Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Felicitación Navideña 2009

por Guillermo Urbizu


 

 

 
Querida amiga, querido amigo:

Yo ya he puesto el belén. Bueno, para ser completamente sincero, lo han puesto mi mujer y mis hijos. Yo estaba escribiendo a ratos o leyendo las Virutas del taller, de Miguel D’Ors. De cuando en cuando me levantaba y, sin que se dieran cuenta, les miraba pensando que dentro de unos años ya no escucharé esas voces discutiendo sobre el musgo, la paja o la estrella. Serán mayores y vivirán en otras casas, y puede que hasta en otras ciudades o países. ¡Son tantos los presentimientos! Y tengo los libros llenos de fotografías que miro conmocionado. De hace ocho, seis o dos años. O incluso de las pasadas navidades. Esas miradas, esas sonrisas enmarcadas por la pureza de la nieve. Esa quietud que parece que se mueve. ¿Por qué extrañamos tanto lo pasado? Yo no pretendo aquí hacer literatura, pretendo que me entiendas, lector, que entiendas la alegría del instante y al mismo tiempo la pena, esa posibilidad de perderlo. En mi rincón ya ni leo. Escucho sus voces… Las manos en el libro, la cabeza en el respaldo, los ojos no recuerdo, y el corazón agradecido. Sin querer estoy rezando, aunque sea con ese poso de melancolía tan propio de estos días. ¿Seré alguna vez tan feliz como ahora? Todos juntos: mi familia. Mi familia junto al belén, alrededor del Niño Dios. Alguien entona “Campana sobre campana”… Cuando me quedo solo me siento en el suelo para apreciar cada detalle. Esas jóvenes muchachas judías asomadas a las ventanas de sus cuevas. Los pliegues del río donde nadan los brillos. Los soldados, los jóvenes agricultores, las lavanderas, los Reyes muy en la lejanía, el castillo de Herodes, los ángeles, los pastores. Y vuelta la vista al Niño, al hogar del alma donde está el pesebre. Jesús, te amo, y quisiera que te amaran todos los hombres. Hasta los más incrédulos: esos que ocultan su corazón entre sombras, barricadas y máscaras de ideologías burdas o esclerosis varias. Lo viejo se hace Nuevo y el final Principio, con la espontaneidad del amor más entrañable. Nada de utopías sentimentales. Es la Vida que no envilece, el argumento divino de la Historia, su trama espiritual, las almas. Ay, las almas, nuestras almas, mi alma. Tan despistadas, desnutridas o despiadadas. Que el Niño Dios cauterice sus heridas, las de cada uno. Todos somos el pueblo elegido, todo estamos esperando al Mesías. Porque estamos esperando la alegría -no lo vamos a negar a estas alturas-, esperamos la justicia social y la paz en las familias y en los países. Esperamos la armonía y la solidaridad con los que menos tienen… Esperamos que nazcan todos los niños, que escuchemos sus risas. El mundo necesita más que nunca de la Navidad, porque el mundo necesita más que nunca a Cristo. Necesita salir de la corrupción y de la atrofia espiritual que afecta al pensamiento, al arte y al sentido común. Entre otras cosas. Necesita enamorarse de este Niño para aprender el valor de la sencillez y de la humildad, sin vulgares aspavientos. Que Dios Niño nos ayude a corresponder siquiera un poco a Su gracia, que nos abra los ojos y nos purifique de inútiles prejuicios o de tantos y tantos apetitos subalternos. ¡¡Feliz Navidad a todos!!

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