Martes, 16 de abril de 2024

Religión en Libertad

El totalitarismo


El hecho que tengamos elecciones no me permite decir que estamos en un estado totalitario, pero el no aceptar un bien y un mal objetivos, y el que mis derechos no son míos, inalienablemente míos, sino concesión graciosa del Estado, son ideas claramente totalitarias, no democráticas

por Pedro Trevijano

Opinión

Entre los problemas que se plantean en nuestro país, y creo que también en muchos otros, están: ¿corre peligro la democracia?, ¿qué es exactamente el totalitarismo?

Juan Pablo II, en su Encíclica “Veritatis Splendor” nos lo definía así: “El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación (hoy añadiríamos también sexo.

La Encíclica es de 1993) los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás… La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado. No puede hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social poniéndose en contra de la minoría, marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando destruirla” (nº 99).

Los grandes problemas que presenta el totalitarismo son fundamentalmente dos: ¿existen un bien y un mal objetivos, o son realidades intercambiables?, ¿mis derechos, los tengo porque son míos y de mi dignidad humana inalienable, o son una concesión graciosa del Estado?

Conocía la frase, que he citado varias veces, del señor Rodríguez Zapatero que la Ley y el Derecho Natural son reliquias ideológicas y vestigios del pasado. Es el Estado con sus leyes, el que nos concede nuestros derechos, con lo cual estamos indefensos ante lo que decida el Estado. El bien y el mal no se basan en un orden moral objetivo, sino que somos nosotros los que decidimos lo que está bien y lo que está mal, y como sobre eso tiene que haber, ante las inevitables discrepancias, alguien que decida, es la voluntad popular, expresada por el Parlamento, la que decide lo que está bien y está mal. Y en el Parlamento quienes de verdad deciden, son, en virtud de la obediencia de partido, unos pocos; pero, aunque fuese de verdad la mayoría, las aberraciones nazis y comunistas nos enseñan que también la mayoría puede equivocarse muy gravemente. Queda así, al arbitrio del Estado la propia condición humana y la definición de lo que es un derecho.

Pero hay una segunda frase de Zapatero, por lo menos tan aterradora como la primera y que no conocía: “en la medida en que he ido evolucionando y madurando, creo que la religión más auténtica es el hombre. Es el ser humano el que merece adoración, es el vértice claro del mundo tal como se nos ha mostrado, tal como lo hemos llegado a comprender” (José Luis Rodríguez Zapatero a Suso de Toro, “Madera de Zapatero. Retrato de un Presidente” Barcelona 2007 en I. Arsuaga y M. Vidal, “PZ. Proyecto Zapatero” Ed. HazteOír.org p.24).

Deificación del ser humano que recuerda a Génesis 3,5, cuando la serpiente ofrece a los primeros padres “ser como Dios”, por el camino de la rebelión contra Él, lo que nos deja en el plano no sólo religioso, sino también jurídico, en un estado de total indefensión, al no haber autoridad por encima del Estado y además sabemos el caso que hacen los relativistas y positivistas de sus pretendidos principios cuando les conviene.
En el socialismo zapateril, el bien común, el interés general, lo bueno, es únicamente lo legal.

José Antonio Alonso, ante una declaración de nuestros obispos reaccionó así: “Tienen que entender que en el ámbito de lo público la única moral posible es la de la Constitución”, declaración a no tener en cuenta cuando hace referencia a ellos, si la sentencia del Constitucional no les agrada o conviene, como hemos visto con la sentencia del Constitucional sobre el Estatut de Cataluña.

El hecho que tengamos elecciones no me permite decir que estamos en un estado totalitario, pero el no aceptar un bien y un mal objetivos, y el que mis derechos no son míos, inalienablemente míos, sino concesión graciosa del Estado, son ideas claramente totalitarias, no democráticas. Cualquier ideología puramente intramundana del progreso es contraria a la verdad integral de la persona humana y al designio de Dios sobre la Historia. Esforcémonos, luchemos y recemos para que sigamos siendo un país libre. No tengo ninguna gana que mis derechos me los conceda o no, según le venga en gana, Zapatero.
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