Jueves, 28 de marzo de 2024

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Jesucristo es Señor del Espíritu

por Corazón Eucarístico de Jesús

La Unción de Cristo, permanente, lo ha constituido en Señor del Espíritu, el Santificador, cuya humanidad glorificada por el Espíritu se convierte en una fuente eterna para nosotros, que, por medio de Él, recibimos el Espíritu Santo.
 
 
Su santísima humanidad fue ungida en su concepción, al ser cubierta la Virgen María por la sombra y rocío del Espíritu; su santísima humanidad fue ungida en el bautismo en el Jordán y en su santa Resurrección. Para nosotros, una fuente de vida perenne.
 
Él es Ungido y recibe el Espíritu en su humanidad en vistas a nuestra salvación, siempre en nuestro favor.
 
"Pero si el Señor se santifica a sí mismo por nosotros y esto lo hace cuando ha llegado a ser hombre es evidente que el descenso del Espíritu que aconteció sobre Él en el Jordán también tuvo lugar sobre nosotros, por llevar Él nuestro propio cuerpo. Y no ha tenido lugar con el propósito de mejorar al Logos, sino nuevamente con vistas a nuestra santificación, para que tomásemos parte en su unción y se pudiese decir de nosotros: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Así, cuando era lavado el Señor, como hombre, en el Jordán, éramos nosotros los lavados en Él y por Él. Y al recibir Él el Espíritu, éramos nosotros los que por Él éramos capacitados para recibirlo" (S. Atanasio, Contra Arrianos I, 47).
 
Su carne es ungida, su corporalidad entera, y deviene en fuente de la Gracia y del Espíritu para todos.
 
Se unge la carne de Jesús, instrumento de nuestra salvación, en nuestro favor.
 
"Y si, como el Señor mismo ha dicho, el Espíritu es suyo y Él mismo toma del Espíritu y lo envía, no es entonces el Logos, en cuanto que es Logos y Sabiduría, quien es ungido con el Espíritu (que es dado por Él), sino que es la carne  que ha sido asumida por el Logos la que en Él y por Él es ungida, para que la santificación que ha tenido lugar para el Señor como hombre, tenga lugar para todos los hombres por Él" (Id., I,47).
 
Ha sido ungido para poder ungirnos ahora a nosotros y participar de su Santo Espíritu. Cristianos es nuestro nombre, porque participamos de la vida divina de Cristo, el verdadero Ungido y Señor del Espíritu.
 
"Cuando ahora se dice que el Logos es ungido en cuanto hombre, somos nosotros los que en Él somos ungidos, puesto que también al ser Él bautizado, somos nosotros quienes somos bautizados en Él" (S. Atanasio, Contra Arrianos I, 48).
 

Las unciones sacramentales que sellan nuestra vida para siempre poseen un contenido salvífico espectacular: comunicarnos el Espíritu del Señor.

 
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