Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

«Si yo he podido, ¿quién no podrá?»

El valor de una ecografía antes del aborto: historia de la mujer que quiso ser soldado paracaidista

La pequeña que pudo no haber nacido... pero nació.
La pequeña que pudo no haber nacido... pero nació.

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Lauren Lee, madre de un niño de tres años, era miembro de las Fuerzas Armadas norteamericanas cuando padeció una durísima cadena de lesiones. Quería ser soldado paracaidista, así que se involucró a fondo en la capacitación.

Una lesión tras otra
Un día se rompió una pierna, pero le dijeron ("me mintieron", afirma) que era un esguince, lo cual agravó el siguiente traumatismo. Había que saltar desde una altura de casi dos metros con treinta kilos cargados a la espalda, y su cadera no lo resistió, resultando en una rotura del ligamento sacroiliaco. Aun así aguantó, por conseguir su sueño de entrar en esa unidad de élite. Pero en el siguiente salto, desde una altura de más de dos metros, llegó el desastre: ocurrió lo mismo en el otro lado de su hueso púbico, y ahora su pelvis se sostiene gracias a un implante metálico.

Tuvo que dejar el ejército: "Sufro una severa lesión medular. Apenas puedo andar. El dolor es continuo, y aguanto a base de pastillas. He tenido que pasar por varias operaciones porque las dos primeras se hicieron mal. El dolor es extremo y he recorrido los Estados Unidos buscando una solución", explica en LifeSiteNews.


Radiografía de la cadera de Lauren Lee y de su implante.

Embarazo imprevisto
Estando en esa situación física, Lauren Lee se quedó embarazada de un hombre distinto al padre de su primer hijo: "La primera vez que mantuvimos relaciones, después de mes y medio saliendo, falló nuestro método anticonceptivo. No le di importancia, porque había necesitado diez meses para concebir a mi niño de tres años". Pero pocas semanas después, al comprobar la primera falta, el test de embarazo dio positivo.

"Al principio me convencí a mí misma de abortar", continúa: "Me dije que estaba justificado por mis lesiones y por lo duro que sería para mí. La lista de razones por las que el aborto haría mi vida más fácil me pareció larga. Aunque había tenido alguna formación cristiana, me pudieron convencer de que el aborto era la solución para mí. Cuando llamé a mi novio para decirle que estaba esperando, me apoyó en cualquier decisión que tomase. Tras visitar al ginecólogo, pedí cita con Planned Parenthood [la principal industria abortera en Estados Unidos, n.n.] sin decir nada a nadie".

Salvada por... las náuseas y una "foto"
Le hicieron una ecografía. "Vi al bebé, de diez semanas. Parecía humano. Ya me había desenganchado de mi medicación contra el dolor y estaba teniendo por las mañanas un malestar muy intenso. Mi novio y yo estábamos pasando un bache en nuestra relación. Así que pedí cita para llevar a cabo ´el procedimiento´ dos días después".

La víspera, Lauren Lee no tenía dudas: "Aún estaba convencida de que era lo correcto". Al llegar la fecha, estuvo a punto de no coger el coche a causa de sus  habituales náuseas matutinas, pero lo hizo. Sin embargo, al poco tuvo que parar y echarse a un lado: "No podía dejar de vomitar. Como llegaba tarde a la cita, la reprogramé para el dia siguiente".

Al día siguiente pasó lo mismo, pero esta vez, cuando estaba en el coche de camino al abortorio antes de volver a reprogramar el aborto, hizo algo decisivo: "Miré la ecografía que me habían hecho tres días antes, vi aquel pequeño ser humano, y empecé a llorar".

Una doble reflexión
"Comprendí que había considerado demasiados ´yo´ y demasiados ´a mí´. Sí, yo era pobre. Sí, vivía de una pensión de discapacidad. Tenía un montón de razones para no tener ese niño", recuerda: "Pero mientras estaba allí, sentada en el coche, comprendí que era yo quien había decidido mantener relaciones sexuales, no era el niño quien había pedido estar ahí. En ese momento me pregunté quién era yo para seleccionar cuál de mis hijos vivía y cuál moría. No era un simple ´procedimiento´, yo iba a matar a un niño. Un niño con un corazón que latía, con rostro, con dedos, con pies".

Reencuentro con Jesús
Lauren Lee dio media vuelta, volvió a casa y rezó: "Tuve un ´reencuentro con Jesús´, como me gusta decir. Me sentí mal incluso por haber considerado matar a mi hijo, y pedí perdón. Le dije al padre de la criatura que no podía hacerlo... ¡y dijo que se alegraba y que daba gracias a Dios de que no lo hubiera hecho! No llevábamos mucho tiempo juntos, pero decidimos que, pasase lo que pasase entre nosotros, estaríamos ahí para nuestra hija. Consideré incluso la adopción si veía que no podía valerme por mí misma".

Problemas de todo tipo, pero...
El embarazo "no fue fácil", confiesa. Incluso le diagnosticaron intrauterinamente a la pequeña una rara enfermedad cardiaca y problemas en la vejiga. En cuanto a Lauren Lee, tenía que utilizar andador y silla de ruedas, y a punto estuvieron de hospitalizarla por las náuseas. Tuvo placenta previa y, a las veinte semanas, desprendimiento de placenta, que se curó por sí mismo.

Dos semanas antes de la fecha prevista tuvieron que hacerle una cesárea porque no soportaba los dolores, y porque el implante metálico en su cadera le impedía un parto natural. La operación contó, además del cirujano, con un especialista en la pelvis.

"Si expongo mi testimonio", concluye la joven, "es porque, si yo pude completar mi embarazo con unos dolores extremos y sin tener mucho dinero... cualquiera puede. ¡Y estoy tan feliz de haberlo hecho! Jamás me habría podido perdonar haber abortado. Ahora tengo una hija preciosa, Alexia Grace. Nació el 27 de agosto. Y ahora sé que soy una buena madre, y que todos los niños merecen la oportunidad de vivir".

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