Sábado, 27 de abril de 2024

Religión en Libertad

8 formas en que la devoción popular bien vivida es eficaz frente al laicismo: lo cuentan los obispos

Un penitente de Semana Santa en procesión con vela y capirote
La devoción y religiosidad popular puede ayudar a llevar la luz de la fe a muchos

José María Carrera

Con motivo del trigésimo aniversario del viaje apostólico de San Juan Pablo II a España entre el 12 y el 17 de junio de 1993, los obispos de las diócesis de Andalucía han publicado una carta pastoral que recuerda especialmente las vistas del Papa polaco a Sevilla, Huelva o el Rocío. A lo largo de 60 puntos, el documento alterna las enseñanzas del pontífice con reflexiones y propuestas de los obispos en torno a la nueva evangelización a través de las devociones populares frente a una descristianización de la que ya alertó el mismo Papa.

Bajo el título María, Estrella de la evangelización. La fuerza evangelizadora de la piedad popular, los obispos pretenden recordar "el lugar importantísimo de la piedad popular en la vida cristiana", así como ayudar a los fieles a obtener la "energía para impulsar con toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora".

1º Iglesia, liturgia y evangelización, esencia de la piedad popular

En primer lugar, los obispos llaman a que la vida cristiana "sea percibida como bienaventuranza", para lo que es necesario integrar la piedad popular "en la armonía de lo que se cree, celebra, vive y ora".

Por ello, se menciona que verdadero cristiano no es "quien simplemente acepta el Credo", "reduce la vida cristiana a algunas celebraciones" o "se entrega a una acción que no brota de la liturgia ni está sostenido por una caridad iluminada por la fe".

"El solo ejercicio de ciertas prácticas de piedad no puede ser considerado manifestación auténtica de la fe. La piedad popular, para que sea realmente lo que está llamada a ser, para que ponga y exprese el afecto de la vida cristiana, ha de armonizarse con la doctrina de la fe de la Iglesia, con su celebración litúrgica, con el compromiso apostólico y misionero en favor de la evangelización y de la transformación del mundo, y con la vida de oración", recuerdan.

2º Profesar con los labios lo que se cree con el corazón

En este sentido, los obispos remarcan que si se busca una piedad popular "genuina", esta debe "tener como fuente la fe". Por eso, agregan, "la autenticidad cristiana de los ejercicios de piedad y devociones debe verificarse desde su conformidad con la doctrina de la fe, tal como es profesada por la Iglesia en el Credo: carece de sentido profesar con los labios lo que no se cree con el corazón, o, lo que es lo mismo, declarar externamente el Credo y vivir de manera contraria a la fe y moral de la Iglesia".

3º Evangelización y catequesis, compañeros de la piedad popular

Los obispos también recuerdan que la piedad debe ser, como han sido históricamente, "un medio muy eficaz para la transmisión del mensaje evangélico y para conservar la fe cristiana". Por eso, recuerdan que al mismo tiempo que en la evangelización, catequesis y educación cristiana "no se puede prescindir de la piedad popular, los ejercicios piadosos han de ir siempre acompañados de una catequesis correcta".

Puedes ver aquí la cómo fue la visita de San Juan Pablo II a la ermita de la Virgen del Rocío, el 14 de junio de 1993.

4º Lo sagrado, por encima de la devoción popular

A lo largo de la carta pastoral, los obispos también urgen a potenciar una adecuada formación que haga comprender "la preeminencia de la liturgia sobre las devociones populares" y "recuperar el sentido de lo sagrado y el decoro" en las celebraciones.

Remarcan la importancia de que las prácticas devocionales "no alteren" estas celebraciones: "La necesaria armonía entre Liturgia y piedad popular pasa siempre por el respeto de las normas litúrgicas. Los añadidos devocionales a la celebración no la hacen más solemne, como tampoco la hace más sencilla la supresión de lo estipulado por la norma litúrgica".

5º El respeto al domingo y la misa, "imprescindible"

En el plano litúrgico, la carta pastoral hace un llamamiento a que el domingo "sea de verdad el día dedicado al Señor", para lo que la participación en la Santa Misa "es imprescindible". Citando a San Juan Pablo II, alertan del "riesgo" de que "algunas tradiciones populares y culturales invadan la celebración de los domingos, `mezclando con el espíritu de la auténtica fe cristiana elementos que son ajenos o que podrían desfigurarla´.

6º Arma contra el laicismo y la descristianización

Refiriéndose a ella como "escuela de compromiso cristiano", los obispos recuerdan que la piedad popular "puede ofrecer recursos valiosísimos" para la evangelización "frente a la pretensión dañina de quienes se empeñan en desterrar de los espacios públicos las manifestaciones de fe".

"La descristianización que padecemos no comporta sólo la pérdida de la fe o su falta de relevancia para la vida personal y social, sino también un oscurecimiento del sentido moral. El reto evangelizador se encuentra hoy con el riesgo de ceder, por fuera, al laicismo que pretende desterrar de los espacios públicos la expresión de la fe y se obstina en plantear las relaciones humanas", expresa el documento.

7º Las hermandades, talleres de santidad

Buena parte del documento está dirigido a las Hermandades, a quienes se recuerda su llamado a ser "talleres de santidad" que cuiden la formación espiritual de sus miembros y sigan los ejemplos del Evangelio.

Es un sentido que las Hermandades encuentran en sus tres fines, "formación, culto y acción caritativa" y al que los obispos añaden el "cuarto fin" de la "participación activa en la misión evangelizadora de la Iglesia": "En el momento histórico que nos toca vivir, las Hermandades deben apoyar su vida en cuatro pilares inseparables: la formación, el culto (liturgia y devociones), la caridad y la evangelización".

 8º El primer fin de las hermandades, evangelizar a sus miembros

Además de "portadoras de esperanza" y "refugio de misericordia", los obispos contemplan la evangelización como uno de los primeros fines constitutivos de las hermandades. Hasta el punto de cifrar su "primera preocupación" en "llevar el Evangelio a todos sus miembros", pues "si la pertenencia a una hermandad no convierte en mejores católicos a sus miembros, de poco o nada sirven sus esfuerzos".

Para los obispos, las tareas, proyectos o preocupaciones de quienes están al frente de una Hermandad "no deberían centrarse prioritariamente en mejorar su patrimonio material, sino en el cuidado espiritual y corporal de quienes forman la Hermandad".

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