Sábado, 20 de abril de 2024

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Evangelización (Magisterio - XVIII)

por Corazón Eucarístico de Jesús

¿Retomamos para la nueva evangelización algo que hemos perdido?
 
Lo hicimos en su momento y fue enriquecedor. La cultura recibió magníficas expresiones y formas, transidas de belleza y espiritualidad, cuando la fe buscó cauces de expresión. Una larga historia lo avala, si se recorre con objetividad.
 
 
En vez de ser antagónicas, pensando que la fe es subjetividad y sentimiento, y la cultura es objetividad y razón, la alianza de ambas fue fecundísima.
 
Pero en un cierto momento, fruto de la modernidad y de otras causas, los caminos se bifurcaron sin llegar a encontrarse. La fe se refugió mucho en sus iglesias perdiendo su influjo en la sociedad, su capacidad de belleza en muchos casos,  y la cultura prescindió de la espiritualidad cristiana para transitar senderos que, en muchas ocasiones, acababan en precipicios.
 
Hagamos memoria.
 

"Queridos hermanos y hermanas, la historia de la Iglesia es también inseparablemente historia de la cultura y del arte. Obras como la Summa Theologiae, de santo Tomás de Aquino, la Divina Comedia, la catedral de Chartres, la Capilla Sixtina o las cantatas de Juan Sebastián Bach, constituyen síntesis, a su modo inigualables, entre fe cristiana y expresión humana" (Benedicto XVI, Discurso a la Pontificio Consejo para la cultura, 15-junio-2007).
 
Esto lo repetirá, de una manera u otra, en distintos discursos. Creo que no deberíamos olvidar los grandes logros que la fe católica ha logrado para la cultura y la civilización.
 
 
Nada nuevo es, por tanto, evangelizar y trabajar en el campo de la cultura. Simplemente, hemos de retormar lo que siempre se hizo y tanto bien hizo. La nueva evangelización debe afrontar ese reto y no temer, no replegarse en la sacristía.
 
"El concilio ecuménico Vaticano II prestó gran atención a la cultura, y la constitución pastoral Gaudium et spes le dedica un capítulo especial (cf. nn. 53-62). Los padres conciliares se preocuparon por indicar la perspectiva según la cual la Iglesia considera y afronta la promoción de la cultura, considerando esta tarea como uno de los problemas "más urgentes (...) que afectan profundamente al género humano" (ib., 46). 
 
Al relacionarse con el mundo de la cultura, la Iglesia pone siempre en el centro al hombre, como artífice de la actividad cultural y como su último destinatario. El siervo de Dios Pablo VI se interesó mucho por el diálogo de la Iglesia con la cultura, y se ocupó personalmente de él durante los años de su pontificado..." (ibíd.).
 
¿Y hoy?
 
"Resulta aún más urgente para la Iglesia promover el desarrollo cultural, cuidando la calidad humana y espiritual de los mensajes y de los contenidos, ya que también la cultura se ve inevitablemente afectada hoy por los procesos de globalización que, si no van acompañados constantemente por un atento discernimiento, pueden volverse contra el hombre, empobreciéndolo en lugar de enriquecerlo. ¡Y cuán grandes son los desafíos que la evangelización debe afrontar en este ámbito!" (ibíd.).
 
Las grandes obras de arte -literatura, escultura, pintura, música- eran expresión de un genio cristiano, de una mentalidad cristiana que refleja la verdadera cultura, el culto a Dios en la vida del creyente.
 
"Pero si bien estas son, por decirlo así, las cumbres de dicha síntesis entre fe y cultura, su encuentro se realiza diariamente en la vida y en el trabajo de todos los bautizados, en esa obra de arte oculta que es la historia de amor de cada uno con el Dios vivo y con los hermanos, en la alegría y en el empeño de seguir a Jesucristo en la cotidianidad de la existencia. 
 
 
Hoy, más que nunca, la apertura recíproca entre las culturas es un terreno privilegiado para el diálogo entre hombres comprometidos en la búsqueda de un humanismo auténtico, por encima de las divergencias que los separan. También en el campo cultural el cristianismo ha de ofrecer a todos la fuerza de renovación y de elevación más poderosa, es decir, el amor de Dios que se hace amor humano" (ibíd.).
 
 
El amor de Dios por Cristo, que llega a cada uno de nosotros, engendra hombres nuevos, y sólo estos hombres nuevos, con la experiencia previa del Amor de Dios, pueden dar vida a la cultura, al arte, al pensamiento.
 
¿Caminos nuevos para la nueva evangelización? Más bien caminos que recorrimos muy bien y que se abandonaron.
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