Jueves, 25 de abril de 2024

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La corporalidad asumida, ha sido redimida

por Corazón Eucarístico de Jesús

Todo el ser personal, que es cuerpo y es alma como dos co-principios, se ven implicados en la santa Resurrección del Señor y por la Pascua de Cristo vemos de qué manera la escatología -lo venidero, lo futuro, lo eterno- incluyen también la corporalidad.
 
 
Se podría decir que una verdadera teología del cuerpo no sólo incluye el momento creador de Dios, en el Génesis, sino que incluye, y hay que sumar, la resurrección de Cristo y la escatología. Sólo así hay una verdadera teología del cuerpo que pueda llamarse cristiana.
 
Y es que para mirar y valorar al hombre, y pensar cristianamente en su corporeidad, la resurrección de Jesucristo es determinante. Ahí se ofrece la más alta perfección al cuerpo humano y la mejor teología del cuerpo que podamos encontrar.
 
El Espíritu Santo tiene mucho que ver: Él "espiritualiza", "pneumatiza", la carne de Jesús y la deja vivificada y traspasada de Gloria; y esa es la obra de redención escatológica del Espíritu en nuestra propia carne (en la resurrección del último día).
 
"Es necesario añadir que también el cuerpo está implicado en esta dimensión de esperanza que el Espíritu Santo da a la persona humana. Nos lo dice, una vez más, san Pablo: "si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesucristo de entre los muertos habita en vosotros, aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros" (Rm 8,11; cf. 2Cor 5,5)" (Juan Pablo II, Audiencia general, 3-julio1991).
 
La corporalidad no es una dimensión de nuestro ser de la que esperamos librarnos como un peso o un fardo que nos impide la vida espiritual y el encuentro con Dios, sino que nuestra corporalidad es el medio de contactar con Dios, por decirlo así, y nuestra corporalidad está llamada a una plenitud nueva por la Pascua del Señor. Será la forma en que pueda darse una "Pascua de la creación", llamada escatología.
 
Pensemos atentamente estas palabras del Magisterio ordinario de la Iglesia:
"Es necesario suponer que en la resurrección esta semejanza se hará mayor: no a través de una desencarnación del hombre, sino mediante otro modo (incluso se podría decir: otro grado) de espiritualización de su naturaleza somática, esto es, mediante otro "sistema de fuerzas" dentro del hombre. La resurrección significa una nueva sumisión del cuerpo al espíritu" (Juan Pablo II, Audiencia general, 2-diciembre1981).
 
El hombre es una unidad "psico-somática", es decir, de alma y cuerpo. No tenemos un cuerpo prestado, una especia de domicilio, que luego abandonamos y nos desentendemos de él. El concepto de reencarnación, por ejemplo, en absoluto es conciliable con la verdad cristiana, porque el cuerpo lo entiende como algo accidental en la persona, y puede ir y reencarnase en otro cuerpo y en otro y en otro, infinitamente. Somos cuerpo. No lo tenemos, es que somos cuerpo como somos también alma, ambos indudablemente unidos. Su destino final, la escatología, es de nuevo la unión de la persona en su cuerpo y en su alma, glorificados. 
 
Y es que ser hombre es vivir en una unidad de cuerpo y alma:
 
"En el ser compuesto, psicosomático, que es el hombre, la perfección no puede consistir en una oposición recíproca del espíritu y del cuerpo, sino en una profunda armonía entre ellos, salvaguardando el primado del espíritu. En el "otro mundo", este primado se realizará y manifestará en una espontaneidad perfecta, carente de oposición alguna por parte del cuerpo. Sin embargo, esto no hay que entenderlo como una "victoria" definitiva del espíritu sobre el cuerpo. La resurrección consistirá en la perfecta participación por parte de todo lo corpóreo del hombre en lo que en él es espiritual. Al mismo tiempo consistirá en la realización perfecta de lo que en el hombre es personal" (Juan Pablo II, Audiencia general, 9-diciembre1981).
 
Estas son las consecuencias de la resurrección del Señor y esta es nuestra visión cristiana sobre la corporeidad y el ser personal. Sin duda, sugerentes, pero desconocidas, cuando mezclamos ideas y pensamientos espiritualistas, o de la New Age, o de la reencarnación, ignorando, desconociendo, lo que vemos en el Señor: su resurrección según la carne.
 
 
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