Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

El Papa rompe tres tabúes


Por una parte el Papa eligió hablar del genocidio de los armenios de manera abierta y solemne. Por otra parte, indicó el genocidio de los armenios como el primero de una secuencia de tres grandes tragedias inauditas del siglo XX: análogo por gravedad a los genocidios perpetrados por el nazismo y el estalinismo.

por Robi Ronza

Opinión

Todo podemos decir de las palabras de Papa Francisco sobre el genocidio de los armenios de 1915, excepto que se trata de un gesto improvisado y no meditado. Son las palabras que el Papa pronunció en su saludo inicial, en San Pedro en Roma, durante una misa solemne para los fieles de rito armenio, ante la presencia de las máximas autoridades de la Iglesia Armenia Apostólica y el presidente de la República de Armenia. La misa se celebró el 12 de abril, pocos días antes del 24 de abril, día que conmemora el centenario del inicio del genocidio que el Papa ha citado enseguida apertis verbis. “Queridos fieles armenios", empezó, "hoy recordamos, con el corazón traspasado de dolor, pero lleno de esperanza en el Señor Resucitado, el centenario de aquel trágico hecho, de aquel exterminio terrible y sin sentido, que vuestros antepasados padecieron cruelmente".

Está claro, por lo tanto, que el Papa ha tomado dicha iniciativa plenamente consciente de todas las posibles consecuencias y después de haber valorado cada aspecto de la cuestión. Por eso, es más importante que nunca conocer bien las razones y el significado. Y para hacerlo no hay ningún modo mejor que recordar lo que él dijo textualmente.

Tras haber confirmado que estamos en “un tiempo de guerra, como una tercera guerra mundial ‘por partes’“, continuó así:

“También hoy estamos viviendo una especie de genocidio causado por la indiferencia general y colectiva, por el silencio cómplice de Caín que clama: «¿A mí qué me importa?», «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9; Homilía en Redipuglia, 13 de septiembre de 2014).

"La humanidad conoció en el siglo pasado tres grandes tragedias inauditas: la primera, que generalmente es considerada como «el primer genocidio del siglo XX» (Juan Pablo II y Karekin II, Declaración conjunta, Etchmiazin, 27 de septiembre de 2001), afligió a vuestro pueblo armenio –primera nación cristiana–, junto a los sirios católicos y ortodoxos, los asirios, los caldeos y los griegos. Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres, hombres, ancianos e incluso niños y enfermos indefensos. Las otras dos fueron perpetradas por el nazismo y el estalinismo. Y más recientemente ha habido otros exterminios masivos, como los de Camboya, Ruanda, Burundi, Bosnia. Y, sin embargo, parece que la humanidad no consigue dejar de derramar sangre inocente. Parece que el entusiasmo que surgió al final de la segunda guerra mundial está desapareciendo y disolviéndose. Da la impresión de que la familia humana no quiere aprender de sus errores, causados por la ley del terror; y así aún hoy hay quien intenta acabar con sus semejantes, con la colaboración de algunos y con el silencio cómplice de otros que se convierten en espectadores. No hemos aprendido todavía que «la guerra es una locura, una masacre inútil» (cf. Homilía en Redipuglia, 13 de septiembre de 2014)".

Por consiguiente, por una parte el Papa eligió hablar pro veritate del genocidio de los armenios de manera abierta y solemne, prescindiendo de cualquier cautela diplomática, sabiendo bien que suscitaría fuertes reacciones por parte de Turquía, donde su negación es parte integrante de la cultura oficial del país. Por otra parte, indicó el genocidio de los armenios como el primero de una secuencia de tres “grandes tragedias inauditas” del siglo XX: análogo por gravedad a los genocidios perpetrados “por el nazismo y el estalinismo”. Aunque difícilmente contestable si se mira a los hechos sin prejuicios ideológicos, dicha equivalencia choca con dos pretensiones distintas pero igualmente consolidadas: la de quien, en un ambiente judío, pretende que la Shoah es el mal y la tragedia absolutos, no comparable con ningún otro hecho de la historia humana; y la de quien, en un ambiente post-marxista, rechaza cualquier paralelo entre Hitler y Stalin, viendo en el primero la encarnación absoluta del mal y en el segundo, en cambio, un revolucionario de buenas intenciones que se equivocó en la elección de los medios pero no en el fin.

En resumen, de un solo golpe el Papa Francisco ha roto tres tabúes convencido de que "donde se pierde la memoria quiere decir que el mal mantiene aún la herida abierta; esconder o negar el mal es como dejar que una herida siga sangrando sin curarla". En esto no hace otra cosa que seguir el camino abierto por sus inmediatos predecesores, pudiendo hacer lo que hace porque ellos hicieron lo que hicieron. Por ello, es significativa su referencia a la declaración común que Juan Pablo II y el Catholicos Karekin II suscribieron en Etchmiadzin el 27 de septiembre de 2001. Es una firmeza que levanta admiración y que cada uno de nosotros, en su pequeña medida, debería tomar como ejemplo.

Artículo publicado originalmente en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.


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