Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Gaby Soñer es una referencia de la música de alabanza

Hoy es cantante cristiano, pero ha pasado por prisión: el Soneto a Cristo Crucificado le transformó

Gaby Soñer, una voz consagrada ahora a la alabanza de Dios.
Gaby Soñer, una voz consagrada ahora a la alabanza de Dios.

ReL

Gabriel Soñer Ruiz fue sin duda una de las estrellas del Festival de la Divina Misericordia organizado el pasado 7 de febrero en el Colegio Villa Pilar (Santo Ángel, Murcia) por el hermano Atanasio, fraile del eremitorio de Nuestra Señora de la Luz.

Álbumes que son referencia
Interpretó diversas canciones de alabanza con su banda Gaby and Company y contó a los presentes el testimonio de su propia conversión (ver abajo el vídeo). Hoy Gaby está casado con Fabiola, tiene un hijo ya en plena juventud y con su grupo ha grabado álbumes como Sorprendentemente tuyo, Nuestro mundo, Muestra tu fe, Tiempos de Dios, Cristo salva y Cristo vive. Han viajado por todo el mundo con sus temas de amor a Jesucristo: España, Portugal, México, Estados Unidos, Argentina, Costa Rica...



Vive su espiritualidad en el ámbito de la Orden Franciscana Seglar, colabora con Caritas y es el coordinador de la Renovación Carismática Católica en la diócesis de Orihuela-Alicante, donde vive.

El cambio radical
Su arte musical no siempre caminó por esos derroteros. Durante muchos años Gaby tocaba música comercial rock y pop (cuyo estilo conserva) y formó parte durante diez años de la banda Capitán Flynn, que recorrió España y ganó varios premios.

¿Cómo se produjo el cambio que le llevó a consagrar de manera exclusiva a Dios el don de su voz y de su talento musical? Fue una especie de "tropezón" con Jesús que le transformó completamente cuando ya iba camino de los cuarenta y le sugirió una nueva dirección a su vida y a su música. Y eso que había decidido dejar los escenarios.

Fue leyendo el célebre soneto Soneto a Cristo crucificado, una de la joyas de la poesía mística española, de autor desconocido:

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.


Durante varios días, Gaby le estuvo dando vueltas a estos versos. Su inquietud le llevó a buscar a alguien que le aconsejara, pues comenzó a tener sentimientos que él no conocía. En esa búsqueda topó con los hermanos capuchinos, en concreto con una fraternidad de inserción que hacía poco se había instalado en su barrio. El diálogo con los capuchinos y la convivencia diaria con ellos le llevaron a interesarse por Cristo, y más tarde por San Francisco de Asís.



Fue para él un tiempo de gracia, de descubrir cosas nuevas y de recordar aquello en lo que fue educado. Sin que se diera cuenta, comenzó un camino catecumenal, con lectura de libros, convivencias, encuentros, retiros… Todo aquello le apasionaba, y quería saber y experimentar más. Su fe se iba consolidando y los valores franciscanos empezaron a formar parte de su vida.

Un día cogió la guitarra y empezó a cantar a San Francisco de Asís. Se dio cuenta de que podía poner música a lo que estaba sintiendo y viviendo y comenzó a componer. De una canción surgió otra, y así fue como nació Gaby and Company.

En su propia voz
Todo este proceso de renovación no fue sólo musical. Como explicó en el Festival de la Divina Misericordia, Gaby en su juventud había sido pandillero en un país donde las bandas practican una "gran violencia", una violencia que le comía por dentro y le convirtió en "un ser despreciable". Conoció el mundo de la droga y acabó en la cárcel. Fue en prisión donde decidió dejar el consumo y regresar a su país natal, España, y dedicarse a la canción. Y entonces encontró aquellos versos: "No me mueve, mi Dios, para quererte..."

Así lo contó él mismo:
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