Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

El origen del hombre: el evolucionismo


Para los cristianos la evolución no sólo supone un avance científico, sino también poder tener una concepción más rica de Dios

por Pedro Trevijano

Opinión

Una de las grandes preguntas que los seres humanos nos hacemos es: ¿de dónde venimos y a dónde vamos? El de dónde venimos es preguntarse sobre el origen del hombre. Y como es lógico buscamos a este interrogante la respuesta en los libros de ciencias, ya que aunque en el comienzo de la Biblia encontramos dos narraciones sumamente interesantes desde el punto de vista religioso sobre esta cuestión, tenemos que tener muy claro que la Biblia no es un libro de ciencias, sino un libro esencialmente religioso que contiene el mensaje religioso de Dios a la Humanidad. Científicamente la hipótesis más seguida actualmente es la evolucionista, aunque hay que distinguir entre evolución y mecanismos evolutivos, sobre los que hay mayor disparidad. Pero en todo caso estamos en el campo propiamente científico y son las ciencias las que tienen que darnos la respuesta.
 
Darwin nos advierte que su obra no se ocupa del origen de la vida, sino de su diversificación posterior. Su teoría describe el mundo y su evolución. La naturaleza es un proceso histórico y dinámico de desarrollo dotado de sus propias leyes.  Sobre el origen de la vida hay varias hipótesis sobre las que discuten los científicos. Sobre el origen del ser humano hay una evolución desde los homínidos prehumanos al homínido humanizado, no produciéndose la evolución de modo repentino y a grandes saltos, sino que es el resultado de una multitud de pequeños cambios graduales. No nos extrañe por ello que en la evolución humana muchos ateos materialistas opinen que sólo hay una diferencia gradual entre el hombre y los animales, aunque el pensamiento humano es algo especial y distinto al rudimentario del de los animales, pero siempre producto de la materia, aunque de alguna manera sea de orden superior, mientras para los creyentes se da en el ser humano una especial intervención divina, pues  la dimensión espiritual nos hace hijos de Dios y nuestra capacidad de tener ideas abstractas hacen que haya una diferencia esencial, no gradual, y un salto cualitativo entre el hombre y los animales.
Los evolucionistas creyentes aceptamos las siguientes premisas: a) el universo surge de la nada y tiene origen temporal; b) si bien el mecanismo del origen de la vida en la tierra sigue siendo desconocido, una vez que la vida surgió, el proceso de la evolución y de selección natural permitieron el desarrollo de la diversidad y de la complejidad biológica; c) una vez iniciada la evo9lución, no se requiere una intervención sobrenatural; d) los seres humanos son parte de este proceso y comparten un ancestro común con los simios; e) pero los seres humanos tienen también maneras que desafían la explicación evolutiva y que apuntan hacia nuestra naturaleza espiritual. Esto incluye la existencia de la ley moral, que conlleva el conocimiento de lo que está bien y lo que está mal, y la búsqueda de Dios, que caracteriza a todas las culturas humanas a lo largo de la historia.
 
Aunque haya podido haber algunos malentendidos, la Iglesia católica, como tal, nunca ha condenado al evolucionismo. Juan Pablo II en su mensaje del 22 de octubre de 1996 sobre la evolución decía: «Nuevos hallazgos nos lleva a reconocer en la evolución como algo más que una hipótesis», si bien sobre el alma decía: «Si el origen del cuerpo humano proviene de materia viva que existía previamente, el alma espiritual es creada directamente por Dios».
 
Para los cristianos, por tanto, la evolución no sólo supone un avance científico, sino también poder tener una concepción más rica de Dios, en quien vemos en esto de la Creación no sólo como un Dios alfarero, sino también como un Creador omnipotente y genial que actúa directa e indirectamente y que hace miles de millones de años creó el mundo de la nada y le impuso unas reglas que han operado un maravilloso desarrollo y que sigue gobernando al mundo con su Providencia.    
 
En cuanto a la pregunta a dónde vamos, es decir, sobre si tiene sentido lo existente y hacia donde camina todo, son, según Einstein, preguntas religiosas, es decir su contestación no pertenece al campo de la ciencia. Para mí, que soy creyente, es indiscutible que acepto un Dios Creador, porque no acepto que el azar sea capaz de hacer ni siguiera un reloj, según el ejemplo clásico, y también me parece más racional que un Dios que se ha molestado en crear el mundo, no se desentienda de él y sea su ordenador al modo que un director de orquesta dirige ésta, aunque los diversos instrumentos tengan su autonomía. Y por supuesto, creo en la vida futura y que el hombre puede alcanzar su máxima aspiración, ser feliz siempre, porque en caso contrario creería que estamos ante una gigantesca estafa, y por ello la postura creyente me parece más racional que la contraria, pero también me doy cuenta que el no creyente piensa que su postura es la más racional, lo que debe llevar a todos a un respeto mutuo.
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