácticas cristianas. Para los hijos es más fácil hacer lo que sus padres hacen, aunque no se lo digan, que hacer lo que sus padres dicen, pero no hacen. Educar es sembrar y no debemos nunca desanimarnos, porque el Espíritu Santo está comprometido en la misma tarea que nosotros, por lo que nuestra esperanza no debe decaer. Hacer comprender esto a los padres puede ser un elemento decisivo para su recristianización.
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