Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

Francisco: La Iglesia sólo es de Dios


Su devoción y adhesión al ya Pontífice emérito siempre fueron públicas, como se pudo ver ayer en su primer mensaje al pueblo congregado en la plaza de San Pedro

por José Luis Restán

Opinión

"La fidelidad es siempre un cambio, un florecimiento, un crecimiento". Así hablaba el cardenal Jorge Mario Bergoglio en una entrevista concedida a la revista 30Giorni al concluir la Conferencia de Aparecida. Es una clave de lectura de la nueva sorpresa que el Espíritu Santo ha regalado a su Iglesia. En esa misma entrevista el entonces arzobispo de Buenos Aires decía que en este momento "lo que más falta hace es la misericordia y el valor apostólico", el valor de sembrar sin descanso la belleza del Evangelio, la sorpresa del encuentro con Jesús. Y concluía diciendo que el mayor peligro para la Iglesia es lo que el teólogo De Lubac denominaba "la mundanidad espiritual", poner en el centro a uno mismo.

Poco después de las 19 horas de Roma, el Cardenal Protodiácono sorprendía a propios y extraños anunciando que el nuevo papa se llamaba Jorge Mario pero había adoptado, por primera vez en la historia el nombre de Francisco. En ninguna de las malhadadas quinielas aparecía el arzobispo de Buenos Aires, de 76 años, del que se recordaba bien su decidido rechazo a recorrer el camino hacia la sede de Pedro en el Cónclave de hace ocho años. Hay materia para la reflexión. El vaticanista Sandro Magíster ofrece en L´Espresso una explicación que me parece plausible. En aquella ocasión quienes pretendían bloquear la elección de Joseph Ratzinger hicieron confluir sus votos en el cardenal Bergoglio y éste, observando la maniobra, la rechazó contundentemente. Su devoción y adhesión al ya Pontífice emérito siempre fueron públicas, como se pudo ver ayer en su primer mensaje al pueblo congregado en la plaza de San Pedro.

En esta ocasión, siempre según Magíster, la acumulación de preferencias en torno a Bergoglio ha sido constante en los días previos. Ha pesado sobre todo su perfil de radicalidad evangélica ("su perfil es el de un santo", ha dicho el secretario de la CEE, Mons. Martínez Camino) que conecta bien con la dirección de purificación y esencialidad impresa por Benedicto XVI a su pontificado.

El nombre elegido, Francisco, es toda una homilía. Se trata del hombre cautivado por Cristo que sólo quería vivir "el Evangelio sin glosa", que generó un viento de reconstrucción en la Iglesia de su tiempo... y no lo olvidemos, que se echó a los pies del Papa para pedir su reconocimiento y bendición.

Con el Papa Francisco irrumpe el tiempo de las sorpresas, según algunos. ¿No será más bien que la sorpresa es la condición permanente del Espíritu que conduce a la Iglesia? Hace cincuenta años la gran sorpresa del acontecimiento conciliar, en el 78 la sorpresa de un papa eslavo llegado del otro lado del Telón de acero, y hace ocho la figura mansa y luminosa de un nuevo Padre de la Iglesia capaz de hablar al mundo postcristiano desde sus más granadas tribunas. Ahora, desde "casi el fin del mundo", llega el primer papa latinoamericano de la historia.

Tiempo tendremos de conocer a fondo a nuestro nuevo Papa. Pero vaya por delante que las sorpresas no han terminado, especialmente para los amigos de fáciles esquemas, demasiado mundanos. Bergoglio no es un teólogo sino un hombre de gobierno y de misión a pie de calle. En los amargos setenta se enfrentó como Provincial de la Compañía de Jesús a la deriva revolucionaria de no pocos sacerdotes cautivados por el análisis marxista; y como arzobispo de la gran diócesis bonaerense no ha dudado en enfrentarse a diversos poderes cuando la dignidad y los derechos de las personas, y la libertad de la Iglesia, han estado en juego.
Quienes dibujan la imagen de un papa "progresista" podrán seguir con su divertimento pero por poco tiempo. Y quienes hablan de giro o de ruptura no tienen ni idea de quién es Francisco. Siendo por temperamento y formación muy distinto de Joseph Ratzinger, hay un hilo de oro que los liga muy profundamente: su centro es sólo Cristo, el corazón de la Iglesia, y su pasión es comunicarlo sin descanso a la gente: misericordia y valor apostólico, renovación en la continuidad, la fidelidad es siempre crecimiento. Así crece la Iglesia, "el árbol de Dios". Nos esperan días felices.

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