Sábado, 20 de abril de 2024

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¿Hay que confesarse todavía?

¿Hay que confesarse todavía?

por Un alma para el mundo

  

El Arzobispo de Zaragoza, D. Vicente Jiménez Zamora, publicó el año anterior una carta pastoral en la que recordaba, de forma clara y sencilla, la doctrina sobre el sacramento de la Penitencia. Por su interés para el tiempo Cuaresmal que estamos viviendo, la ofrezco a los lectores del Blog.

 

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y LA EDUCACIÓN DE LA CONCIENCIA

 

“Dichoso el que está absuelto de su culpa” (Salmo 31, 1)

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La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone para la celebración de la Pascua, que es un tiempo de gracia, porque nos ofrece la salvación plena en el misterio pascual de la muerte redentora de Jesucristo y de su resurrección gloriosa.

En el itinerario de la Cuaresma ocupa un lugar importante la proclamación del Evangelio de la reconciliación, la llamada a la conversión y la celebración fructuosa del sacramento de la Penitencia. El camino cuaresmal se abre con el gesto significativo de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas y con las palabras con las que Jesús inauguró la predicación del Reino: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15).

Consciente de que la penitencia y la reconciliación están en el corazón del Evangelio, de la misión de la Iglesia y de que una buena práctica del sacramento de la Penitencia es signo de renovación y vitalidad de nuestras vidas y de nuestras comunidades cristianas, escribo estacarta pastoral, orientada fundamentalmente a afirmar la fe y recomendar la práctica del sacramento de la Penitencia y a formar bien la conciencia moral.

Sacramento de la Penitencia

Ojalá que juntos comprendamos, con la mente y el corazón, el misterio del sacramento de la Penitencia, en el que experimentamos la alegría del encuentro con Dios, que nos otorga su perdón mediante el sacerdote en la Iglesia, crea en nosotros un corazón y un espíritu nuevos, para que podamos vivir una existencia reconciliada con Dios, con nosotros mismos y con los demás, llegando a ser capaces de pedir perdón, perdonar y amar.

El Papa san Juan Pablo II, en la carta apostólica Novo Millennio Ineunte, señalaba como una de las prioridades pastorales al comienzo del nuevo milenio, el sacramento de la Reconciliación: “Deseo pedir, además, una renovada valentía pastoral para que la pedagogía cotidiana de la comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y eficaz la práctica del sacramento de la Reconciliación […] ¡No debemos rendirnos, queridos hermanos sacerdotes, ante las crisis contemporáneas! Los dones del Señor – y los sacramentos son de los más preciosos – vienen de Aquél que conoce bien el corazón del hombre y es el Señor de la historia!” (Juan Pablo II, NMI37).

Un camino para la renovación de la pastoral del sacramento de la Penitencia es realizar una catequesis íntegra y clara, sin ambigüedades, sobre este sacramento, según la doctrina de la Iglesia, que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. CEC, 1422-1498).

Formación de la conciencia moral

Asimismo hay que formar bien la conciencia moral y recuperar el sentido auténtico del pecado. En nuestra época, a causa de múltiples factores, está oscurecida la conciencia moral de muchas personas. El mismo Papa san Juan pablo II escribía en la Exhortación apostólica Reconciliación y Penitencia: “¿Tenemos una idea justa de la conciencia? ¿No vie el hombre contemporáneo bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una ‘anestesia’ de la conciencia?” (n. 18).

En la situación actual de pérdida del sentido del pecado, es necesario que sacerdotes, padres, catequistas, educadores y profesores de Religión formen bien a los fieles cristianos en el auténtico sentido religioso del pecado como ruptura consciente, voluntaria y libre de la relación con Dios, con la Iglesia, con nosotros mismos, con los demás y con la creación (cfr. Concilio Vaticano II, GS 13).

Para la formación de la conciencia moral reviste una importancia particular insistir en el sentido de responsabilidad personal. En el origen de toda situación de pecado hay siempre personas pecadoras con su responsabilidad personal. La conversión reclama la responsabilidad personal e intransferible de cada uno.

+ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza

 

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