Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Doscientos artículos en ReL


A veces tengo la sensación de que escribo en el agua, que no escribo para nadie, que nadie me lee, que es lo peor que le puede ocurrir a un plumilla.

por Vicente Alejandro Guillamón

Opinión

Con este son ya doscientos los artículos que llevo publicados en estas páginas, uno por semana, sin faltar una sola, salvo dos periodos en que interrumpí mi colaboración por causas que ahora diré. En total cuatro años largos ofreciendo a los lectores mi punto de vista sobre temas eclesiales, siempre desde una posición de “adhesión inquebrantable”, religiosos, morales, socio-políticos, económicos, etc., según lo demanda la actualidad y la defensa de los intereses, mejor dicho, las necesidades del quehacer de la Iglesia.

Empecé mi presencia en Religión en Libertad el 16 de abril de 2008 con un artículo titulado “S.S.S. no sabe/no contesta”. Me refería a Soraya Sáenz de Santamaría, entonces en la bancada de la oposición, que acababa de ser entrevistada por Federico Jiménez los Santos en su programa “Las mañanas de la COPE”. Advierta el lector lo que ha llovido desde entonces. Ni doña Soraya está ya en la oposición, ni el turolense en la COPE. Pero a lo que iba. Preguntada S.S.S. si era del Opus, la pequeña pero corajuda vallisoletana de grandes ojos, respondió contundente: “¡Nooo!”, y luego continuó dando contestaciones ambiguas sobre asuntos religiosos comprometedores. Ello me incitó a ponerle más de un pero a la dirigente pepera, genuina representante de la derecha “moderada” española. Esas fueron mis credenciales o carta de presentación ante los lectores de ReL Es decir, que entre los políticos y la Iglesia, yo iba a estar siempre del lado de la segunda, y en cuanto a los partidos no todos me eran iguales. Los hay iguales y peores, como he venido dejando constancia a lo largo de tan dilatada sucesión de artículos.

En esos cuatro años de colaboración continuada, sólo he faltado a la cita en dos ocasiones. En la primera desde le segunda quincena de noviembre de 2010 a finales de enero de 2011, a causa de un accidente doméstico que me tuvo encamado –inmovilizado casi- todo ese tiempo, y la segunda vez, tres semanas en junio de 2011, no recuerdo por qué. El resto de las semanas no he fallado nunca. Ni siquiera la semana en que falleció mi mujer, el 1 de diciembre de 2009. Claro que escribí, por sugerencia de Alex Rosal, lo único que en esas circunstancias era capaz de escribir, el “Homenaje a una gran mujer”. Me salió tan de dentro, que las hermanas del arzobispo don Antonio Montero, Cloti y Josefina, residentes en Sevilla, lo han utilizado en ocasiones como ejercicio de reflexión en reuniones piadosas. Mientras vivió mi esposa, ella revisaba el original en cuanto terminaba de redactarlo, y no lo mandaba a la redacción de ReL hasta que no me diera su visto bueno. Sus elogios o sus reparos, que terminaban siempre con un beso, eran la gran retribución que yo esperaba de mi pequeño trabajo. Ahora, en cambio, qué les voy a contar. A veces tengo la sensación de que escribo en el agua, que no escribo para nadie, que nadie me lee, que es lo peor que le puede ocurrir a un plumilla. Un plumilla al que pregunto, a modo de alter ego, si no se ha quedado en posición de fuera de juego.
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