Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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El Monasterio Mártir

por Victor in vínculis

En 1976 el Papa Pablo VI canonizaba a la Beata Beatriz de Silva, dama portuguesa, fundadora, mujer de esperanza porque se abrió al Espíritu y se puso a disposición de Cristo y de María Inmaculada. De ella no se ha conservado ningún escrito, sus biógrafos, basándose en diversas fuentes de la época, nos han relatado los hechos principales de su vida, transcurrida en un ambiente de devoción inmaculista, acorde con las doctrinas franciscanas. La Casa Madre de la Orden de la Inmaculada Concepción se encuentra en la ciudad de Toledo, cerca de la famosa plaza de Zocodover.
Las Concepcionistas de la comunidad de Toledo fueron, además, las primeras monjas misioneras de América, en el año 1540, profesando de manos del primer obispo de México, el franciscano fray Juan de Zumárraga.
La historia nos remonta a los orígenes de la Orden de la Concepción de Toledo y nos da la imagen de que se fundaron, bajo la misma Regla, más de doscientos monasterios Concepcionistas en Europa y América, por ello se puede decir que no es un simple convento autónomo, sino la cuna y fuente de la Orden. Desde sus orígenes este Monasterio está vinculado a la Familia Franciscana, esta unión se manifiesta en María y María Inmaculada.
Las Concepcionistas de Toledo nos narran en su página web lo sucedido en los días de la fallida toma del Alcázar.
 
Junto al Alcázar de Toledo
Los hechos acaecidos en la España del siglo XIX y básicamente la Desamortización (1835) afectaron negativamente la marcha secular del Monasterio. Más dolorosas aún fueron las vicisitudes en la República de 19311936. Contaba la comunidad con doce religiosas (dos murieron en este tiempo). Era abadesa madre María del Pilar González, que sobrevivió hasta 1946, y capellán el Siervo de Dios Juan Bautista de la Asunción Borrás, Beneficiado de la catedral, mártir en Toledo, el 6 de agosto de 1936.


Destrozos en el interior del Convento.

            Desde los primeros días uno de los edificios que fue usado por los milicianos para asediar el Alcázar, debido a la proximidad, fue este convento. Por eso las religiosas tuvieron que abandonarlo y refugiarse en una casa próxima, acompañadas por el capellán y sus hermanos. Días después, al comunicarlas que era urgentísimo abandonar la casa donde estaban refugiadas porque iban a bombardearla, como así fue, decidieron encaminar los pasos otra vez al Convento para ver si en él podían ocultarse. En el precipitado y corto trayecto una Hermana de 84 años que iba descalza sufrió varias caídas y, con la ayuda de dos religiosas, sin apenas poderla sostener, por fin, llegaron al Convento, refugiándose en el refectorio bajo.
El capellán y sus hermanos acompañaban a la Comunidad. La situación era angustiosa, aumentando las dificultades. Fueron tres inacabables días. Al poco tiempo, el griterío y los golpes llegaban al Convento. Las religiosas se refugiaron en la portería y, en el momento que intentaron salir, sor Visitación cayó muerta en brazos de dos hermanas. Pero hasta el día siguiente no pudieron enterrarla en una habitación llena de escombros.
Crecían los alaridos, se oían frases de los milicianos: “¡Soldados, soldados, matad sin piedad a todos vuestros jefes y uníos a nosotros, que nada os haremos!”. A las hermanas les parecía el último momento de su existencia: amenazas, estallidos de minas, tiroteos...
El Capellán mandó a su hermano Vicente, operario de la Fábrica de Armas, para que, desde la escalera de la calle, pidiera auxilio a los guardias, que estaban en el Museo Nacional de Santa Cruz, diciéndoles que los milicianos y la turba, habían entrado en el Convento. Los de Asalto pudieron sacarlas por el hueco de una reja que habían volado con dinamita y después las condujeron al Museo, donde las atendieron, pasando en él la noche. Al Capellán y a su hermano nos les llevaron allí. Pocos días después supieron que le habían fusilado, acribillando su cuerpo con diez balazos.
Con la ayuda del teniente y de los guardias, fueron llevadas a los Conventos de Dominicas: Jesús María y Madre de Dios, donde fueron muy bien acogidas. Pero el día destinado para hacer estallar la primera mina que colocaron, con el fin de acabar con la resistencia del Alcázar, las tres Comunidades tuvieron que pasar por otro dolor y pavor: sus plegarias subían al cielo y rodeadas por los milicianos a las afueras de Toledo, pensaron había llegado el fin de sus vidas. Todo quedó en un susto. Ellas en medio del sufrimiento e intranquilidad siguieron esperando, hasta que se enteraron que Toledo había sido liberada el 27 de septiembre, aunque hasta el 28 no se supo.
 
