Viernes, 19 de abril de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
Santísima Trinidad
 
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… Y en ese clima santíguate despacio mientras dices: En el nombre del Padre y del Hijo y de Espíritu Santo…  ¡Oh mi Dios, Trinidad, presente en mí!... Recréate y recréame desde ahí, muy dentro de mi… Padre… Hijo… Espíritu Santo.
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Juan 3, 1618
 
Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
[Hemos concluido el Tiempo Pascual, y entramos de nuevo en el llamado tiempo ordinario. La celebración de este domingo tiene, sin embargo, su propio y entrañable cuño, marca y acento esencial de toda la vida cristina y de toda celebración litúrgica: la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las lecturas de la misa de hoy y sus oraciones, hablan de este fundamental y hondo misterio de nuestra fe. Es entrañable, porque vive incluso dentro de nosotros].
Disponte a contemplar este misterio de amor, la Trinidad, que no ha quedado escondido en sí mismo, en su volcán de amor para sí mismo, sino que ha salido de sí para vivir en cada uno de nosotros, y dinamizar todo lo que somos y hacemos por el amor, desde su misma Presencia. A través de las palabras de Jesús, entra sin temor en esa fiesta de adoración y de silencio:
1/ Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Hechos todos que se han realizado, también en ti. El amor personal de Dios es tan excesivo y sobreabundante que entregó al mundo a su único Hijo, para estar cerca, muy cerca de cada uno… Para que le viesen en el Hijo… Para que se percatasen del infinito exceso de su amor… Para que crean libremente en él… Para que tengan vida eterna… Para que se salven… Dios es el Padre. El Unigénito es el Hijo único. El amor desbordante es el Espíritu Santo. Estás llamado a creer, no a perecer. La fe es don. Perecer es una decisión libre y personal tuya. ¿Crees en los Tres? ¿Te preocupas de hacer crecer esa fe? Sorpréndete ante el Misterio. Jesús te lo quiere desvelar… Te hago sitio en mi corazón y en mi vida, Dios mío… Escucho en silencio tu callado amor…
2/ Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
No vino a juzgar al mundo, sino a salvarlo. Hoy, a ti también… Jesús habla de juzgar, y eso puede acabar en una absolución o en una condena. Lo verdadero es que él vino a salvar… Es el único Salvador y la Salvación… ¿Lo acojo como tal cada día? Su acción en ti no es juzgarte, sino salvarte… ¿Lo deseas de verdad? ¿Se lo pides? Calla… Adora… Acoge su Presencia salvadora y no pongas obstáculos… Oh mi Dios, presente en mi, Trinidad a quien adoro
3/ El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Quien cree en el Hijo Jesucristo no es juzgado; no es necesario. Porque creer en Él es estar en Él y Él es la Salvación. El hecho determinante es la  fe en Él. E ir renovándola cada día como el primero. Lo que comporta: ir contando cada día con Él, poniendo la esperanza y la confianza en Él, en la voluntad salvadora de Dios. ¿Lo intentas cada día? ¿O lo dejas para otra ocasión, para otro momento, para cuando te guste o te sientas mejor? Es un error.
El que no cree ya está juzgado, porque situarse fuera de Él es situarse voluntariamente fuera de la Salvación y de la Vida. Es responsabilidad personal. ¿Cómo vives esta responsabilidad tan seria y decisiva? Es responsabilidad para valientes, ¿no te parece? Dios nos ha hecho responsables. Y nos acompaña siempre con su Presencia Trinitaria dentro de nosotros mismos.
 
Para terminar: Interiormente sereno y callado, adora a los Tres que viven dentro de ti… Y después: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén. El amor que Dios nos tienes, me tiene, es un amor que vence al pecado, lo elimina. La reacción de Dios hacia el mundo fue y sigue siendo salvadora: el mundo estaba lleno de maldad y su reacción fue enviar a su Hijo al mundo para salvarlo. Hoy también. Eres invitado a tener tú esa misma reacción para con la maldad que pueda darse en torno a ti durante los próximos días de la semana, intentando amar a quien haga el mal e interceder por él. El amor Trinitario que hay en ti, te llevará espontáneamente a obrar así, al estilo de Dios.     
 
 
 
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