Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

El respeto a la vida


Aunque la Inquisición española arrastra una pésima fama, sus víctimas, aunque una sola es suficiente, parece ser no llegaron a cinco mil, bastantes menos que los ejecutados en otros países por los mismos delitos en la misma época.

por Pedro Trevijano

Opinión

En uno de mis anteriores artículos, se me han hecho las siguientes preguntas:
 
«En relación al respeto a la vida: ¿qué respeto por la vida tuvo su iglesia en las cruzadas, en la inquisición, en el genocidio de la conquista de América, en la pedofilia, en la dictaduras militares de América Latina? ¿Y las monjas violadas por curas misioneros en Africa, obligadas a practicarse abortos?».
 
Voy a intentar responder una a una, por supuesto brevemente, a estas preguntas.
 
Desde luego hoy nos resulta difícil compaginar el Evangelio, con su espíritu ciertamente no favorable a la violencia, con las Cruzadas. Pero hemos de procurar evitar juzgar una época con los criterios y mentalidad de otra, aunque sea la nuestra. Está claro que los cristianos y los cruzados creían firmemente en la justicia de su causa y las Cruzadas indudablemente sirvieron para frenar el avance turco, pues mientras se combatió por Jerusalén no hubo que combatir por Viena, como sucedió después. Hoy mismo nuestros soldados luchan en la guerra de Afganistán porque el fundamentalismo islámico y los talibanes son nuestra gran amenaza.
 
Sobre la Inquisición es seguramente la mancha más grave de la Historia de la Iglesia. Su origen es a la vez político y religioso. Los reyes ven en las herejías semilla de revoluciones y en consecuencia empiezan a perseguirlas. La Iglesia se deja arrastrar por la oleada de intolerancia y se confunden los motivos religiosos y políticos. Los jueces son religiosos, siendo la Inquisición un Tribunal eclesiástico y los procedimientos los normales en aquella época.
 
Aunque la Inquisición española arrastra una pésima fama, sus víctimas, aunque una sola es suficiente, parece ser no llegaron a cinco mil, bastantes menos que los ejecutados en otros países por los mismos delitos en la misma época. Desde que leí el libro del protestante danés Gustav Hennigsen «El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española», he pensado que si tuviésemos memoria histórica, la calle principal de mi ciudad de Logroño debiera llamarse «Calle del Inquisidor Alonso de Salazar Frías». Su mérito, como señalo en mi artículo «Inquisición y Brujería» haber logrado parar el genocidio de las brujas en el mundo entero, gracias también al respaldo que tuvo de la Suprema Inquisición Española.
 
En cuanto al genocidio de la conquista de América es cierto que los españoles tuvieron un arma que ni ellos mismos sabían que la tenían: la gripe. La conquista fue también posible porque, como sucedió en Méjico, los indios no aztecas estaban hartos de éstos y sus sacrificios humanos, y recibieron a los españoles como liberadores. La independencia la llevaron a cabo los criollos y los indios o permanecieron neutrales o apoyaron a los realistas. En algún país concreto lo peor para los indios pasó después de la independencia. Recuerdo una anécdota de Salvador de Madariaga, en Lima. Una dama de las familias importantes le recriminó por el trato de los españoles a los indios. El historiador contestó muy tranquilo: «Mi familia se quedó en España y por eso soy español. En cambio sus antepasados sí vinieron aquí». De todos modos estoy convencido que si comparamos la conquista de América por los españoles con las realizadas por los otros países europeos salimos bastante bien librados.
 
Sobre la pedofilia ya hace años que la Iglesia tiene tolerancia cero. De todos modos en el Parlamento europeo se sienta un muy conocido diputado izquierdista a quien cerraron una guardería y supongo que no sería por prácticas piadosas. Por cierto, ¿quién está defendiendo que los niños tienen derecho a tener relaciones sexuales plenas y legislan en ese sentido? Sobre las dictaduras militares de Latinoamérica las condeno, pero todas, también la de Castro, sin olvidar a Pol Pot, Mao, Hitler, Stalin y un largo etcétera.
 
En cuanto a las monjas violadas en Africa no conozco casos, he oído que debe ser de esas cosas que se dicen sin fundamento, pero si ha habido algún caso, mi condena y la de la Iglesia es total, tanto sobre la violación como sobre el aborto. ¿Aunque no habíamos quedado, como dice Rodríguez Zapatero, que el aborto es un derecho de la mujer? O como se lee en los periódicos del 29 de Octubre, la ministra Bibiana Aido declara que su ley del aborto persigue «la debida tutela de la vida prenatal». Los comentarios que se me ocurren no pasan mi autocensura y supongo que tampoco los de la mayoría de Ustedes.
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