El estado del convento
Por fin todo pasó, pero cuando pudieron regresar al Convento: ¡qué cuadro más horrendo! La cuna de nuestra Orden gloriosa, profanada. Estaba desconocido el Convento. Las bellas imágenes de la Madre Fundadora (bajo estas líneas) y de la Inmaculada, decapitadas; la de San Francisco, también sin cabeza y vaciados los ojos; igual hicieron con una imagen de la Niña María y con otros santos. Dos imágenes del Santísimo Cristo hechas pedazos. La imagen de piedra de la Santísima Virgen, donación de la princesa de Asculi, rota en tres pedazos.

Las magníficas vidrieras de la capilla del sepulcro, que representaban a Isabel la Católica y al Cardenal Cisneros, hechas añicos. Las tumbas abiertas, incluso la de la ya nombrada Princesa de Asculi. Se llevaron tres momias al jardín. El gran cuadro de la ínclita Fundadora, lleno de agujeros. En el claustro sacaron los restos de una de las sepulturas y colocaron un Jesús Nazareno, después de amputarle la cabeza, brazos y piernas. Documentos, custodias de plata, Vasos Sagrados desaparecidos, ropas saqueadas. Los hábitos y mantos azules fueron exhibidos y escarnecidos por las calles.
Debido a las bombas y a las explosiones de las mismas, resultaron terribles desperfectos en el interior del edificio.
Todo había sido como una terrible pesadilla, cincuenta y un días, que a la Comunidad se les hicieron años. Las hermanas, con su oración, suplicaban a Jesús, María y todos los Santos misericordia ante tanta profanación, perdón y consuelo; también la celestial protección para comenzar una nueva vida y poder llevar adelante la reconstrucción.
 
Profanación de los restos de Santa Beatriz de Silva
En el coro bajo, el sepulcro de mármol que encerraba las arcas de plata que contenían las veneradas reliquias de nuestra Beata Madre Fundadora, completamente desbaratado y, por el suelo, los benditos y queridísimos restos: en dos pedazos el cráneo y arrebatada la estrella de oro de su frente. Las mencionadas arcas se encontraron después, entre los escombros del patio. La del cráneo apareció totalmente aplastada.
Los Sagrados Restos de Santa Beatriz han sido motivo de repercusión para el Monasterio. Primero fueron venerados en Santa Fe, después en San Pedro de las Dueñas. En 1499 su sobrina Felipa de Silva se los llevó al convento de Madre de Dios (dominicas) hasta que, en 1512, la Comunidad de la Concepción les solicitó y, gracias a un breve venido de Roma, fueron trasladados y recibidos en esta Casa Madre con gran fiesta y alegría.
¿Quién iba a decir que, a los 424 años, volverían a encontrar cobijo y amor en el convento de dominicas de Jesús y María? Ahora el motivo era la guerra de 1936. Los Sagrados Restos fueron profanados, sirviendo esta profanación para que una vez más resplandeciera la mano de la Divina Providencia. Los Sagrados Restos fueron reconocidos por el agradable perfume y por la estrella en la frente del cráneo. Una vez las cosas ya tranquilas, el 3 de noviembre de 1945 se trasladaron nuevamente, ahora en procesión, presidida por D. Enrique Pla y Deniel, Cardenal Arzobispo de Toledo, desde el convento de Jesús y María a este de la Concepción, celebrando un triduo, al que asistieron un gran número de toledanos.
 
Siervo de Dios Juan Bautista de la Asunción
Nació en Algemesí (Valencia) el 31 de enero de 1884, y fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1909. Estuvo en Solsona, como beneficiado con cargo de tenor hasta mediados de 1913. Ya en Toledo fue beneficiado tenor de la Catedral.
Decía una crónica del periódico “El Castellano” el 31 de mayo de 1915: “Ha recibido la instrucción canónica del beneficio de Tenor, del que muy en breve tomará posesión, D. Juan Bautista de la Asunción Borrás”. Ocupó también el cargo de Director de las voces y orquesta de capilla del Real Monasterio de Santa Fe de Toledo (hacia 1919), de religiosas de la Orden de Comendadoras de Santiago.

            En 1924 fu nombrado Vocal de la Comisión de Música Sagrada de la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo. Capellán de las monjas Concepcionistas, cuando el monasterio fue atacado por milicianos, pidió ayuda a los guardias de Asalto (que en teoría deberían haberles protegido), pero fue detenido, junto con su hermano seglar, y ambos fueron asesinados. Era el 6 de agosto de 1936.
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