Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

El cansancio no empañó la alegría y devoción

El heroico aguante de los peregrinos en Roma: a prueba de agua, de sueño y de sol

El viernes la lluvia intermitente bañaba las calles de la Ciudad Eterna..., y a nosotros, los peregrinos.

Juan Cadarso/ReL

Jóvenes en bolsas de dormir en Roma
Jóvenes en bolsas de dormir en Roma

En la Plaza de Venecia un grupo de curas se cobijaba de la lluvia debajo de unos árboles para comer. En el Circo Máximo una decena de jóvenes, portando una gran bandera de Polonia, ocupaba las zonas cercanas al escenario y aprovechaban la espera para rezar el Rosario.

La lluvia volvió a aparecer y los cientos de peregrinos se refugiaron en improvisados campamentos con tiendas, paraguas y sacos de dormir. El padre de la familia Gómez, llegada en barco desde Barcelona, nos comentaba que "a pesar del tiempo vale la pena vivir este momento". Javier, abrazando a sus dos hijos, nos explicaba que "Juan Pablo II fue un ejemplo para nosotros, nos conocimos en una Jornada Mundial de la Juventud y venimos a agradecérselo".

En la parte más alta del graderío del Circo se sitúaban los sets de televisión, que constantemente realizaban conexiones en directo. Los perros de la policía olfateaban el escenario por si hubiera algún artefacto sospechoso mientras una cuadrilla de miembros de Protección Civil daban agua y comida a los peregrinos. A unos metros de allí, una caseta recogía inscripciones para la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid.

En el lugar donde tantos cristianos fueron martirizados en épocas del Imperio, unas peregrinas italianas desafiaban al mal tiempo y cantaban "Forever Young", como lo hiciera Bob Dylan ante el Papa Wojtyla. Por las calles había niños subidos en los hombros de sus padres o ancianos en sillas de ruedas que avanzaban dispuestos a ser testigos del histórico acontecimiento.

Un manto de velas de colores cubrió el Circo Massimo. Cerca de 300 muchachos vestidos de verde oliva y con el característico pañuelo scout entraron triunfantes en el lugar de la vigilia, con banderas de Polonia, marchaban entusiasmados entonando cantos de afecto por su compatriota.

El Circo Massimo deslumbraba como en las mejores ocasiones. Filipinos, libaneses, húngaros, japoneses, búlgaros, españoles... A veces el silencio de los peregrinos sobrecogía, otras veces se interrumpía con gritos (españoles) de "se nota se siente, el Papa está presente".

Mauricio, un mexicano que vino desde su país para la beatificación nos expresaba su emoción. "El ejemplo de santidad de Juan Pablo II me ha fortalecido en mi camino como cristiano y también como persona. Él trataba por igual a todos los hombres sin tener en cuenta su religión, sus palabras valían para toda la humanidad", comentaba. Cuando aparecían en las pantallas imágenes del santuario de Guadalupe y la conexión con México para rezar el Rosario Mauricio saltaba de alegría.

Una dura noche, espera de pie
Cuando concluyó la vigilia del Circo Máximo, los peregrinos caminaron en masa hacia las ocho iglesias que acogían grupos de oración nocturnos. Otros hacían tiempo esperando a que se abriera la Vía della Conciliazione. En la Chiesa Nuova un grupo de italianos cantaba salmos, mientras los más jóvenes aprovechaban para echar una cabezadita e intentar estar frescos para el gran día. En el puente de Víctor Manuel II, cercano al Vaticano, la gente se acomodaba en sus sacos.

Todos querían esa noche llegar hasta la plaza a toda costa, aunque fuese con empujones, gritos o tropezones. A partir de cierto momento, era tal la avalancha de gente que las autoridades decidieron abrir las vallas de acceso a la Vía della Conciliazione antes de tiempo. El reloj marcaba la una y media de la madrugada y la gente corría y saltaba por bancos, papeleras, aceras...para ocupar los mejores lugares.

A las puertas de la Plaza de San Pedro un cordón policial frenaba a la multitud. Era noche cerrada ya. Un grupo de frailes soportaba de cualquier manera 3 largas horas de espera, de pie, bandera en mano y sin poder siquiera moverse. El hermano Fidel nos comentaba que "Juan Pablo era un hombre muy bueno que me ayudó a encontrar mi vocación, aquí estaré cuando lo hagan santo aunque hoy haya pasado la noche en pie". Agustín, en el mismo grupos, nos explicaba que "a todos los católicos nos hubiera gustado estar hoy aquí, cerca del Papa y ver como el amigo de los jóvenes es subido a los altares”.

La espera se hizo dura, pero no faltaron gestos de generosidad, como el de Luigi, que al otro lado de la barrera busca en su mochila de voluntario unas galletas para una niña que no ha cenado.

Asalto a las vallas de protección
Eran las cuatro y media cuando un numeroso grupo de polacos aprovechó un despiste de la seguridad para colarse dentro de la plaza. El resto de peregrinos observó atónito la escena. Una muchedumbre, harta de horas en malas condiciones, tiró las vallas de protección y consiguió llegar también hasta San Pedro. Se vivieron escenas de tensión. Más personas saltaron las vallas ante la impotente mirada de la policía italiana. Una hora después, los inevitables controles de seguridad para acceder a las primeras filas del recinto hicieron estragos en una multitud a punto de desfallecer. Y luego, el amanecer, un amanecer lento en el Vaticano.

Un sol radiante
Desapareció la lluvia y el frío. Al contrario, un sol terrible obligó a que unas 400 personas fueran atendidas por los efectos del calor. Los paraguas ahora eran parasoles. A las diez en punto de la mañana, el coro anunció el comienzo de la ceremonia. En la plaza predominaba el blanco y rojo de los polacos, aferrados a sus transistores. Cuando se descubrió el rostro del ya beato Juan Pablo II la multitud prorrumpió en un aplauso de más de diez minutos. Para muchos fue imposible reprimir las lágrimas.

Tras la ceremonia, la multitud se enfiló en una enorme cola para conseguir llegar ante el cuerpo del Papa, poder rezar y pedir su intercesión. Con doce mil personas por hora, las autoridades solo permitían pasar a bastante distancia, y la gente hacía fotos mientras la corriente les empujaba. Cansados, quizá con ganas de haber estado más cerca, pero contentos y emocionados, los peregrinos empezaron el regreso, atesorando recuerdos intensos en su corazón.

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