El joven cardenal Nzapalainga, en Rimini: «Muchas veces me he arriesgado a recibir un balazo»
A sus 55 años Dieudonné Nzapalainga es hasta el consistorio que se celebrará en los próximos días el cardenal más joven del mundo. Y delante tiene también una de las misiones más complicadas: ser arzobispo de Bangui, en República Centroafricana, una zona asolada por la guerra y el yihadismo.
Ha sido testigo de masacres, de pueblos destruidos y aniquilados. Y su experiencia de lucha por la paz la ha llevado a Meeting de Rimini que cada año celebra en esta ciudad italiana Comunión y Liberación.
En una entrevista con Tempi habla de su vida y también de la necesidad de una paz tan necesaria.
“Pasión por el hombre” es el título de esta edición del Meeting. “La pasión por el hombre es lo que siempre me ha movido. Lo vi en ese extraño hombre blanco, ese sacerdote misionero que vino al barrio muy pobre de Bangassou donde nací para jugar y comer con nosotros los niños. Y yo, el quinto de diez hermanos, nacido de madre protestante y padre católico, decidí hacerme sacerdote para ser como él. Y como sacerdote primero, luego como obispo y cardenal, la pasión por el hombre me ha seguido guiando”, señala.
El purpurado prosigue asegurando que “esta pasión es la de Jesucristo y viene de él: Dios se hizo hombre para compartir nuestra vida, nuestras miserias y sufrimientos. Nada de lo humano, por tanto, ya no puede sernos extraño. Pasión para el hombre significa actuar y luchar para que todo hombre sea libre, para que viva de manera digna, justa, para que sea feliz”.
Y con este espíritu no ha dejado de luchar por la paz. Recuerda la terrible situación de Bangassou en 2018: “Yo, junto con el imán y el pastor protestante, fuimos al bosque a encontrarnos con los líderes rebeldes. Estaban todos armados con fusiles y machetes, yo no tenía nada más que un corazón lleno del amor de Dios, lo único que te permite dejar de lado el odio y el rencor. Y les dijimos: ‘Ustedes no tienen derecho a matar, a maltratar a las personas, a humillarlas y a robar’. Entonces los escuchamos. Y así comenzó un viaje. Evidentemente es peligroso: muchas veces me he arriesgado a recibir un balazo en la cabeza. Pero el diálogo es la única manera de desarmar los corazones por encima de todo”.
Y su testimonio recuerda inevitablemente a la guerra entre Rusia y Ucrania. Desde su experiencia asegura que este conflicto “no se puede resolver con las armas, sino sólo con el diálogo”.
“Las armas solo traen destrucción y muerte. Dividen a las personas y siembran el deseo de venganza en el corazón. Para construir la paz debemos ir hacia el otro, encontrarlo, hablarle y escucharlo”, añade.
"La fuerza revolucionaria del Evangelio"
No es nada fácil e incluso este camino encuentra dificultad entre los propios creyentes. El cardenal Nzapalainga reflexiona sobre esto: “Entiendo que iniciar este camino es difícil, pero ¿cuál es la alternativa? La violencia exige más violencia. La muerte pide más muerte. Las armas llaman a otras armas. Si no hablas con tu enemigo, ¿con quién deberías hablar? Si no vas al encuentro de tu enemigo, ¿cómo vas a poder llegar a un acuerdo justo y digno?”.
Al principio estaba solo en este cometido por la paz. Ni los políticos ni la propia comunidad cristiana le entendían. Sin embargo, el purpurado considera que junto al imán y al pastor protestante dio el primer paso para conseguir la paz. Si en 2016 el 80% del país estaba en manos de bandas rebeldes, ahora solo el 20%, el resto está de nuevo bajo el control del Gobierno.
África es la esperanza de la Iglesia, ante una Europa secularizada, sin vocaciones y con cada vez menos fieles. Pero el cardenal Nzapalainga tiene un particular puntos de vista: “Si los grandes misioneros europeos no hubieran estado convencidos de que no hay nada más importante que el mensaje del Evangelio - Dios se hizo hombre y nos ama - nunca me habría hecho sacerdote y nunca me habrían invitado a Rímini. Ayer, como hoy, solo hay un mensaje que vale la pena llevar al mundo entero: el amor de Jesucristo. El Evangelio siempre tendrá una fuerza revolucionaria. El cristianismo, al encontrarse con diferentes culturas, genera diferentes sensibilidades pero lo esencial es lo mismo para todos. Necesitamos, por tanto, comunidades donde este mensaje resuene con fuerza ya los jóvenes se les debe recordar que sólo el amor de Dios es capaz de llenar el corazón del hombre. Quizás alguien en Europa lo haya olvidado. Pero para ir a buscar jóvenes, para encontrarse con jóvenes hay que tener pasión por el hombre. Vengo a la Junta a hablar de esto”.